Mensaje del kuraka

Primero de octubre del 2006

[Ciberayllu]
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Desde que apareció este espacio en la red global, hace casi diez años, se ha tenido siempre presente la preocupación por la exclusión secular de segmentos importantes —en algunos casos hasta mayoritarios— de la población de nuestros países. En Colombia, por ejemplo, se privilegia a la capital y a los otros valles interandinos sobre la costa del Caribe; en México se posterga al sur; y en el Perú, históricamente la capital ha tenido un rol hegemónico frente a la población mayoritaria de la Sierra, como se llama ahí a la región andina.

Se ha avanzado bastante en las últimas décadas para corregir estos importantes problemas, pero aún hay evidentes e irritantes formas de exclusión. En el Perú, subsisten fuertes expresiones racistas, a pesar de la masiva migración de gente de la Sierra que ha convertido a la vieja capital virreinal en una ciudad distinta y mucho más representativa de la población nacional. Un ejemplo palpable está en la industria de la publicidad y el mercadeo, donde la ausencia de modelos con rasgos fenotípicos andinos es casi absoluta, prefiriéndose siempre a la gente de rasgos europeos.

Esta breve introducción viene al caso por la discusión notable —queda por ver si importante— causada por el estreno de Madeinusa, una película transgresora ambientada en una imaginaria comunidad andina relativamente aislada donde se tienen costumbres religiosas muy peculiares. (Aclaro, desde el saque, que no he visto la película: mis comentarios se refieren a la forma que ha tomado la discusión que se ha dado en los medios y en la red.)

En los periódicos se ha escrito mayormente desde el punto de vista cinematográfico y artístico, mientras que en la red abundan las discusiones principistas. En un extremo, un grupo de gente acusa a la película de racista y de perpetuar los estereotipos que el segmento limeño mesocrático (dominante) tiene acerca de la violencia y la inmoralidad de la población y la cultura andinas (excluidas). Y en el otro extremo, están quienes defienden la película como pura expresión artística que no pretende ser un documento etnográfico o testimonio cultural.

Como suele suceder en discusiones apasionadas —apresuradas—, ambos extremos parecen haber llegado a una simplificación árida que, no obstante, refleja una vez más las profundas divisiones que existen en la propia percepción que los peruanos tenemos de nuestra idea de nación.

¿Representa la historia de Madeinusa a la cultura andina? En particular, ¿son representativas de esa cultura las transgresiones morales que suceden en la película? ¿Dónde termina la licencia artística? ¿Existe una agresión por parte de la película hacia una cultura secularmente excluida? ¿O se trata simplemente de un trabajo de ficción que podría haberse ambientado en cualquier otro lugar del planeta? Y algo muy importante: ¿qué público ve películas en el Perú?

Sospecho que la diferencia de actitud respecto a estas preguntas tiene que ver con la percepción que la gente tiene respecto a cada «otro». En cualquier lugar donde haya un grupo (social, cultural, «racial») secularmente excluido por la cultura dominante, los actos públicos —especialmente los actos reprobables— de los individuos pertenecientes al grupo excluido suelen percibirse con una luz distinta a actos similares de individuos del grupo de la cultura dominante. En otras palabras, los individuos miembros de una cultura perciben actos negativos de cada «otro» individual como representativos de todo el «otro» grupo, mientras que los actos negativos de individuos del grupo propio son siempre considerados actos individuales: el otro no es sólo un individuo, sino deviene un prototipo —estereotipo— de todos los de su clase o grupo.

Me explico con un ejemplo: hay un accidente de tránsito en una esquina limeña de un barrio de clase media, y salen de los respectivos autos un «criollo limeño» y una persona de lengua y cultura claramente andinas: ¿cuál será el pre-juicio de los curiosos respecto a quién tiene la culpa del accidente? A lo que voy es a que, en la naturaleza humana, es casi inevitable la tendencia a culpar al otro, especial pero no exlusivamente si pertenece a un grupo que secularmente ha sido percibido como «inferior» por la cultura dominante. Quiérase o no, el «otro» —cuando está en este medio— carga no sólo el peso de la responsabilidad individual, sino también el de ser involuntario embajador de todo su grupo. (Estoy evitando conscientemente el mote de «minoría» que se suele aplicar a grupos excluidos en lugares como Estados Unidos o los países europeos.)

Creo que esa es la razón por la que no se considera apropiado (para no usar el banalizado concepto de «políticamente correcto»), por ejemplo, mostrar a gente ebria en el contexto de una reservación indígena estadounidense, pues el alcoholismo es un serio problema de salud en las reservaciones.

Entonces, ¿es buena o mala la película Madeinusa? No tengo idea, porque no la he visto. De lo que sí opino, es de que la discusión basada en los extremos descritos líneas arriba es un excelente ejemplo de cómo no llegar a conclusiones.

(No puedo evitar, América Latina, verte hoy con el hermoso y limpio rostro andino de la actriz ayacuchana de esa película, y escuchar esa voz fresca que solía oír cuando era niño, y adivinar el rubor de cuando te miraba fijamente tratando de encontrar la mirada tímida y sonriente de tus ojos chinos, China. Y puedo casi tocar tus manos pequeñas, tibias, rozando tus nudillos resecos en el junio andino, y ver el reflejo del aire fresco del atardecer en tus trenzas perfectas.)


Setiembre se nos hizo breve, pero se pudo añadir buena literatura a las páginas de Ciberayllu.

En poesía, recibimos unos versos frescos de Roxana Crisólogo, a propósito de sus caminatas retóricas por las calles y entre las gentes de Buenos Aires, querida ciudad cada vez más americanizada —en el buen sentido del adjetivo—. Y desde muchos lugares, todos fronterizos, César Terrero Escalante comparte algo de su producción reciente. Finalmente, el poeta Carlos Henderson, siempre atento a otros poetas, nos envía su propia traducción de un laureado poema de la escritora francesa Claude Ber, «Lo que queda».

En narración, Carlos Meneses —maestro sin concesiones de la concisión— narra ejemplarmente cómo uno se puede acostumbrar a todo, a nada. Y Antonio Bou, boricua en los Andes, cuenta las aventuras de un álter ego en la capital chilena.

Mejor no prometo nada respecto a cuántos textos se incluirán antes del cumpleaños del día de los muertos.

Hasta dentro de poco.

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
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Para citar este documento:
Martínez Castilla, Domingo: «Mensaje del kuraka, octubre 2006», en Ciberayllu [en línea]

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