Mensaje del kuraka

Primero de octubre del 2004

[Ciberayllu]
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No debe ser nada nuevo lo que siente el emigrante de hogaño cuando suceden cambios políticos en la tierra adoptiva: se llena uno de incertidumbre, moviéndose entre estar dentro y estar lejos, entre ser y no votar, entre querer ser parte del proceso o levantar la mano para aclarar que uno no es responsable de los entuertos que el cambio político siempre genera. Situación imposible: lavarse las manos las ensucia, a ojos de alguien. Y al extranjero no le toca meterse en política, a ojos de otros.

Hace años, uno de los fundadores de Ciberayllu, medio en serio y medio —también— en serio, argüía que en las elecciones estadounidenses debería permitirse el voto de cualquier ciudadano del mundo, pues es evidente que lo que se decide acá afecta a gente en los rincones más remotos de este planeta. Pero no hay, ni hubo nunca, por supuesto, forma de persuadir a un imperio a que deje de serlo, y no es eso lo que pareciera preocupar a quienes sí votan en este país. A lo más que se llega es a proponer un imperio benevolente frente al actual imperio que ha optado por lanzar la fuerza incontrolada hacia el mundo y ejercer la intolerancia hacia la oposición interna.

¿Cómo puede el mundo «votar» en las elecciones del imperio que se empeña en gobernarlo? Hay muchas formas, supongo, en que ciudadanos del mundo tratarán de inclinar la balanza. El camino democrático convencional es votar localmente por gobiernos que muestren claramente su oposición a los designios imperiales; y también las manifestaciones masivas en contra de la guerra, que se dan en todo el mundo, e incluso muchas grandes ciudades estadounidenses, pero que son poco menos que ignoradas por la gran prensa interna, que en el país de todas las libertades está ejerciendo una autocensura digna de mejor dictador.

Pero están también quienes a la violencia de la guerra innecesaria quieren oponer otras violencias absurdas. Por ejemplo, la barbarie terrorista que querrá sin duda inclinar la balanza a uno u otro lado (¿cuál?: normalmente el terrorista prefiere al dictador y es correspondido, pues nada hay mejor que el miedo para cultivar lo injusto). Apena y enfurece constatar que, en nombre de una u otra causa, los dos extremos no dudan en castigar a civiles inocentes.

A falta de decir cosas nuevas, permítanme, lectores, cerrar esta nota con la impudicia de citar lo que escribí hace tres años, reaccionando en caliente al brutal atentado de las torres gemelas:

«Quizá lo peor esté aún por venir, como suele suceder con el terrorismo. Al paso:

  • “o estás conmigo o estás contra mí”, nos emplazan falazmente
  • los poderosos piden —o se toman— más poder, y no hay que dar cuenta de él
  • toda denuncia de abuso, o incluso la disensión más simple, se interpreta como antipatriótica
  • desconfía, desconfía, desconfía...
  • ¿la verdad?... no está: se ha guardado para tiempos distintos
  • incertidumbre
  • venganza »

Lamentablemente, acerté, gracias a la triste experiencia que me había dado vivir en el Perú durante algunos de los años violentos.

(Yo voto por verte de rojo fiesta, América Latina, en este octubre que dicen es el de tu cumpleaños, engendrada por violencia y encanto, América inmigrante; con una pluma transparente, quiero escribir en tu piel mi voto silencioso, con un pétalo de flor americana, América indígena, América elegante. Quiero erigir ese castillo en cuyas torres se prendan tus cabellos, como banderas, anunciando un cambio de guardia o un reposo; quiero andar contigo —sin que importe el destino— pues las distancias largas se aprecian cuando el camino es bueno y la compaña amable.)


Setiembre, 2004, fue un mes donde la creación literaria volvió con fuerza a Ciberayllu.

En poesía, el escritor español Isaac Calderón experimenta, con felicidad, con poemas desde intimistas hasta descriptivos que siguen el ritmo de músicos del siglo XX: Satie, Messaien, Pergolesi y Nordgren proveen la base rítmica y lírica. Y desde Lima, el poeta Johnny Barbieri contribuye con tres poemas que desde lo casi testimonial del Perú de los 90, hasta otros con cierto sabor orientalista.

La narración se hizo presente por partida triple. Le toca a Ciberayllu el privilegio de compartir «Cerca de la frontera», el primer trabajo narrativo publicado en la larga carrera de la poeta peruana Cecilia Bustamante. Desde Iowa City, donde se encuentra participando en el casi legendario taller literario de la Universidad de Iowa, la escritora cruceña Giovanna Rivero Santa Cruz nos envía un cuento en el que explora las razones del consumismo a la luz de la tristeza. Y el pintor boricua Antonio Bou, que se alista nuevamente a cambiar huracanes caribeños por terremotos andinos, regresa con una historia de un alucinante viaje de Mendoza a Lima, por tierra.

En lo que se refiere a entrevistas, una en el que las dos partes son colaboradores nuestros: el poeta Miguel Ildefonso entrevista al poeta Róger Santiváñez, a propósito de haberse cumplido los 25 años de la publicación de su primer libro.

Desde Brasil, un ensayo en el que Floriano Martins, incansable promotor de la buena literatura, así como estudioso de la poesía latinoamericana, discute y presenta a varios de los principales protagonistas del surrealismo artístico brasileño.

Y Raúl Soto, residente de Nueva York, ofrece algunos interesantes consejos para los recién llegados.

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
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Para citar este documento:
Martínez Castilla, Domingo: «Mensaje del kuraka, octubre 2004», en Ciberayllu [en línea]

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