Babilonia la grande

Fragmento: Milonga de andar lejos

[Ciberayllu]

Óscar Ugarteche

 

A mediados de 1971, Perico llegó al departamento contento, lleno de vitalidad, diciéndole que se iban a Santiago de Chile a vivir una temporada. Perico iba enviado por el Partido al AST chileno. /Qué lejos está mi tierra/ y sin embrago, qué cerca/ o es que existe un territorio donde la sangre se mezcla/ No somos los extranjeros / los extranjeros son otros/ son ellos los mercaderes/ y los esclavos/ nosotros/ yo quiero romper mi mapa/ hacer el mapa de todos/ mestizos, negros y blancos/ trazarlo/ codo con codo/... Que una gota/ con ser poco/ con otras se hace aguacero/

El encargo que tenía era fortalecer el sindicato del Partido en la Compañía Chilena de Teléfonos, así como los lazos entre el AST chileno y el PRG para crear una retaguardia política en la eventualidad que se iniciara la guerrilla en el Perú. Fue un esquema similar al que usaron otros grupos años después. Para lograrlo y para ganarse la vida Perico entró a trabajar a Chitelco recién nacionalizada a la ITT. Encontraron una casa pequeña en la población La Bandera y se hicieron muy amigos del cura, un francés muy cultivado. De esos que están con la gente y no contra ella. Clotario Blest, un viejo dirigente de izquierda iba por la población con frecuencia. Era muy amigo, entre otros, del cura. Describir el barrio es difícil. Tenía las calles de tierra, poco y mal alumbrado público y un par de teléfonos. Las casas eran de madera, muy pequeñas, con los techos inclinados hacia un lado, «mediaguas» les llaman. Recordaban las casas obreras alemanas de fin de siglo pasado. /Corazón maldito/ por qué palpita así/ por qué palpita/ Había pocos árboles y mucha tierra apisonada por todas partes. Las casitas tenían macetas en los umbrales de las puertas, con cipreses. La plaza delante de la iglesia era un terral con árboles delgados y recientes, con bancas de cemento que cerraban un diamante relleno de bloquetas de cemento rosado. Algunos geranios crecían distraídos. Era un barrio muy pobre. Quizás el más pobre de Santiago en ese momento. Su alcalde era un miembro del Partido de gobierno. No había un solo regidor que no perteneciera a las filas del gobernante frente de la Unidad Popular. El AST no estaba en la UP. Antes bien estaba enfrentado con los partidos del gobierno aunque les dio una tregua en los primeros años para que pudieran gobernar. Incluso los guardaespaldas de Allende venían del AST.

—Perico, ¿A dónde me has traído? Esta gente cree que está en Europa. No se dan cuenta que somos latinos. Además, esa preocupación por sus leyes, me fastidia. Quieren hacer la revolución por la legal cuando la revolución es contra las leyes, ¿No?

—Es más complicado que eso, pero no te preocupes, amor. Aquí vamos a hacer la revolución y vamos a poder replicarla en el Perú.

—¿Esta es gente revolucionaria? Creo que no te entiendo cuando hablas de revolución, amor. Esta gente no me da la impresión de ser muy revolucionaria. Da la sensación que es muy conservadora, racista y que tiene un trato fatal con las mujeres y con los extranjeros, excepto, claro, si son argentinos, uruguayos o europeos. A esos sí los respetan y los tratan como a la gente. Lo que es a nosotros...

—Eres mala. Estás prejuiciada. Son gente simpática y alegre.

—¡Qué dices, amor! Sí no saben ni bailar.

—Bueno ya, dejémoslo allí y no te compliques con buscar chamba fuera de acá que te vas a terminar peleando con la gente.

