30 setiembre 2006 |
tres poemas de buenos airesroxana crisólogo |
me dirijo al Tigre un día lluvioso mis botas mojadas mis anteojos nublados oigo más de lo que debería escuchar una mañana cualquiera en el tren
el inusitado ofrecimiento de cantar el desemplumado oficio de contar aunque todos rían y sea demasiado temprano para desocupar las estrellas
y en mi cerebro siga danzando el polvo blanco de la noche que aconteció
abro y destruyo el libreto que hice de mis palabras
y me acomodo en la levadura del pan y añoro el sexo que tantos sudores dejan titilar como granitos de nieve en mi piel
me sumerjo en su solemnidad de sábanas
vendedores —digo— perdedores —dicen—
veo más de lo que corrientemente un ser humano podría presenciar una mañana cualquiera dirigiéndose al Tigre
una telaraña de cables una intromisión de formas
no más pensamiento ni ilusión que una ciudad que detiene la lluvia unas muchachas con pinta de italianas que arrastran rápidamente sus bicicletas al tren para no mojarse
el graznido del acordeón que el agua diluye en un ofrecimiento más que se impregna en las ventanas como una medida de fuerza
¿cómo deshacerme de esta extraña intromisión mientras arrugo con el periódico otra conversación anodina?
una ciudad que se esfuerza por invisibilizar la lluvia
estas estúpidas tarjetitas que sin querer recibo de una ciega que su lazarillo empuja hacia mis manos
viajo consciente de que nada conseguiré aclarar a pesar de la lluvia sabiendo que no me quedarán fuerzas para tomar un bote e internarme en el Tigre ni me interesaré por alguno de esos curiosos nombres alemanes ni mucho menos comeré salchichas ni beberé cerveza
viajo sin dejar que el silencio influya que fluyan los árboles abandonarse a f l o r a r
hace días el rottweiler del vecino nos ladra y un olor insistente a pescado parece invadir con su campamento de palitos y condimentos descartables y gente disfrutando en distintos idiomas de un alegre globo rojo en sus cocinas
las casas de estilo inglés las chimeneas inactivas los manifestantes que de pura rabia quieren cercenar el cielo
de un tiempo para acá me siento flotando en las rejillas y preocupaciones de otros
de un tiempo para atrás el peso se ha desvanecido en las pantallas de un televisor
el ruido es un mecanismo más para entretener mis manos
bolivianas empujando pesados bloques de cartón coreanas cargando a sus pequeños tan blancos como barras de jabón
son todas iguales claro menos tú corrige el taxista
jura que le voy a creer supone que le voy a estrujar la mano arrancar una a una más frasecitas tan estúpidas como esa
cabezas gachas cabezas negras y apuradas soledad de asfalto como la mía cabezas peruanas fósiles emergiendo de costales de baratijas medias chinas y baterías coreanas que los rótulos fantasmales de los grandes teatros convertían en incontenibles llamaradas de gente
pensé que los había dejado reposando en las barracas eternas de la desmemoria
a las matronas sin trenzas repartiendo churros a peso devaluado bajo la luz hosca de los negocios de comida a los maniquíes sin mirada vendiendo tarjetas postales para llamar al perú a los bolivianos encogidos en poltronas de tocuyo escuchando radio con la indiferencia de los mismos maniquíes que una cuadra atrás me invitaban a detenerme en un hueco oscuro regentado por un judío agazapado en un mostrador con olor a tela
mientras que desde otra mirada una muchacha abre un cartapacio de cuentas y una multitud húmeda culebreándose entre mis pies trasforma sus ojos en gracias indiferentes que devuelvo por sobre el hombro en un desdeñoso rehacer ir y venir partir y regresar sin palabras * * *
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