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utimuy, tayta Arguedas», uno se siente tentado de decir, hoy, durante el aniversario de la agonía del maestro. Pero sería cruel hacerlo regresar, después de 33 años: José María tendría ahora 92, que son muchos años de tristeza... Aunque, si volviera, el escritor peruano vería que los censos indican que, hoy por hoy, hay probablemente más gente hablando quechua que la que hubo desde el siglo XVI, antes de las grandes mortandades que hicieron desaparecer probablemente al noventa por ciento de la población andina en poco más de un siglo. La base demográfica del aymará también está creciendo. Eso no es ni bueno ni malo: es, simplemente. Pero le cabe a los países andinos y especialmente al Perú nuestro, donde la exclusión es mucho más fuerte que en nuestros vecinos la extraña distinción de poseer dos lenguas masivas... que carecen totalmente de prensa escrita regular. Muchos otros idiomas en países ricos y pobres, con bases demográficas bastante menores que el quechua, tienen prensa y literatura muy vivas y florecientes. Se suele mencionar, como argumento paralizante que no muy fundamentado que hay variaciones y hasta dialectos, y que por lo tanto no hay un solo idioma, sino muchos. Es cierto que hay variaciones en el quechua, algunas no mutuamente inteligibles; pero, a pesar de eso, los números de las variantes más habladas justifican, cada uno por separado, que se termine con la exclusión lingüística y el ninguneo cultural, oficiales u oficiosos, contra los que el lenguaje andino ha persistido por casi 500 años. Piense el lector en los siguientes números, necesariamente aproximados: un millón de quechuahablantes de la variedad ayacuchana; un millón y medio en el quechua del Cusco; casi medio millón en el callejón de Conchucos, y unos 300,000 en el de Huaylas. Añádase más de 4 millones de quechuahablantes en el Ecuador, y casi otro tanto en Bolivia, y se tiene en realidad que la mayor parte de la población andina que habla el runa-simi se puede agrupar en unas seis o siete variedades dialectales. Compárese esto con idiomas como el euskera (vasco), muy vital con apenas 600,000 hablantes; y piense el lector que sólo en Lima hay muchos más quechuahablantes que ese total. Como curiosidad, un dato interesante, por lo inesperado: se estima que hay medio millón de «quechuistas»... en Buenos Aires. (*) En otras palabras, en el quechua y el aymará no se está hablando pues de idiomas pertenecientes sólo a grupos pequeños a los que se tiene igualmente derecho, por supuesto, que la lengua es parte fundamental de la cultura sino de lenguas muy vitales, masivas, históricas. La importancia de que estos idiomas tengan prensa y literatura va mucho más allá de la reivindicación cultural, de por sí totalmente válida: ¿cómo integrar a un segmento importantísimo de la población cuando se le niega en la práctica que use su propio idioma para establecer una relación con el estado del cual se pretende que sea parte activa? ¿Cómo reforzar la identidad cultural cuando efectivamente se muestra a ese sector de la nación que su idioma no merece estar en letras de molde? Aún se cantan, por supuesto, los huaynos que cantaba Arguedas, y otros muchos, nuevos; y él mismo está cada vez más presente pues, como pocos, señaló el camino hacia un mestizaje posible y multicultural, que las élites gobernantes suelen «aceptar» pero que en la práctica no hacen nada por promover. La base demográfica de los idiomas andinos seguirá creciendo por muchos años: no hay ninguna razón para que deje de hacerlo, con exclusión o sin ella. Los medios de comunicación de masas en particular la radio y no pasará mucho tiempo para que la televisión lo haga pueden y muy probablemente van a contribuir a la persistencia de la lengua e, incluso, ojalá, al desarrollo natural de unos pocos idiolectos que funcionen como lingua franca en áreas mayores de las que hoy ocupan. Los zorros de abajo tendrán que aprender a convivir de igual a igual con el habla de los zorros de arriba pues, hasta hoy, son éstos los que han tenido que renunciar a su lengua para poder intervenir en la vida política de la nación. (¿Y qué idioma hablarás tú, América Latina de trenzas preñadas de cintas amarillas, cuando se te quiere excluir de tu propio destino? ¿Qué lengua querrás usar para decirme lo que me quieras decir, lo que me tienes que decir, cuando calientas de vez en cuando, dijistecon tu recuerdo el lecho de la distancia? ¿Qué palabras habrás aprendido a decir en tus marchas por el mundo? No importa, pues siempre verás que las cosas importantes saben más dulces en la lengua de la infancia, aquella que guardas para mí, aún sin saberlo.) (*) La mayor parte de esta información ha sido extraída del mapeo lingüístico que se puede encontrar en el sitio web www.ethnologue.com. Ciberayllu comienza su octavo año de existencia con una crónica muy personal de Cecilia Bustamante sobre la gran poetisa Magda Portal (1900-1989), repasando aspectos literarios, personales y políticos de la vida de la escritora peruana. En poesía, damos la bienvenida a Omar Rojas, matemático escritor mexicano que nos envía, desde Jalisco, unos versos en los que contrasta el mundo europeo con de de un pueblo indígena de la Sierra Madre. También recién llegado a nuestras páginas, Raúl Soto, de la diáspora peruana en Nueva York, envía una necesaria e instructiva crónica sobre Edward Saíd, humanista estadounidense de origen palestino o viceversa que murió en setiembre pasado. Ausente por más de un año, vuelve a nuestra publicación la prosa siempre curiosa del puertorriqueño Antonio Bou, quien esta vez se lanza a explorar el cuento borgiano y milyunanochesco, con una historia de una bella y un poeta. Y para cerrar el mes, Miguel Rodríguez Liñán contribuye con un detalladísimo y muy sugerente artículo sobre Taller mediterráneo, reciente libro del poeta peruano Jorge Nájar. Igualmente, se añadió en noviembre una nueva página a la sección de reseñas brevísimas, comentando libros nuevos de tres poetas y un narrador colaboradores de Ciberayllu. Hasta el año 2004, queridos lectores. Domingo
Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu © 2003, Ciberayllu, Domingo Martínez Castilla. Todos los derechos reservados. Para citar este documento: |
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