Mensaje del kuraka

Primero de abril del 2001
[Ciberayllu]
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Hoy, primero de abril, es el día de las bromas («día de los tontos», si queremos pegarnos a la letra) en los EE.UU. y en otros países de habla inglesa: algo así como nuestro día de los santos inocentes —día éste muy caro para este kuraka, especialmente el del año 2000, carísimo—, pero rara vez me ha tocado en este país ver que alguien haga una broma personal.

Este año, el primero de abril no está para bromas. En un plano muy distinto, al cambiar la hora en el lugar donde vive este editor, se siente más cerca a la siete meses lejana patria, pues lo relojes marcan lo mismo aquí y allá, donde dentro de una semana habrá elecciones, nuevamente, para tratar de desfacer el terrible entuerto que causó el gobierno anterior al resistirse terca, abusiva, inmoral e ilegalmente (hay más adverbios, si alguien cree que estos no son suficientes) a entregar el poder.  Si bien no hay entre los candidatos de hogaño ninguno que despierte la confianza —para no mencionar la simpatía— de la mayor parte de la gente que tiene a bien mantenerme al día de lo que pasa, hay un aspecto muy importante que una amiga subrayó en un reciente intercambio epistolar: esta vez nadie se va a robar la elección, y eso es algo que hay que atesorar, por lo menos entre el momento de la elección y la juramentación del nuevo gobierno en julio próximo.

El hecho mismo de que los candidatos a la presidencia no sean precisamente de lujo, es algo que también hay que asignar a la larga lista de deméritos del mencionado gobierno: la destrucción de la clase política fue claramente uno de sus objetivos pues, más allá de las ideologías, una oposición política es siempre un obstáculo a la corrupción masiva e increíble que fue —ahora lo sabe todo el mundo— la primordial y única razón de ser del gobierno de la década pasada.  (No, no creo que haya nada que rescatar, y en eso no estoy solo: es cada vez más evidente que los «logros»  del gobierno eran sólo concesiones para que los dejaran seguir robando. Y, más aún, no hay nada que justifique pasar por encima de los derechos humanos de nadie, culpable o inocente, pobre o rico.)

A pesar de todas estas barbaridades, hay lecciones que el Perú ha dado al mundo, y que hay que rescatar, subrayar, ensalzar y repetir (hoy me atacó una figura retórica cuyo nombre no recuerdo... ¿Tito Hurtado?).  En primer lugar, la creciente y pacífica presión popular que gradualmente, sin dar tregua un solo día, sacó a la luz los niveles de autocracia, ilegalidad y corrupción.  Qué orgullo siente uno de esos heroicos amigos (que estaban todos los días dando lecciones de civismo e integridad moral: los admirables lavadores de banderas, los que hicieron populares las bolsas de basura con las imágenes de los gobernantes anteriores, los que llenaban de basura —basura cuidadosamente limpia, recién hechecita, basura retórica—  los jardines de las casas de ladrones y encubridores).  Y más valiosos aún porque ninguno de ellos —hasta donde sé— se ha precipitado a poner su nombre en las listas de candidatos. Sin esa presión popular, no hubiera sido posible la explosión de documentos audiovisuales que muestran la asquerosa entraña del poder, en toda su desnudez. Creo que caben muy pocas dudas —si es que alguna— que los primeros videos salieron a la luz por la confianza que los movimientos populares les dieron a los denunciantes.

En segundo lugar, los académicos y literatos, sicólogos y voyeristas (mea culpa), van a tener años de estudios y cerros de materiales estudiando esos extraordinarios documentos audiovisuales que son un testimonio de cómo funciona el poder, la corrupción, el prebendazgo, el soborno.  Las grandes novelas del poder en América Latina, desde el Tirano Banderas hasta el «Chivo» dominicano, se han convertido en pálidas ficciones frente al poder que a diario se ejercía —documentándolo— en el Perú.

Y en tercer lugar, no deja de llenar «este pechito» —como se dice en Lima— de más y más orgullo, y de mucho alivio, que toda esta transición se hay realizado sin más violencia que la del verbo desesperado de quienes tratan de justificar su apoyo incondicional al gobierno anterior.  Ni una gota de sangre, ni un solo auto quemado.  La magnitud de lo que se iba descubriendo nos dejó, felizmente, anonadados. Nos sigue dejando.

(Creo que el Perú te mostró mucho, América Latina.  Ya sabemos que los cinco años que se vienen serán difíciles, y que todos los ojos —incluyendo los claros ojos tuyos— estarán puestos en el país más antiguo de América del Sur.  Desde acá, te ayudaré a mirarlo, como pueda.)

Revisando lo que nos trajo marzo —y me refiero ahora a Ciberayllu—, creo que es posible decir «de lo bueno, mucho».  Y debo subrayar que en los últimos meses el material que llega es abundante y relevante, y sobrepasa ampliamente la capacidad de este editor.  Pero se hace lo que se puede.  Paciencia a nuestros lectores y, sobre todo, a nuestros colaboradores, que últimamente han visto extenderse los periodos de espera. (Creo que vamos a tener que contratar un vice-kuraka —o sacha-kuraka— para que nos dé una mano en eso de leer y editar.

En cuanto a creación literaria, marzo empezó con un cuento del fidelísmo y siempre innovador Antonio Bou, que esta vez aprovecha el parecido de uno de sus personajes con Alain Delón para revisar historias personales e insulares.  Luego Walter Lingán, que ya nos había abierto los ojos con un cuento de exiliados, nos sorprende nuevamente con una larga, poética y violenta narración de la llegada de la guerra sucia a un pueblo cajamarquino (en la sierra norte del Perú) .  Y damos la bienvenida a Madeline Millán, escritora caribeña que se mete en los dominios del artículo científico, para irle cambiando palabras hasta hacerlo poesía: propuesta interesante la de sus «Tesis sobre los movimientos del mar».

También en el ámbito de la literatura, publicamos el discurso que leyó Edgardo Rivera Martínez el 15 de marzo, al ser incorporado como miembro de la Academia Peruana de la Lengua. Edgardo, siempre reservado, comparte con este texto —«Aventura y rigor en la ficción novelesca»— su historia personal en cuanto lector, creador y maestro universitario.

Francisco Olaso, periodista y literato argentino, nos envió desde Alemania el texto «Partida de Sapukai», un relato personal, y al mismo tiempo periodístico, etnográfico y literario,  de una despedida después de una cálida visita a una aldea guaraní.  Y conmemorando el día internacional de la mujer, Cebaldo Inawinapi, hombre Kuna, compartió con nosotros un mensaje fraterno, y otra visión de la mujer en el mundo.

Por su importancia en cuanto análisis, dejamos para el final la mención de un  nuevo ensayo del literato César Ángeles L., quien esta vez se ocupa in extenso de la poesía de Domingo de Ramos, escritor de la nueva hornada, peruano por antonomasia, limeño de esta parte de la historia —mestiza, por fin, de raza y sobre todo de cultura—.  (César ha incluido también una breve antología del poeta.)

(Números del mes: nuestra portada pasó en marzo las cien mil visitas, lo que se suma a más de un millón de páginas «servidas» desde que empezamos, hace casi cinco años.  Algo deben significar esos números, porque no sabemos de ninguna publicación similar que tenga una audiencia mayor.)

Abril traerá a nuestros lectores varios ensayos importantes que ya estamos editando.  Mantengan la sintonía,

Hasta el día del trabajo, amigos lectores.

Domingo Martínez Castilla
Kuraka editor de Ciberayllu
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