30 setiembre 2003 |
Tres poetas peruanas1. Victoria Guerrero Peirano (dos escritos)
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Pabellón blanco-pobrezaArriba, entre árboles de ceniza y el lamento del mar no existe nada. Escarbando en el vientre que nos conduce hacia alguna salvación se encuentra el gran blanco, chispeado por lo gris. Ciudad sin vientre, la barriga hecha nudos, envuelta en su propia pesadilla de cemento. Una mano en alto parece pedir salvación, pero ya no hay tiempo ni ojos abriéndose como flores recién nacidas para alcanzarla. Este es un grito humilde. Nadie oye el aplauso de dos palmadas entrechocándose bajo un día que revienta de sol. Esa luz se extingue en sí misma. No es para nos. Entonces emerge transparente, como una nube de polvo infantil, una baba infinita en la mejilla ardiente del que sube al autobús. Una cicatriz colorada que se ejecuta como una marca de la patria, ardiendo todo el camino sobre el rostro blanco manchado por unos labios oscuros. Agua bendita salpicando en las calles como un charco de sueños deshojados por todas las aceras, creciendo hasta llegar a la rosada pantorrilla, angustiada por lo que se encubre más abajo. En el abajo está todo. La ida y venida del mar como una ráfaga de pensamientos que no encuentran su silencio. Las gloriosas promesas de lo que no existe y héroes ahogándose entre sus propios desperdicios. En medio de todo esto despierta la madrugada como una fuente de olores frágiles que cantan los minutos. Y la baba otra vez se resuelve en charco, bebedero de otros labios que nos miran con odio. Imposible un rostro blanco manchado como se mancha una mañana de sombras y muchachos surgiendo de acantilados interiores. Imposible, digo, que una boca negra se abra sin ser castigada. Aves cayendo como perlas abandonadas sobre las arenas. Enseguida sigue el descuartizamiento, la hora amarga del que alza todavía la mano. Hoy hemos venido y todo sigue igual. Hoy hemos venido y nadie ha oído nuestro aplauso. El hermoso vientre de la ciudad se sacude, arroja a sus niñas horadando los cielos. Risas que tocan la ciudad, lamen el borde de una plaza moribunda. Niñas bebiendo sus lágrimas a manos llenas. Hoy, este es su grito amenazante. perro negroOye, besémonos intensamente, un perro negro toca mi
puerta lo que hay dentro es pura materia del olvido no hay de dónde más pelar la carne qué extraño es todo esto y tú oh si pudieras abandonar todo ahora toda la noche ha caído sobre mi rostro * * *
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