Mensaje del kuraka

Primero de mayo del 2003
[Ciberayllu]
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Y te acosan por la vida
azuzando el miedo,
pecando en el río turbio
del pecado y la virtud
vendiendo gato por liebre
a costa de un credo
que fabrica platos rotos
que acabas pagando tú.
(De «Los macarras de la moral»
de Joan Manuel Serrat)

Cuba. Irak. El imperio. Primero de mayo. Menem. Palestina. No, temas no faltan en este primer día de mayo; muchas cosas de escribir, acantilados ideológicos y éticos por donde caerse, dándose de posaderas contra la realidad.

Me refiero a que este abril que ha pasado ha causado, una vez más, el fenómeno de los dedos acusadores, que emplazan con preguntas tramposas: «¿Y ahora qué dices de Cuba? ¡No me digas que tú hubieras preferido que se quede Saddam Hussein, ese sátrapa moderno! ¿Y qué de los asesinos suicidas que matan a escolares israelíes?» Y así por el estilo. Se exigen pronunciamientos definitivos, finales; se acusa a quien no se manifiesta en público a favor de estas decisiones supuestamente dolorosas pero necesarias, o en contra de aquellas inexcusables barbaridades. (Incluso se acusa a quienes sí se pronuncian... por no haberse pronunciado antes.) El juego, por supuesto, es buscar que uno se contradiga, que se entreguen los principios en aras de la realidad, que implícitamente se justifique nuevas barbaridades en contra de los bárbaros.

¿No hay acaso derecho a la confusión? Tenemos, parece, los humanos, una tendencia a convertirnos en fiscales absolutos, en los cafichos de la moral a que alude Serrat en la canción del epígrafe: la satisfacción de ver embarrarse al contrincante, de ver que el enemigo se quede sin amigos. Y no hay gris que valga, pues no se trata de medias tintas. Ítem: Cuba. El cariño que mucha gente de nuestra América le tiene a la isla y a su gente, y sobre todo a los logros de su revolución, no tiene por qué tramposamente significar un cheque en blanco para el gobierno cubano. Y viceversa: la represión y los abusos de éste no tienen por qué invalidar los brillantes colores de las escuelas cubanas ni las danzas de Alicia Alonso o los poemas de Nancy Morejón, y entregar a Cuba a los autoproclamados libertadores de hogaño. Bueno, ¿y qué es lo más importante? ¿Las escuelas o los derechos humanos? ¿El excelente sistema de salud pública de los últimos 40 años, o los tres cruelmente fusilados por el gobierno cubano en abril? ¿Es acaso imposible condenar la barbarie y alabar los logros? ¿Hay que abandonar a su suerte a Cuba, para que después de ser golpeada desde adentro sea violada desde afuera? No, pues, no es sólo blanco y negro, y no hay gris que valga, sino miles de colores, brillantes los más, desagradables los pocos. Hay puntos a favor y comas en contra: la balanza tiene manzanas en un plato y naranjas en el otro, y hace difícilmente aceptable cualquier pronunciamiento «definitivo», desde el hiperracionalizado punto de vista de este editor.

Lo mismo sucede al interior de este poderoso país, donde parte de la gente que se opuso valientemente a la guerra tiende ahora a quedarse en silencio ante el «triunfo libertador» (¿es que alguien dudó de la supremacía militar estadounidense?). Los soldados muertos, los compatriotas muertos, pesan en la balanza mucho más que los principios y la razón, a pesar de que son cosas totalmente distintas. Manzanas vs. Naranjas. Papas vs. Camotes. Se fue el dictador, pero se olvida que los muertos inocentes los puso Irak, que el costo de la destrucción lo pone Irak, que las dolorosas cicatrices cubrirán a Irak por muchos años. No hay balanza que valga.

Sí, todo esto es confuso, la vida es una gran confusión cuando se enfrenta a momentos de ruptura, cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, y se dicen amorosas crueldades, ¡vaya!, Gabriel Celaya; sin duda todo está muy bien y todo está muy mal, sin duda, Pablo Neruda. Y a quienes no gobernamos ni pretendemos gobernar, a quienes no nos mueve interés alguno por el poder (y que nos angustia el no poder cambiar las cosas), nos queda solamente el refugio en los principios. Y en la confusión.

(Es también confusión la que siempre sentiré al mirar tus ojos, América Latina, al no saber si vas o vienes, al haber perdido la habilidad de leer tus designios, tus deseos, al no saber si suspiras de felicidad o de añoranza,al no entender ya dónde empieza tu libertad, dónde termina tu angustia para dar lugar a la placidez de la felicidad. Me toca verte, ya, pero no puedo.)


Por estos imperiales lados del mundo, abril es el mes de la poesía, así que todos a acomodarse que no por gusto se es la única potencia del mundo: mes de la poesía para todo el mundo, sin lugar a reclamo ni que la primavera en el sur es en setiembre ni excusa de ningún tipo. Lo bueno es que todos los meses, imperio o no, son buenos para la gaya ciencia en estas páginas, como lo muestra el poema de largo aliento que Óscar Málaga Gallegos publica ahora: «La noche tiene el olor del cuero negro» es parte de la colección que, bajo el título de El libro del atolondrado, le valió al autor el primer premio de poesía en la convocatoria del Juan Rulfo del 2002. Y al otro lado del universo poético, Leo Zelada, trabajando sobre la base de los cánones chinos y coreanos, ofrece seis breves y minimalistas poemas orientales.

Damos la bienvenida a Carlos Powell, periodista argentino residente en Nicaragua ergo latinoamericano, que nos ha enviado una larga entrevista con el reconocido narrador nicaragüense Sergio Ramírez, a propósito de su reciente novela Sombras nada más, pero tocando muchos otros aspectos, desde el arte de narrar hasta el de retirarse de la política, incluyendo a dictadura e Irak.

En cuanto a narración, abril será el mes de la venganza, pues ése es el tema común de los dos breves cuentos que nos llegan de diferentes hemisferios y continentes. Óscar Sipán, que sigue acumulando premios y acaba de publicar un libro, nos envía una historia literalmente kafkiana que no debemos detallar mucho; y desde la cálida Santa Cruz de la Sierra, la escritora boliviana Giovanna Rivero nos regala una igualmente breve y contundente historia de celos femeninos.

La crítica literaria vino este mes de parte de Camilo Fernández Cozman, quien nos presenta y analiza «El héroe», un breve cuento (incluido) de Luis Loayza, orfebre de la palabra y del lenguaje, mostrándonos idioma, retórica y mitoen el trabajo de este escritor peruano.

De postre, que no entrada, no uno sino muchos cebiches preparados por el verbo sin pausa de Miguel Rodríguez Liñán, que hace de su escrito un tratado mínimo de este plato singular.

Y al cierre, una nota sobre los volúmenes 2 y 3 de la La historia de Iberoamérica desde los niños, de Juan Acevedo, historietista que ha invertido los últimos años en esta extraordinaria obra de difusión que ya quisiéramos haber tenido para aprender y querer nuestros Chichen Itzás, Quetzalcoatles y Atahualpas.

Abundante material que confirma algo, de seguro...

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
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Para citar este documento:
Martínez Castilla, Domingo: «Mensaje del kuraka, mayo 2003», en Ciberayllu [en línea]

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