Mensaje del kuraka

Primero de febrero del 2004

[Ciberayllu]
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¿En qué nos parecemos / tú y yo a la nieve?
Tú, en lo blanca y galana; / yo, en deshacerme.

De una vieja canción castellana.

Sobran ideas, pero son todas incompletas, ergo malas. De ahí estas dos notas inconexas de alguna ciencia comparativa; claro que las notas podrían, fácilmente, ser peores.

Uno. Se escribe poco sobre las fiestas de los pueblos. Pero no hay forma de olvidar los disfraces de colores especiales, las máscaras, las caras pintadas, el humo que trae los aromas de parrillas y, sobre todo, los paisanos que vienen de muchos lugares a reencontrarse con música, recuerdos, rostros y sabores. Y se bebe y se come. Y se alteran las normas sociales: los respetos no guardan respetos y todo el mundo ríe. Hay reglas, pero no son las de siempre, y tienen que ver más con continuar ciertas tradiciones que otra cosa. Si es por la fiesta, todo se perdona. Lo que se pasa por alto es que las fiestas de ese tipo existen en todo el mundo.

Y ahora la trampa del kuraka: si, al leer el párrafo anterior, la lectora pensaba en una fiesta patronal de algún pueblo o ciudad de Nuestra América, pues puede ser, no lo niego. Pero este editor estaba describiendo, muy de cerca, un típico sábado de otoño, con partido de fútbol americano, en cualquier universidad grande de los Estados Unidos. Y es igual en muchas ciudades europeas, y africanas, y asiáticas. Desde Nakuru hasta Chachapoyas, pasando por Raleigh y Tallahassee. (¿Y por qué será que eso de cocinar al aire libre es tan universal en estos casos?)

¿Y a qué viene eso? A que cada enero quisiera estar en mi ciudad andina, bailando en las calles.

Dos. La patria: se desmorona el poder político en nuestro Perú de cada noche. ¿Hubo alguna vez en lugar alguno un presidente con menor índice de aprobación? Decía un amigo, limense escribiente en correo reciente, que el presidente del Perú «goza de la oposición más benevolente que haya tenido un gobierno desde que tengo memoria. Nadie quiere que se caiga, pero el hombre hace todo lo posible...» Sospecho que debe haber también un insospechado respeto por el orden constitucional... y un enorme temor a cualquiera de las «alternativas» que, como buitres, esperan que la aprobación presidencial llegue a cero.

Acá en el norte, se empiezan a preparar las artillerías retóricas y propagandísticas para la gran batalla electoral de noviembre: país dividido, dicen, más de lo común. Gente de cada lado (¿dos lados derechos?) piensan que si pierden, será por «culpa» de ese diez por ciento que está indeciso hasta el día mismo de la votación. No entiendo. O sí, pero prefiero no decir que si un lado pierde es, primero, por «culpa» de los que votaron por el otro (normalmente son más los que votan por quien es elegido presidente, aunque hay excepciones, como la de hace casi cuatro años); y segundo, por todos los que no votaron; y tercero, porque se vota por los ganadores, no por los principistas. Y ahí lo dejo, que no es mi patria.

(Yo entiendo mis fiestas, América Latina y, por eso, aprendí a entender los sábados o domingos de fútbol americano. Pero sé que estás en aquellas y raramente te apareces en éstos. Y yo tampoco. Pero encontrarte en estos lugares lejanos es siempre especial, casi absurdo: cosas de la diáspora, difícilmente imaginables hace tres o cuatro décadas, donde nuestros expatriados se encontraban casi exclusivamente en las grandes capitales, pero no en ciudades pequeñas y remotas, y menos aún en pantallas que relumbran hasta muy entrada la noche, esta noche fría.)


Año nuevo, escritos nuevos, y un buen fajo. Veamos lo que se añadió en el mes de enero, en el que nos nivelamos algo.

Damos la bienvenida a Martha Ojeda, quien desde hace varios años investiga la labor poética de Nicomedes Santa Cruz, y que acaba de publicar un libro al respecto. Reproducimos la muy informativa introducción de Nicomedes Santa Cruz: ecos de África en Perú.

Siguiendo con las bienvenidas, Danilo Sánchez Lihón se hace presente en Ciberayllu con un comentario sobre el problema de la identidad en el Perú, principalmente a la luz de la obra literaria de los epónimos escritores andinos Vallejo y Arguedas.

De sus borradores guardados por un buen número de años, Edward Waters Hood rescata una conversación con Manuel Zapata Olivella, en la que este escritor, folclorista, médico y vagabundo de la costa colombiana expresa múltiples opiniones sobre el uso del lenguaje en la literatura de su amigo Gabriel García Márquez.

Tres relatos muy distintos han llegado de tres lugares también muy dispares. Desde Chicago, y después de varios meses, Margarita Saona vuelve a las andadas creativas con un cuento donde las imágenes de una fotografía de madre e hija dan paso a los temores del presente. Miguel Rodríguez Liñán, cronista impenitente, incursiona ahora en el relato con una historia que envía desde Francia, donde habla de los encuentros en un alucinante picnic en un puente parisino. Y cerrando el mes, José B. Adolph nos regala con una historia irreverente y llena de humor, a costa del lado superficial de feministas, tribus africanas y las Naciones Unidas.

La poesía viene, primero, de parte de Ricardo Vírhuez Villafane, que resume en diez poemas su mirada a Nueva York. Y luego, del grupo poético Neón, muy activo especialmente a inicios de los noventa, llega una antología (preparada por Leo Zelada y Héctor Ñaupari) que incluye a once de sus miembros: Harold Alva Viale, Luis Espejo Sotelo, Mesías Evangelista Ricci, Paolo de Lima, Miguel Ildefonso, Isabel Matta Bazán, Héctor Ñaupari Belupú, Carlos Oliva Valenzuela, Roberto Salazar, Juan Vega Moreno y Leo Zelada.

Y Alberto Mosquera Moquillaza regresa a nuestras páginas, esta vez con una crónica de la juventud limeña de hace unas décadas, que se escapaba del colegio al cine para hacer volar la imaginación entre las divas de la pantalla.

Buena lectura, amigos.

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
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Para citar este documento:
Martínez Castilla, Domingo: «Mensaje del kuraka, febrero 2004», en Ciberayllu [en línea]

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