Mensaje del kuraka

Primero de agosto del 2004

[Ciberayllu]
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Volver a los diecisiete, dice la canción de la alegre y trágica Violeta Parra, cuya voz se oía por toda nuestra América cuando teníamos esos años. Y eso, en cierto modo, hizo este editor, al decidir salir de su escondrijo provinciano y global rumbo a los caminos de la diáspora, a algunas partes de Europa que hasta hace poco era para este escriba, más que un continente, una referencia literaria, artística e histórica, no por muy consultada menos intangible. Era también, Europa, ese lugar del mundo a donde se iba a estar unas horas mientras se cambiaba de avión, rumbo a lugares africanos más nuestros. Y en el nivel que nos ocupa, es uno de los rincones de donde llegan a Ciberayllu escritos de paisanos —en el sentido de la patria grande—que siguen arribando a los países del norte.

Después de vivir un siglo: de los años universitarios en el Perú y en Misuri, hay muchos amigos que han recalado en Europa: ha sido asombrosa y enternecedora la generosidad, y es abrumador e inolvidable el cariño (no pediré que me disculpen por los adjetivos) que se me han dado en nombre de la más desinteresada amistad —físicamente interrumpida en algunos casos por más de veinte años—. Y está también la ahora más completa cercanía con los amigos de Ciberayllu que, además de escritos y muchos intercambios epistolares, dan abrazos, ríen a carcajadas, toman vino. Una arcadia global.

Es como descifrar signos: Y está la confianza que a uno le prodigan por pura afinidad: la otra diáspora, la de quienes salen del Perú empujados por la falta del trabajo más simple. Está el compatriota que mantiene lavanderías de autoservicio, en el municipio 15 de París, que sólo por ser peruano me abrió su alma y me contó su historia de quince años en Francia, de la provincia peruana a Luxemburgo y luego a París. O está el vendedor de abanicos, a un euro, en los cuarenta grados madrileños de la Plaza Mayor, cuyo principal interés —hombre de barra brava— era saber si uno era hincha de Alianza o de la «U». Y las banderas peruanas en la plazuela de la madrileña Casa de la Villa, pues venía Toledo a Madrid (y no a morir, como el Sevilla de Bryce, para los lectores más lectores). Los signos están en todas partes: el Perú y América Latina enviaron y envían a sus hijos por todo el mundo, embajadores de países difíciles, queridos. Y trabajan limpiando, enseñando, escribiendo, vendiendo amor, emigrantes que siguen el camino trazado por la riqueza que va del sur al norte, hace cinco siglos, Mahomas que van a la montaña del pan de cada día.

Sin ser sabio competente: Sería difícil entender las razones del cariño cuando la cultura dominante insiste, machaca, que el motivo de toda actividad humana es la ganancia. ¡Ciegos! De vuelta en la provincia, este editor quisiera tener mil formas de agasajar a quienes le abrieron corazones grandes y casas cálidas (y frescas, buenas para el verano que pega duro), así como paciencia y tiempo para mostrar sus ciudades adoptadas. Violeta viene al auxilio: Lo que puede el sentimiento / no lo ha podido el saber.

(Y estabas lejos y cerca, América Latina, y eras joven y atrevida, y madura y atrevida, y distante y cercanísima, caminando segura en todos los lóndreses, parises y madrides, o incluso en las playas andaluzas donde se oía tu acento andino, argentino, ecuatoriano, y se te veía el rostro oscuro y memorable. Y estabas cerca y lejos, al otro lado de cien océanos, y me bastaba cerrar los ojos para ver tu rostro en la calle, en el museo, en el café o en la esquina nocturna, mujer de mil formas, todas una. Y en esa distancia te quise, como te quiero siempre: El amor es torbellino / de pureza original. Ahora volveré.)


Lentamente, Ciberayllu volverá a su ritmo de publicación regular. A continuación , los trabajos añadidos en los últimos dos meses.

A principios de junio, Juan Carlos Callirgos regresó a este espacio, trayendo esta vez una reflexión sobre la identidad nacional en el Perú, basándose en ese documento fundamental que es el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

De uno de los fundadores de Ciberayllu, José Luis Rénique —historiador y cronista de la diáspora—, llega el trabajo número quinientos publicado en estas páginas: un extenso estudio que por primera vez cuenta y analiza históricamente los detalles de la guerrilla de Luis de la Puente Uceda, uno de los primeros movimientos armados inspirados por la revolución cubana.

Habitante de todos los rincones de la Lima criolla, Alberto Mosquera Moquillaza escribe esta vez sobre la nostalgia y Felipe Pinglo Alva, bardo urbano cuyos valses de los años 30 siguen cantando a amores imposibles y al barrio «de ayer».

La obra de Julio Ramón Ribeyro, ese otro cronista urbano nacido en Lima en los mejores años de Pinglo, merece cada vez más atención. Desde Colombia, llega un comentario de Oscar Osorio en el que indaga sobre el escepticismo, la frustración y la alienación en los cuentos del narrador limeño.

Luego de la pausa de más de un mes, Ciberayllu reanudó sus entregas con un comentario sobre el recientemente fallecido Ronald Reagan, en cuya presidencia se hizo tanto para que el mundo sea como hoy lo conocemos, escrito por Carlos Manuel Indacochea.

Y al cierre, información multimediática sobre la memorable presentación de Ciberayllu que Carlos Henderson organizó en París para hacer conocer a nuestra publicación, con la colaboración del Centre Culturel Péruvien (gracias, merci, Yolande Rigault, Ada García-Blásquez, Marisa Coello). Se incluye una nota del propio Henderson, seguida de otra más pequeña del presentador Orlando Jimeno Grendi, una serie de fotografías del evento, y una entrevista a este editor en los estudios de Radio France Internationale (formato Real Audio).

Y agosto viene con fuerza, queridos lectores.

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
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Para citar este documento:
Martínez Castilla, Domingo: «Mensaje del kuraka, agosto 2004», en Ciberayllu [en línea]

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