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na de las peores formas de ignorar un asunto es anunciar públicamente tal decisión. Así que, siempre atento a las malas movidas, digo que en este editorial que miran (y espero lean) entre 300 a 400 personas cada mes no me voy a ocupar de la más absurda de las elecciones que se ha visto en mucho tiempo, porque no sé qué decir pues se trata de escoger entre un malísimo conocido y un muy probablemente malo por conocer, y otras cosas más que mejor dejamos en el teclado. Así que es mejor hablar de otras cosas importantes. Y esta vez quiero referirme a la pionera Letralia, Tierra de letras, hermana mayor por algunos meses de Ciberayllu. Bajo la incansable batuta de Jorge Gómez Jiménez, Letralia se dedica a difundir por la red la riqueza de la literatura castellana. Mucho más atento a cubrir todos los nichos, Jorge está siempre al tanto de concursos, noticias literarias, premios y cuanto hay, sin faltar por supuesto la creación y la crítica. Ejemplo notable de la naturaleza mundial de la red, Letralia se distribuyó inicialmente a través de una lista de correo electrónico alojada en una máquina española, y luego desde nodos de Estados Unidos y México se asentó en la red a través de su sitio web, parada obligatoria de los navegantes en busca de aventuras y noticias literarias. Como publicación periódica, Letralia se ofrecía en números por lo general quincenales, lo que sin duda requería un esfuerzo pasmoso de Jorge quien, desde Cagua, estado Aragua, en Venezuela, movía los hilos y hacía coordinaciones con escritores de todo el globo, asegurándose de estar siempre a la cabeza de las noticias literarias. Pero la dura realidad de Nuestra América parece haberse enfadado con Letralia. Entre problemas técnicos y de comunicaciones, www.letralia.com nos hace falta ahora, y desde hace ya un buen número de meses. Una página en blanco es lo que aparece a nuestro llamado: nada más ni nada menos. No hay error: sólo una terca página en blanco que parece estar esperando a que el río de la red vuelva a su cauce, y se llenen las páginas de poemas y de cuentos, de noticias y concursos, y de ese espíritu pionero de Jorge Gómez Jiménez, cuya Letralia siempre echamos de menos. Me comuniqué con Jorge a principios de este año, para ver si algo se podría hacer, y por lo menos ofrecer las páginas de Ciberayllu para lo que fuera menester, pero luego perdí el contacto. (Sigue en pie el ofrecimiento, Jorge, si logras leer esto.) Esperaremos, pero algo más quisiéramos hacer. (¿Cómo será Cagua? ¿Será un desierto donde se va a olvidar, como en alguna canción, o será un llano de rítmicos joropos donde alguna mujer hermosa sale apurada a estar linda en domingo de resurrección? No, no creo que sea un desierto, que para mí es la ausencia y el no verte, América Latina, y el no saber siquiera de qué largo tienes los cabellos o de qué ancho usas las sonrisas: tánto tiempo estoy pasando sin verte. Me iré a consolar con las fotos que guardo muy cerca, con árboles por cejas, con cerros por tu perfil perfecto ¿lo sabías?, con café por perfume y entonces cerraré los ojos.) Para variar, abril vino con fuerza, y dejó apabullado a este editor, que no pudo ofrecer a nuestros lectores todo lo que teníamos planeado. (Mucho tiempo perdido-ganado en Napster, supongo, cuando aún valía la pena: mea culpa. Ya les contaré de mis aventuras con Napster.) Así que, en abril, de lo buenísimo, poquísimo, a ver si en mayo convertimos eso en «de lo buenísimo, muchísimo». Cuatro cosas buenísimas (permítanme abusar del superlativo, a ver si así parece más) añadimos a Ciberayllu en abril. Primero, una historia de Antonio Bou, que trae historia, con su Barataria sospechosamente borinqueña y todo, y que nos acabamos de enterar se la van a publicar en Francia (como ya ha pasado con otros cuentos de Ciberayllu: cosas de franceses). Agapito Maravillas, se llama el protagonista de tan singular historia de no muy andantes caballeros. Luego, desde el Cauca colombiano por vía de Nueva York, Oscar Wilson Osorio (bienvenido) nos hizo llegar un muy oportuno análisis crítico de las formas de confrontación en la obra del querido y siempre recordado Manuel Scorza, quien llevó el realismo mágico a los siempre disparejos caminos de la literatura cuasi testimonial. Y van dos. Tres: es el número de poemas de amor, largos, coloquiales y tranquilos, como dicen que es el amor de verdad, que Ricardo Vírhuez (también flamante colaborador) nos envió desde Lima. Periodista, Ricardo demuestra una vez más, que falta no hace si bien suele olvidarse que el arte de la palabra es uno. Y el cierre de abril es también el primero de mayo, día de los trabajadores, por lo que nada más oportuno que el detallado trabajo ofrecido por José Luis Rénique sobre la evolución juvenil de Juan Croniqueur, seudónimo de José Carlos Mariátegui, organizador de obreros, fundador del socialismo peruano y figura intelectual que sigue creciendo cuanto más se estudia. Creemos que el trabajo de Rénique será consulta obligatoria porque es una narración de los cambios del pensamiento del joven Mariátegui, pero escrita básicamente con las mismas palabras del sujeto. Quisiera prometer aún más para mayo, pero he venido incumpliendo tanto que mejor lo dejamos ahí. (¡Pero les juro que hay un montón de cosas casi listas!) Saludos. Y feliz primero de mayo. Domingo Martínez Castilla © 2001, Ciberayllu, Domingo Martínez. Todos los derechos reservados. |
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