La declinación de la economía global
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Jorge Beinstein
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5. La transformación de la periferia en zona de hiperganancias rápidas en beneficio de los grandes grupos transnacionales en especial de las redes financieras.
Los 90 trajeron la novedad de la irrupción de los «mercados emergentes» hacia donde se dirigieron enormes flujos financieros. Ya no se trataba, como en el pasado, de préstamos públicos acompañados por algunas inversiones privadas, sino de grandes corrientes de capitales donde el sector privado cumplía el rol principal. El aumento del Producto Bruto Interno y de las exportaciones y la multiplicación-crecimiento de las bolsas de valores, aparecían como hechos positivos de economías que según los medios de comunicación superaban rápidamente el subdesarrollo gracias a su integración a los negocios internacionales. Los países de Asia del Este, algunos de los cuales venían creciendo con fuerza en los 80, marcaban el ritmo. Las entradas netas de capitales privados en la periferia eran cada vez mayores: 57 mil millones de dólares en 1990, 150 mil millones en 1991..., 211 mil millones en 1995 (IMF, 1996).
A mediados de los 90, la SFI (Sociedad Financiera Internacional, integrante del Banco Mundial) señalaba la existencia de 36 bolsas de valores «emergentes» importantes. Muchas de ellas inexistentes pocos años antes, otras tradicionalmente marginales, atraían capitales provenientes del Primer Mundo e incitaban a los especuladores locales y regionales a sumarse a la prosperidad. La capitalización bursátil (valor de mercado de las empresas cotizadas en las bolsas de valores) creció de manera explosiva: en 1993 representaba en Malasia el 342% del PBI, el 105% en Tailandia, el 94% en Jordania y el 102% en Chile; frente a ello, Francia se situaba en el 36%, Japón en el 71%, Alemania llegaba al 24% e Italia al 19% ( IFRI-Ramses 97, IMF 98).
En 1983 la capitalización bursátil de la periferia apenas alcanzaba los 100 mil millones de dólares: diez años después la misma se había multiplicado por 15.
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1990 |
1991 |
1992 |
1993 |
1994 |
Capitalización bursátil |
0,615 |
0,802 |
0,859 |
1,567 |
1,801 |
Participación en la capitalización |
6,5% |
7,1% |
7,9% |
11,1% |
11,9% |
Hacia fines de los 80, los países ricos comenzaron a mostrar una insuficiente capacidad de absorción de masas financieras en vertiginosa expansión; esto se combinó con la acentuación de las deslocalizaciones productivas que huían de las economías con salarios e impuestos altos hacia las zonas subdesarrolladas, donde una relativamente aceptable calificación laboral pagada a precios bajos se combinaba con la debilidad ( o corrupción) fiscal. Los países emergentes recibieron avalanchas de préstamos e «inversiones directas», aunque buena parte de estas últimas no significaba ampliaciones importantes del potencial productivo, sino más bien desnacionalizaciones de empresas públicas y privadas preexistentes. Muchas de las nuevas instalaciones consistieron en enclaves exportadores o empresas que operaban con mercados locales a los que sometían a precios desmesurados en relación con los costos. En muchos casos no innovaban demasiado en materia de superganancias, sino que se «integraban» a tradiciones locales de superexplotación y depredación de recursos (exacerbándolas), aunque la masa de inversiones directas e inducidas provocó grandes saltos cuantitativos que en plazos cortos causaron importantes transformaciones. Se instaló a lo largo de los 90 una devastadora lógica de hiperbeneficios rápidos (financieros, productivos, comerciales, etc.). Los flujos centro-periferia (que velozmente fueron compensados por exportaciones de beneficios en sentido inverso) se combinaron con evasiones de fondos hacia los países centrales; en algunos casos el fenómeno fue pasajero (por ejemplo, en América Latina, después de la crisis mexicana de fines de 1994); en otros persistió como en las «economías en transición» de Europa del Este, principalmente Rusia. Expertos improvisados y gurúes atribuían estos hechos a «turbulencias coyunturales» o a inadaptaciones o retrasos de esos países con respecto al proceso de globalización liberal. Pero a partir de 1997, una tras otra las regiones «emergentes» sufrieron los efectos catastróficos de bombas aspiradoras de capitales manipuladas por «inversores» industriales o financieros, locales o extranjeros que embolsaban beneficios y liquidaban activos transfiriendo sus capitales a los países centrales. El rostro amable de los capitalistas modernizadores se convirtió de la noche a la mañana en la mano brutal del saqueador, y cuando algún subdesarrollado angustiado preguntaba sobre las causas del desastre o acerca de cómo prevenirlo o amortiguarlo, no faltaba algún gurú soberbio como Lester Thurow que, desde su irresponsabilidad global, afirmaba a mediados de setiembre de 1998 que «el capitalismo es así [y pretender] controlar la volatilidad que causan los flujos de capitales en el mundo es como afirmar que a veces sería bueno suspender la ley de la gravedad», luego de lo cual recomendaba que «el secreto es saber limpiar el desastre, cerrar lo que ya no sirva» (Thurow, 1998).
El comportamiento de los «inversores externos» obedece a una lógica que enlaza excedentes de inversiones centrales grandes y seguras (aunque con márgenes de rentabilidad cada vez más acotados) con negocios periféricos inestables de relativamente menor magnitud, pero con hiperbeneficios obtenidos en plazos reducidos.
Se genera así una suerte de circulo vicioso: proliferan negocios rápidos de elevados rendimientos que desestructuran los tejidos económicos locales, promueven endeudamientos públicos y privados desmesurados y corrientes importadoras incontrolables (compensadas a veces con exportaciones frágiles), que suelen culminar en depresiones caóticas. El horizonte de inestabilidad resultante sirve de base para la «exigencia de los mercados» por ganancias altas y rápidas. En el submundo exótico de la periferia los megagrupos globales no están dispuestos a esperar largos períodos de maduración.
Mientras tanto la bomba financiera global que encontraba un factor adicional de crecimiento en las ganancias periféricas crecía más y más ...
6. La expansión de un amplio abanico de «negocios ilegales» estrechamente vinculados a los negocios financieros pero también a las empresas productivas legales y a los estados centrales y periféricos. La secuencia de beneficios crecientes desde los sistemas productivos centrales hasta la periferia, pasando por las deslocalizaciones industriales y la especulación financiera, tiene un último eslabón: el de los «negocios ilegales».
Es sumamente difícil establecer un corte, una frontera precisa entre la economía de mercado formal, en especial las actividades financieras más rentables, y los sistemas mafiosos, bancos de primera fila internacional que lavan narcodólares, grupos globales muy diversificados donde es posible localizar «áreas opacas» plagadas de actividades clandestinas, pero también reconocidos jefes mafiosos operando negocios legales conforman una maraña mundial inextricable. Como ya fue señalado, la criminalidad organizada y sus espacios próximos constituyen un volumen de negocios considerable (3 billones de dólares en 1997) en veloz expansión, formando parte del núcleo central de la economía mundial.
La ruta hacia mayores beneficios (que infla el área ilegal a medida que la zona legal se desacelera) puede ser visualizada como un proceso de largo plazo (últimas tres décadas), que se inicia con la crisis de las sociedades de consumo desarrolladas, keynesianas, y culmina en su escala final mafiosa.
© Jorge Beinstein, 1999, [email protected]
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