Mensaje del kuraka

Primero de febrero del 2003
[Ciberayllu]
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Se preguntaba este editor cómo hablar de libros y metáforas cuando todo vuelve al cauce arisco de una arrogancia imperial que, ingenuamente, muchos pensábamos vencida. Manga de cándidos: eso nos pasa por olvidar lo que ya sabemos: que la historia no es progreso hacia un supuesto fin dorado, celestial, trazado por alguna divina mano inexistente; eso nos pasa por ignorar que lo que andaba bien en el mundo era la vida mesocrática en este hemisferio norte frío y abrigador, donde se respetan los semáforos, se cuida el crédito y se cría bien a los hijos para que crezcan lejos de la violencia estructural del sur desordenado al que tanto queremos, bebedores de nostalgia, comedores de guayabos y pacaes literarios, amigos de caras no vemos corazones no sabemos. Lejos de la violencia estructural, para que crezcan cerca, claro, de la violencia organizada, limpia, de una escopeta en casi cada clóset, de una pistola en casi cada velador, de una base militar en casi cada país.

Heraldos de esa tecnológica violencia quirúrgicamente limpia, ¿tendrán los soldados tiempo para la literatura? No podrán leer a Eliot, nacido acá en Misuri, ni sus cuatro cuartetos de tiempo circular e irredimible: «Go, go, go, said the bird: human kind / Cannot bear very much reality.» [«Anda, ve, ve, dijo el pájaro: la humanidad / No puede soportar mucha realidad.»] Lindo lenguaje y, de yapa, algo se aprende. ¿Habrá un verso en las pantallas que se preparan para teledirigir muerte, o sólo aspas objetivas, un aspa por un pozo de petróleo babilónico, mil aspas y ganamos la guerra? Pero la acumulación de violencia potencial no impedirá que se diga un verso o que se invente un cuento. Por eso es admirable el oficio del artista que tiene al mundo como objeto, de quien sí toma partido (gracias, Gabriel Celaya, pero hoy no maldeciremos a poeta alguno). El buen arte siempre rompe esquemas —algunas, pocas veces, quizá ninguna, a pesar del artista— y abre rutas nuevas, siempre: el buen arte.

Es un deber, pues, ayudar cuando se pueda —siempre se puede, de una u otra manera— a la Creación y su hermano el Pensamiento Crítico, y en eso estamos. Recordemos a Borges que gustaba tanto de su fama de reaccionario a pesar de su revolucionaria literatura: «Siempre el coraje es mejor, / La esperanza nunca es vana» («Milonga de Jacinto Chiclana»).

(¿Viste, América Latina, qué arduo se puso todo cuando parecía que las cosas se calmaban? Y el refugio tibio y húmedo del túnel se hace tan profundo que dejamos la luz a nuestra espalda, ignorantes como somos del arte de planear y prever todo, entramos más a la oscuridad, construimos recovecos protectores, y luego nos falta el aire y no sabemos el camino, olvidamos que hay un hilo de Teseo que alguien puso, que siempre existe en todo laberinto. Se saldrá: ojalá que no lo hagamos muy golpeados.)


Buen inicio del 2003 en nuestra publicación. Luego de más de dos años, vuelve a nuestras páginas Nelson Manrique —amigo, hermano, accionista mayoritario de Ciberayllu—, quien comparte con nuestros lectores la introducción a su importante libro El tiempo del miedo. La violencia política en el Perú 1980-1996, en el que ha reunido ensayos y artículos escritos en el violento y cruel fin de siglo en el Perú.

La poesía vino por partida doble, y con aires nuevos en nuestra publicación. Primero, Mónica Belevan, experta en arcanos literarios y filosóficos, peruana sin fronteras, monologa alrededor de Gorgias, el sofista máximo (no casualmente, el primer escritor griego que hizo prosa lírica, como nos lo hizo notar Víctor Hurtado). Luego, Frido Martín, poeta peruano, ofrece una selección de su libro Naufragios, de muy cuidados versos, donde el humor y el amor se mezclan libremente, como todos quisiéramos que fuera.

También relacionada a la poesía, una crónica de Miguel Rodríguez Liñán, en la que, con su ya inconfundible estilo, relata una conversación con André Coyné, poeta francés muy cercano al Perú, y profundo conocedor de Vallejo y de la poesía peruana del siglo XX.

Creció entre mineros y alimentó su juventud de sus conversaciones y leyendas: ahora, desde Suecia, nuestro colaborador boliviano Víctor Montoya le escribe una carta al Tío de la mina, personaje entre terrorífico y seductor que sólo sale de lo más profundo del socavón para despertar deseo, temor e ilusión entre las chinas más hermosas del carnaval andino.

Y desde cerca de ahí, en la ártica Noruega, Claudia Ulloa Donoso se las arregla para sobrevivir y seguir escribiendo sus relatos limeños y de temas juveniles, esta vez perfectamente resumidos en una sobremesa familiar.

Más conocido como extraordinario caricaturista que como ingeniero civil, el peruano Carlos Tovar Samanez ha escrito esta vez un libro rescatando la relevancia de su tocayo Carlos Marx en este milenio nuevecito. José B. Adolph cree, al igual que Tovar, que el de Marx es un cadáver prematuro, y así lo escribe en una breve recensión.

Y he ahí el enero del 2003 en Ciberayllu.

Saludos.

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
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