Memoria
ven siempre a recordarme que estoy aquí
atrincherando la mitad de mi cuerpo
al espejismo que me depara
el círculo boreal de un vecindario
que para siempre se cierra
A Ludy D
recuerdo sus jeans baratos y ajustados sus
blusas simples
rosadas-blancas y estrechas recuerdo
su revista rosa
su bolsita cuzqueña cruzada como una metralleta de lana
recuerdo sus camisetas de hawái sus polos de mickey mouse
recuerdo las ganas con que miraba a los chicos guapos blanquitos
de la vanguardia al cabello largo y
ondulado de José
a los católicos impecables en la mente
a los delgaditos de bondad como una bandera
al john lennon de la mitad
de sus narices
cómo los amaba y también cómo los odiaba
ella que deliberadamente se inició en el aprendizaje
anarquista de la disección -a veces dispuesta
a demoler sus sombras- cómo se miraba
y cómo me miraba
y cómo expectorando la mitad de su cuerpo
un paraíso negado a la desnudez
aparcó en los insondables desiertos de Lima
la recuerdo un día que
el tráfico rural de un camión
la dejó sola en el mundo isleño de los vegetales
el sarro azul y bautismal del afilador de cuerdas
salpicando en el vello púbico de sus palmas
en la ciudad hipnótica
y la soñé hipnótica habitando una ciudad de cuerdas
no te acerques a ella
no le digas-no le cuentes-no la toques
la música era la
misma
desmenuza todo menos su odio
todo menos eso que nos separa
incinera su amor que le quede algo que
rebanar
que diga que piensa en sí y que tema
cuando se suelte el cabello y una nota acerada desde el fondo
maxilar de su cuello crezca como un bozal en su piel
y se vea acholada achorada aniñada
estúpida escuchando a ese metiche
a ese designado por la dirección general del partido
a esa multitud que nos separa.
No tengo tiempo de mirar
volverme con el rostro expuesto al sol
puedo proponer que ladrillo tras otro
el tiempo se cuente a pedazos
sin embargo la ola que cubre la nieve invisible
de la virgen
que apostada en un cajón de cuerdas
sosteniendo frutales que de rasguño en rasguño
un arpa acompaña
aquella vieja que hunde su nariz
en un embaldosado de tristezas
me dirá cuándo
entonces lo venderé todo
petates, cortinas y hasta la sombra
del milenario reptil en el armazón
esquelético de mi cuarto
que un chorro de luz baña
en el espíritu solidario
de un solo foco
la luz es mucho más que eso
y no acabo de salir desperdiciado cielo
y no acabo de entrar chapa en el piso
ya me imagino intentando decir que lo siento mucho
y no siento nada
todos sienten que la casa se cae
la loca la muy podrida
y sólo este silencio maldito sabe brillar.
* * *
© 2003, Roxana Crisólogo
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Para citar este documento:
Crisólogo, Roxana: «Tres poetas peruanas: Dos más», en Ciberayllu [en línea]
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