[Ciberayllu]

Cuatro poemas

Roberto Sosa

 
 

Los pobres

Los pobres son muchos
y por eso
es imposible olvidarlos.

Seguramente
ven
en los amaneceres
múltiples edificios
donde ellos
quisieran habitar con sus hijos.

Pueden
llevar en hombros
el féretro de una estrella.

Pueden
destruir el aire como aves furiosas,
nublar el sol.

Pero desconociendo sus tesoros
entran y salen por espejos de sangre;
caminan y mueren despacio.

Por eso
es imposible olvidarlos.


De niño a hombre

Es fácil dejar a un niño
a merced de los pájaros.

Mirarle sin asombro
los ojos de luces indefensas.

Dejarle dando voces entre una multitud.

No entender el idioma
claro de su medialengua.

O decirle a alguien:
es suyo para siempre.

Es fácil,
facilísimo.

Lo difícil
es darle dimensión
de un hombre verdadero.


Los claustros

Nuestros cazadores
—casi nuestros amigos—
nos han enseñado, sin equivocarse jamás,
los diferentes ritmos
que conducen al miedo.

Nos han amaestrado con sutileza.

Hablamos,
leemos y escribimos sobre la claridad.

Admiramos sus sombras
que aparecen de pronto.

Oímos
los sonidos de los cuernos
mezclados
con los ruidos suplicantes del océano.

Sin embargo
sabemos que somos los animales
con guirnaldas de horror en el cuerpo;
los cercenados a sangre fría; los que se han dormido
en un museo de cera
vigilado
por maniquíes de metal violento.


El viejo Pontiac

A Diana y Leonor.

A la altura de su propia medida el viejo Pontiac es un jardín                                                                                     que se abre.

Antes,
de esto hace ya muchísimo,
fingía un tigre manso deslizándose blanco entre mujeres bellas.

Hoy por hoy
el noble bruto envejece dignamente y sin prisa
hasta la consumación de los siglos... y le salen
de puertas y ventanas
florecillas del campo.


Simultáneamente con esta selección, Ciberayllu publica una entrevista al poeta, por Edward Waters Hood, estudioso de la literatura centroamericana.
©Roberto Sosa, 1999
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