Mensaje del kuraka

Primero de enero del 2003
[Ciberayllu]
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La danza de las horas no es sólo una pieza de La Gioconda de Amilcare Ponchielli (a quien se le agradece eternamente el haber compuesto esa pieza tan delicada, con hipo, tan perfecto el hipo delicado de la danza). La danza de las horas es la que sucede cada 31 de diciembre, en la noche, cuando muchos esperan, esperamos, el nuevo año como una suerte de renovación automática garantizada. «Año nuevo, vida nueva», repetimos en nuestras cabezas —quienes no estamos tristes—, esclavos de las fechas y de las esperanzas. Muchos nos ponemos nuestras mejores galas, nos vamos de amanecida a beber y bailar, a comer y a ser libres, nos besamos y abrazamos al sonar las doce, hacemos ruido como si ya hubiéramos conseguido algo, tal vez el haber llegado a otro año, nos deseamos lo mejor, éste será mi año, este año es la voz, el año del despegue, este año me caso, este año le digo que la quiero, este año me divorcio, de este año no pasas, papito, mamita, este año me opero, este año soy mayor de edad, ¡oh, qué edad mayor la que tengo este año!

Este año escribiré ese libro, o compraré esa casa, o bajaré diez kilos, o aprenderé a tocar el clarinete, o me voy a los Estados Unidos, o regreso al Perú o iré, por fin, a conocer Cuba, antes de que algo. Éste es el año dos mil tres y cómo pasa el tiempo, lectora mía, y ya no es sólo lo que quisiera hacerse, sino lo que tiene que hacerse so pena de obsolescencia corporal, caro lector, de oxidamiento neuronal. ¿Será éste el año de la guerra, de otra guerra, de la primera guerra que se hace por quítame estas pajas? ¿Será éste el año venidero tan mentado?

Será. Trecientos sesentaicinco días de muchos morirse poco a poco y de pocos tragando mucho más de lo que podemos pero tragando igual, que la vida es una sola y no sabemos si este año será el último, que lo que yo deje de comer no va a salvar a nadie que se esté muriendo de hambre y, aun si como mucho, de repente mejoro la vida de algún pobre agricultor de champiñones o de un paupérrimo pescador de langostas: a comerrr, qué buena mesa, el mercado o Dios, o serán lo mismo, proveerá a los pobres como me provee a mí que también soy pobre si me comparo con los más ricos, que soy rico si me comparo con quienes más me gusta compararme. Más más menos da más, digo que dicen los adverbios, confundo, no hay claridad, no soy filósofo, soy descortés e ignaro de Ortega, es el año de la pera, tan mentado, es el año de la espera, amontonado con otros años, los ochenta, los noventa, y ahora los no sé cuántos, los innombrables e innombrados años iniciales del milenio. Feliz año nuevo.

(Las palabras se agolpan, América Latina, querida, y se empujan entre ellas para salir y al final no decirte nada, pues uno vive —a veces, cuando no conversa contigo— en otro mundo, en el norte protegido y peligrosamente engañador, norte amable e implacable, insincero y tentador, de gentes muy amables y eternamente confiadas y a la vez desconfiadas, dependiendo de. Y tú, allá, al otro lado del río cultural, linda y preparada para el año nuevo, sonriente y mujer de armas tomar, de tomarte, desarmándote, mujer sincera que dice las cosas como las piensa. Y es la una de la mañana del año, y termino de escribir esto.)


Diciembre fructífero, el del año 2002 en Ciberayllu, especialmente para la poesía. Veamos.

Abrimos el mes con un comentario, de por sí lírico, de Miguel Rodríguez Liñán sobre el libro Ónix, colección de poemas de Mariela Dreyfus. Y la poesía propiamente dicha se hace presente por partida triple y en tres sabores muy distintos entre sí. Víctor Hurtado Oviedo, lector atentísimode poetas buenos de todas la épocas, encontró un humoroso juguete del recientemente fallecido José Hierro, gran poeta español, y le glosó un romance introductorio lleno de nuevas tecnologías. Luego, la Navidad llegó algo adelantada con el retorno de Ketty Alejandrina Lis, quien después de muchos meses se hace presente con dos poemas, el primero un tierno mensaje a la madre. Y, finalmente en la gaya ciencia, damos una bienvenida especial a Róger Santiváñez, conocido poeta peruano, quien nos otorga la primicia de tres poemas nuevecitos en los que muestra los caminos de lenguaje que explora actualmente.

La narración nos llegó de Barcelona, donde vive Ernesto Escobar Ulloa, autor de una historia limeña de un taxista que se queja mucho de los malos modales y de la violencia sin sentido que envuelve a los limeños.

Con mucha alegría, saludamos el regreso, después de un hiato algo prolongado, de los hermanos de SUR al trabajo editorial: incluimos una breve nota de prensa sobre el libro de Urpi Montoya que examina la historia de la multiculturalidad limeña.

Casi cerrando el año, publicamos una importante y larga entrevista que César Ángeles L. le hizo a Marco Thomas Bosshard, autor de un libro donde se examina la vanguardia andina de la primera mitad del siglo XX, y en particular el trabajo del puneño Gamaliel Churata.

Por último, se incluyen notas brevísimas sobre cinco libros, tres de ellos firmados por colaboradores de Ciberayllu: de Nelson Manrique sobre la violencia; de Kathy Leonard y Giovanna Rivero, combinando fotos con textos narrativos; de Juan Zevallos sobre «Kloaka»; libros ganadores del premio Copé; y un volumen de poesía de Mario Montalbetti.

Menos mal, lectores humanos, hay, hermanas, mucho por leer.

Ah, me olvidaba: feliz año nuevo, de veras.

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
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