En los primeros días de su llegada fueron a inscribirse en el edificio de investigaciones y allí les dieron sus cédulas de identidad anaranjadas números 6718091 de Monchi y 6718092 de Perico. Se tomaron las fotos para la cédula la semana antes que fueran y adiós pueblo de Ayacucho, Perico estaba con barba y con el pelo largo. ¡Y qué culpa tenía Valderrama! Adónde vamos a ir a parar, maldita zamba del amanecer. Lucero solito en el alba. Pobre Monchi, ni siquiera era Valderrama y allí estaba con cédula anaranjada y todo. /Corazón maldito/ por qué palpita así/ por qué palpita/

Ella entró a trabajar al comité vecinal y a la olla común de la población. Era un lugar pequeño con techo de zinc, con unas seis mesas largas donde almorzaban los que se habían quedado sin trabajo o que por dedicarse a la política habían dejado de trabajar. Cantaba feliz, /que culpa tiene el tomate/ de estar prendido en la mata/ si llega un hijo de puta lele/ y lo mete en una lata lele/ y lo manda pa Caraca. El dejo chileno de falsete de gallo, y el comerse las eses, le agarró rápido. Un día poroto con rienda y el otro poroto granados la vida comenzó a pasar al ritmo de Violeta Parra, Víctor Jara, Los Quilapayún, Inti Illimani y los poemas de Neruda. /Me gustas cuando callas/ porque estás como ausente/ Con frecuencia iban a la peña de los Parra en la calle Carmen 7. Allí cantaban habitualmente Rolando Alarcón, Víctor Jara y Patricio Manns, además de Ángel e Isabel, los anfitriones. Chile Ríe y Canta era la otra guarida que la dirigía un gordo que se llamaba René Largo Farías. / Me mandaron una carta/ por el correo temprano/ en esa carta me dicen que cayó preso mi hermano/ la carta dice el motivo/ que ha cometido Roberto/ haber apoyado el paro que ya se había resuelto/ si acaso esto un motivo/ preso voy también sargento/ siiiiiiiiiiiiiii.

Perico llegaba tarde en la noche de sus reuniones políticas y el grupo se pasaba horas hablando de la revolución que había que hacer en Chile sentados en la única mesa con seis sillas de madera y con una pantalla de mimbre. De todas maneras los militares iban a reaccionar y en algún momento iban a darle un golpe a Allende, un reformista que veía la ley por sobre todo en lugar de entender que las demandas populares pasaban por encima de la ley burguesa, hecha precisamente para favorecer los grandes intereses. /Mira la batea/ cómo se menea/ cómo se menea el agua en la batea/ Otros peruanos entraron en este círculo por referencias de Lima conforme iban llegando a lo largo del tiempo. /La batea se menea/ qué barbaridad/ la batea se menea/ qué preciosidad/ La base del círculo fue conformada por un economista casado con Françoise, una francesa; Juan, sociólogo, hijo de un Coronel del Ejército, y la pareja de Perico y Monchi. Después llegaron los uruguayos y a Juan lo mandaron a dormir donde el vecino que tenía sitio. Ellos fueron los primeros en compartir los dos dormitorios y la cocina-sala, espacios únicos de todas las mediaguas. Además caían por la mediagua peruanos que iban a mirar y vivir la experiencia del socialismo. /Cómo se menea el agua en la batea/ Fue a mediados de 1972 que se organizó el paro de transportistas de Chile que marcó la futura caída del régimen. Había ya escasez de repuestos, el Rinso costaba cada vez más y se encontraba menos, el papel Confort (en chileno, Conforz, sin t y arrastrando la r hacia una zeta) era tan preciado como el papel carbón, el Regal se volvió un jabón de lujo. Hasta encontrar un Hilton con filtro se tornó crecientemente difícil.

Casi de inmediato, luego del paro de transportistas, salieron las señoras elegantes de Providencia a protestar a las calles con sus cacerolas. /le he contestado yo al preguntónico/ cuando la pánzica/ pide comídica/ pone al cristiánico/ fuerte y guerrérico/ por sus poróticos/ y sus cebóllicas/ No hay regimiéntico/ que los deténguica/ si tienen hámbrico/ los populáricos/ La derecha perdió el miedo a la calle. La policía no los reprimía con severidad sino a manera de juego del gato y el ratón. El odio, la ira y la violencia marcó la reacción. El día de la primera marcha de las cacerolas, como se le llamó, las mujeres bajaban por Providencia al lado del río cantando

No hay carne, hueón.
No hay leche, hueón,
No hay huevos, hueón
Que chucha es lo que pasa, hueón

Monchi pensó que su mamá no usaría ese vocabulario, pero claro —esto es Chile, uón—. Los bolivianos que entonces llegaban a Santiago, tenían terror de un golpe luego de su experiencia con la asonada de Banzer contra Torres, y los muertos y exiliados. Y hasta los uruguayos del PC andaban preocupados. Habían caído de transeúntes, luego de los golpes en Uruguay y en Argentina, a principios de 1973 y se hallaban muy alarmados por el ambiente de golpe que se empezaba a sentir. El grupo comenzó a percibir más fuerte un tufillo fascista que propiciaba la caída del poder del gobierno de Allende. Esto llevó al grupo a fortalecer su posición.

