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e podría esperar que, estando en el Perú en un momento tan importante como el de este cambio de gobierno, este kuraka (suerte de devaluado cacique andino) tuviera algo original que decir. Pero los diarios y revistas, y sobre todo los amigos, ya lo están diciendo todo, con mucho más conocimiento de causa que el de un peruano que ya no come en estas tierras ni tiene que luchar a diario con la desesperanza. Vale la pena subrayar, sin embargo, algunos conceptos que deben repetirse tantas veces como se pueda, porque son hechos inéditos de los que podremos estar orgullosos de mostrar a nuestros hijos y al mundo. Veamos.
Los dos primeros son hechos incontrovertibles y definitivamente valiosos. El último es por ahora simbólico tremendamente simbólico y habrá que contribuir para que no se quede en puramente ceremonial. Respecto al nuevo gobierno, hay en todos los cuarteles más esperanza que expectativa, y muchos sectores de la población están dispuestos a darle el beneficio de la duda, pero parecen al mismo tiempo muy alertas. Para este kuraka hubo momentos emocionantes en la transmisión del mando, y paso a compartir un par que hicieron que se me encoja el corazón. El primero fue que, como parte de la transmisión de mando, el presidente saliente entregara al entrante la bandera cien veces lavada en la Plaza Mayor de Lima en los meses finales de la dictadura, como diciéndole: «Te la entrego limpiecita después de cuidarla ocho meses; ahora te toca mantenerla así por cinco años.» Este gesto revela la importancia que el gobierno provisional le dio a las movilizaciones populares que acabaron pacíficamente con el gobierno autocrático. Tendremos todos que ocuparnos de recordárselo constantemente al nuevo gobierno. El segundo fue la invocación inicial en la ceremonia de Machu Picchu: la señora del nuevo presidente europea quechuahablante leyó en el idioma nativo una invocación a los dioses tutelares andinos que debe haber remecido a la tantos siglos postergada población andina. La única religiosidad que se vio en Machu Picchu fue la andina; los únicos sacerdotes presentes fueron los de los cerros tutelares del Cusco; la única ofrenda que se hizo fue presentada a la Pachamama, a la madre tierra. Le pido al lector que no trate de leer entre líneas: no soy creyente de ninguna religión, y no soy muy optimista respecto a lo que vaya a hacer este nuevo gobierno, pues si basamos nuestra lectura en la selección de ministros, no parece haber nada nuevo bajo el sol, sino más de la misma política neoliberal. Mis emociones provienen de que en una forma u otra este cambio de gobierno ha acercado más al pueblo con las grandes decisiones, y convierte en muy visible a ese idioma y esa religiosidad tan importantes (estamos hablando de millones de individuos multiplicados por cientos de años) y tan excluídos. ¿Será éste el inicio del fin de la exclusión como forma de vida y de (des)gobierno? Esperemos o, mejor, hagamos que así sea. Una última reflexión: en los últimos años, todos hemos oído y hablado de «vergüenza ajena» cada vez que algún factótum del gobierno autocrático metía la pata, o al enterarnos de los niveles que había alcanzado la corrupción, o por cualquier cosa. Creo que «vergüenza ajena» es un oxímoron, es decir una frase intrínsecamente contradictoria, pues la vergüenza es y debe ser siempre propia, especialmente aquella que proviene de nuestros políticos y gobernantes. Hablemos más bien del «orgullo ajeno» pues el propio, cuando es legítimo, suele ser muy personal que nos da ver que nuestros amigos, sin excepción, están limpios de esa maraña corrupta que un gobierno impensable echó sobre la nación; y no sólo están limpios, sino que han contribuido decididamente a la limpieza sin pedir cargos ni ofrecer declaraciones. (Y te encontré aquí, América Latina, y vi tu sonrisa, de frente, en una calle inesperada, y recordé tu forma de bailar, y te ataqué y, sin desprenderme de ti, no pude contenerme y tuve de nuevo quince años y el primer beso y el rubor de no saber más de tus caprichos, y recordé caminatas que debimos haber tenido, y desée un cerro desde donde mirar al pasado, contigo al lado.) Disculparán los lectores por la poca cantidad de material añadido a Ciberayllu en este mes de julio, que nos encontró a horcajadas entre el estío en el norte y el invierno en el sur. Pero hay para leer, dos comentarios y dos notas bibliográficas. Rara vez tan coyunturales, ofrecemos ahora una muy informada nota de Óscar Ugarteche quien desde hace más de cinco años predicaba en el desierto los milagros del régimen autocrático tal como ahora se vienen revelando a todo el mundo, en la que discute las conexiones entre la corrupción y las relaciones Perú-Estados Unidos. Sigue otro comentario de Felipe Vázquez de la Universidad Autónoma de Méxicosobre el trabajo del crítico y antologista peruano José Miguel Oviedo, quien ha plasmado en cuatro tomos una historia de la literatura hispanoamericana. Se añaden a estos comentarios dos notas sobre publicaciones de interés para nuestros lectores: una de Julio Mendívil sobre un libro de cuentos de nuestro colaborador Walter Lingán, y la otra sobre una antología de la narrativa de la violencia en el Perú a partir de los años 80, preparada por Mark R. Cox. Reavivemos la esperanza, pero sobre todo las ganas de trabajar. Desde Lima, mis mejores deseos a todos los
peruanos y latinoamericanos, y ya nos veremos en setiembre. Domingo Martínez Castilla © 2001, Ciberayllu, Domingo Martínez. Todos los derechos reservados. |
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