Mensaje del kuraka

Primero de marzo del 2006

[Ciberayllu]
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Hay cierta desazón entre quienes no hemos podido constituir una generación capaz de gobernar con decencia en el Perú: no sabemos por quién votar en las elecciones que se avecinan, pues no nos satisface —ni lejanamente— ninguno de los candidatos.  Lo realmente más doloroso es que no tenemos a quién quejarnos. El único derecho al pataleo que nos va quedando se parece más al de los ahorcados que al de las minorías políticas. Cuando alguien metía la pata, en mi jaujina familia existía el antiquísimo «Vete a quejar a Moya», que luego averigüé era de un viejo dicho donde Moya no era un lugar ficticio, como creíamos, sino un personaje inexistente (probablemente pariente cercano del «Paga Moya» que se usa mucho en Chile).

Pues a donde Moya tendremos que ir. De los candidatos con posibilidades, la «persona más capaz» proviene de una derecha con cara lavada, pero muy derecha al fin, y por lo tanto heredera de la exclusión, del neoliberalismo ya de capa caída, y de la república aristocrática del siglo pasado. El «partido más organizado» insiste en tener al frente a un ex-presidente cuya gestión previa incluye, entre muchas desgracias, la destrucción de la economía nacional y una matanza de presos políticos, y que muestra con frecuencia signos absurdos de arrogancia y desprecio en contra de ese pueblo que su florido verbo aduce defender. De estos dos méritos también hace gala el tercer candidato con posibilidades, apoyado en un tercerismo populista que no sólo merece sino que demanda la atención de todos, pues —entre otras joyas ideológicas— el rebelde militar promueve la exclusión, nada menos, además de tratar de reivindicar un indigenismo más bien súbito, vendiéndose como un híbrido imposible de Hugo Chávez —populista con ingentes petrodólares— y Evo Morales— líder histórico, indígena de lengua, sangre y cultura, probado en mil batallas desde el Chapare hasta el altiplano—. De la vieja izquierda, tan limpia como intrascendente, queda un residual cuatro por ciento predeciblemente dividido entre tres.

Como muchos otros que ya estamos acostumbrados a que nos manden a quejarnos a Moya, este editor depositó votos negativos por Alberto Fujimori en 1990 (en contra de la derecha de Mario Vargas Llosa) y por Alejandro Toledo en el 2001 (en contra del probado currículum destructor de Alan García). Recién llegado a la política, Fujimori —entre innumerables deméritos que abarcan prácticamente todo el quehacer político, desde la guerra sucia que debemos recordar siempre, hasta una corrupción basada en leyes y votaciones mayoritarias y autoritarias del congreso y no meros sobres de dinero bajo la mesa— sembró y regó las profundas raíces de lo que hoy abunda en el Perú: una desconfianza casi visceral por el ejercicio democrático. Y el otro recién llegado, Toledo, que venía con algunos lauros tecnocráticos, mostró, y sigue mostrando hasta el final, una increíble capacidad para generar escándalos diarios a partir tanto de las mezquindades de la vida personal como al otorgamiento de prebendas al mejor estilo caudillista.

Nuestra democracia se ha quedado en el voto cada cinco años. Tenemos hoy un país profundamente dividido en el que los escépticos ciudadanos creen más en el grito y el bloqueo de calles que en cualquier institución gubernamental, llámese congreso, juzgado, presidente. Y somos culpables, tanto los que pasamos cinco soles a un policía de tránsito como los que votamos cada cinco años sin atrevernos a empezar siquiera a diseñar el largo camino hacia un país posible.

¿Qué hacer? No sé lo que harán los lectores, menos aun quienes tendrán que vivir el Perú nuestro de cada día de los próximos cinco años, pero deseémonos suerte y escojamos con cuidado quienes nos representarán en el congreso. Mientras escribo estas líneas, siempre apresuradas, se me ocurre que debo volver a revisar los planes y programas, y los estilos, y buscar entre ellos vocación democrática —es decir voluntad de escuchar a la gente y de rectificar rumbos—, pues creo que lo peor que podemos hacer es hipotecar el país por cinco años a quien quiera que gane. No hay bueno conocido ni bueno por conocer.

(Y en el vaso medio lleno estás tú, América Latina, que no me dejas renunciar al optimismo y que cada día me mandas el recuerdo de tu sonrisa y tus rubores, de tus osadas timideces. Y como cada año, en esta época, te pienso en carnaval, con polleras o con plumas, con coronas fantásticas o sombreros de paja, con monillos bordados de mostacilla o corpiños de lentejuelas, o simplemente con tus ojos que dicen siempre preguntas, mirándome bailar entre la multitud.)


Mes chiquito que suele encerrar al enorme carnaval, febrero ofreció contribuciones eminentemente literarias, como se ve a continuación.

La poesía se hizo presente en dos series de tres poemas cada una. De Melisa Kiyamu —que debuta en Ciberayllutres poemas de lenguaje llano e intimista. Chrystian Zegarra, por su lado, envía una muy fresca trilogía de poemas que, sin ser de lenguaje violento, envuelven al lector en una manta de violencia.

En el plano para-poético, nos llega un especial trabajo de Miguel Rodríguez Liñán, en el que vuelca, paso a paso, su relación de lector con la poesía del colombiano Jorge Torres Medina, mostrando que la los versos, en el acto mismo de leerlos, terminan siempre relacionados a la experiencia personal del lector.

Recordando su paso por esa casa de prensa, Alberto Mosquera Moquillaza ofrece un testimonio de lo que fue trabajar en el peculiar diario limeño Última Hora, que marcó durante 40 años la cultura nacional y su lenguaje.

Jorge Díaz Herrera es un veterano debutante en estas páginas, y lo hace con un cuento que combina costumbrismo y algo de magia en los momentos de la muerte. Y desde más al sur, Antonio Bou, boricua derivado en mendocino, contribuye con un párrafo hecho historia de una despedida.

Hay también una nota sobre la revista World Literature Today, que ha incluido en su último número un ensayo de Edgardo Rivera Martínez. Y hay nuevas notas brevísimas sobre libros y revistas que nos han llegado.

Saludos de carnaval, amigas y amigos.

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
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Para citar este documento:
Martínez Castilla, Domingo: «Mensaje del kuraka, marzo 2006», en Ciberayllu [en línea]

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