—Monchi, tú qué piensas, esto se acaba o lo salvamos, le dijo la francesa.

—No hay nada que salvar acá. Si el gobierno socialista no ha logrado instaurar el divorcio ni despenalizar la homosexualidad, esto es frágil. No puede ni siquiera hacer lo mas sencillo, menos podrá hacer lo mas difícil.

—Es que hemos ganado la conciencia revolucionaria del pueblo, intervino Perico. Lo otro es adjetivo.

—¿No hay divorcio en este país?, interrogó Françoise.

—También meten a la cárcel a los maricas, añadió Monchi

—Uy, hay que hacer la revolución dijo ella, inocente. Venía de París de 1968. Añadió, ¿Prohibido prohibir, no es verdad? O que metan todo el país a la cárcel, pues. Tan ella.

Estas mujeres no entienden nada, meditó Perico saliendo de la casa al parque a conversar con el cura y a fumar su pipa. La barba comenzó a encanecer levemente y la pinta de Perico con su bluyín viejo, su chompa azul marino, la camisa a cuadros rojos y blancos y las botas, con los pelos castaños y rizados al hombro, era la de un navegante solitario. Parecía un marinero español, pálido, con la barba negra con canas y su mirada transparente.

 Cuando volvió de fumar su pipa se encontró con un feroz debate en la casa donde llegaron otros peruanos y chilenos, pero también estaban los uruguayos los bolivianos y unos brasileños. La revolución se defiende con las armas, dijeron unos. /Perder la paciencia/ y sólo encontrarla/ en la puntería/ camaradas/ Lo que hay aquí no es revolución, sino un reformismo pequeñoburgués que va a parar en nada, dijeron los uruguayos. Los compañeros chilenos argumentaban que un golpe era impensable porque su país tenía una vieja tradición democrática y que el respeto a las leyes primaba a diferencia del resto de América Latina. Es un país con un enorme respeto por la institucionalidad democrática y nadie la va a quebrar.

 —Pero fijate lo que pasó en Uruguay, interpuso el uruguayo exiliado. Allí no había golpes de estado hasta que llegó uno y chau. Y han puesto un civil. Qué tanto. Igual es un gobierno militar y es un golpe de Estado, che.

—Nosotros somos distintos, replicó. Chile es un país con una burguesía respetuosa de sus normas, porque al fin y al cabo han sido hechas por ellos para ellos y no las van a pisotear.

Los chilenos de los otros partidos, es decir que no estaban con el AST, pedían calma porque Chile es una democracia y jamás va a haber un golpe aquí porque las leyes se respetan y no somos como el resto de Latinoamérica, uón, somos educados, no tenemos el problema de la mancha india, uón, y somos más civiles, uón. Es decir, ciudadanos cabales. Y lo peor del caso es que se lo creían los propios tipos que lo decían, sin darse ni cuenta la suma de pavadas que estaban diciendo. /Qué dirá el Santo Padre/ que vive en Roma/ que le están degollando/ a su paloma/ Casi como que Chile estaba en Marte y los poderosos se iban a dejar quitar el poder porque es Chile. Una cojudez total. Pero claro, tan civilizados como los belgas. Hasta Providencia se parece a Bruselas. Pero la providencia no apareció. /Qué dirá el Santo Padre/

/Tanta distancia y camino/ tan diferentes banderas/ y la pobreza es la misma/ los mismos hombres esperan/ qué lejos está mi tierra/ y sin embargo qué cerca/ ¿O es que existe un territorio donde la sangre se mezcla?

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© Óscar Ugarteche, 1999, [email protected]
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