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No, no es primero de junio, a pesar de lo que dice más arriba. Es la noche del tres de junio, cuando por fin me encuentra el tiempo con algo que escribir. Mañana, a estas horas, es probable que se sepa quién ganó la segunda vuelta electoral que pondrá la presidencia del Perú en manos de uno de los dos políticos que tendrán la distinción histórica de tener ambos más electores en contra que a favor. En otras palabras, el sistema democrático peruano va a dar la presidencia al candidato menos impopular. Aparte de quienes mañana votarán contra uno de los candidatos, habemos muchos, quizá un 10 por ciento del electorado, que votaremos en contra de ambos. No es necesariamente un lavado de manos, pues es imposible desentenderse del futuro del país que nos ha dado lo que somos: nuestras manos ya andan sucias por lo que no pudimos hacer en lo que va de nuestras vidas. En otras palabras, tampoco podemos desentendernos del pasado de este país: es imposible votar por quienes, en la percepción de este votante, han atentado contra los derechos humanos más elementales sin haber mostrado jamás un hilo de humildad, para no decir nada de arrepentimiento. Cualquiera que sea el resultado, tenemos al frente cinco años en los que nos tocará trabajar a quienes viciamos conscientemente nuestros votos, utilizando los recursos a nuestro alcance para fortalecer la democracia y, sobre todo, no permitir más atentados contra los derechos humanos, rechazar la corrupción a todos los niveles, y proteger lo que va quedando de nuestra democracia formal, trabajando para convertirla en herramienta que, por fin, sea capaz de incluir en el proyecto nacional a quienes han estado excluidos por más de cuatro siglos. A trabajar para que así sea. (Así sea. Para mí, no es posible pensarte, América Latina, como pedazos de patria, pues veo en ti mil gestos distintos unidos en cada expresión tuya, en cada paso de danza, en cada palabra que se construye con sílabas de idiomas alguna vez distantes y hoy enhebrados entre tus trenzas, urpichallay, kuñataí porã, esas que me empujan a renunciar. Vivo para la utopía de verte cada tanto. Claudico.) Hablando de utopías, está la de poner al día Ciberayllu, siempre acrecentando la deuda que este editor se esmera en adquirir con lectores y autores. Mayo se hizo breve, pero no tanto como para no poder ofrecer el siguiente racimo de escritos. En poesía, el activo poeta chimbotano Augusto Rubio abrió el mes, en el día de la madre, con un poema filial lleno de memorias. Dos cuentos se añadieron a la oferta creativa. El primero, de Fernando Isasi, debutante en Ciberayllu, pone al protagonista en un dilema de solución difícil, o quizás no. Y el segundo, de Antonio Bou —autor baquiano, siempre boricua y ahora mendocino— relata de los quehaceres de un cura cumpliendo con mucho éxito la tarea de asistir a un moribundo. Desde los jardines de la para-poesía llega un nuevo trabajo de Miguel Rodríguez Liñán, incansable lector que se da tiempo para escribir el detalle de sus lecturas poéticas, esta vez específicamente sobre Eucaristía, poemario de Róger Santiváñez. Por su lado, Santiago Risso, poeta y promotor cultural, envía una entrevista con el también poeta peruano Juan José Soto. Dos noticias de sendos libros sobre narradores universalmente andinos completan el mes de mayo en Ciberayllu. El primero, muy reciente, combina trabajos de Edgardo Rivera Martínez con nuevos trabajos del propio autor jaujino en un volumen editado por César Ferreira. Y el segundo, no tan reciente pero de poca difusión en nuestro medio, es un detallado estudio de la obra de Manuel Scorza escrita por la académica española Dunia Gras Miravet, en una enviada por Magdalena Chocano, Domingo
Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu © 2006, Ciberayllu, Domingo Martínez Castilla. Todos los derechos reservados. Para citar este documento: |
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