Escrito al borde de las cataratas de Bei-LungCon precauciones de estiloÓscar Málaga-Gallegos |
Ars poetique i tu voz canta, que avizore el secreto de la garganta del murciélago: en su oscuridad se esconde el trino. Jamás en la tapia de una alta iglesia, en la melodía que empuja y ciega el albo bozal de un perro. No en la navaja que en su destino está tu cuello. Si tu voz canta, que cante sin despertar a tus vecinos, que rasante se dirija al secreto de tu garganta y decapite la ternura de las palabras, sea guillotina helada sobre la furia púrpura que es la llave de tu reino, Si tu voz canta, que se olvide del rigor de tu soberbia. Solo el filo de tu miedo será carnada en mar abierto, alimento de peces a la deriva, arena seca flameando en el desierto, lámpara roja flotando en la borrasca de tus venas. Si tu voz canta, si tus manos aprietan, si tus alas pesan sobre el aire albino de la madrugada, salta jubiloso sobre el barro apoyándote en tus pies delgados y esconde por inútil la gracia que te ha sido concedida. 30 mil millas de mi país piso la misma tierra mojada. Y recibo cartas que explosionan en mi corazón. El taxista no comprende cuando le ofrezco mi botella de vino de arroz. Él trabaja. Yo canto un bolero. Siempre me equivoco. Sobre todo cuando pienso en el porvenir. Déjame vivir bajo estas aguas un instante. Me recuerdan tu voz las noches de invierno. El canto de las cigarras es inútil bajo el ruido de las cataratas. Pero cantan hasta morir en el universo de una hoja de acacia. No he descubierto lo claro. No soy contemporáneo de nadie. Solo tú tienes mis números de teléfono. No me dejes morir. Los turistas fotografiamos el agua para recordar el agua. Su música desaparece en la emboscada de la película. Sólo poseemos el deseo de nuestra mano. Un puñado de cenizas de los astros para avivar las noches del invierno. Todo lo que hago me parece triste. Vino de arroz no me abandones. Una carta es una frontera. Hierba seca crujiendo bajo mis pies. Mi corazón siempre se repite. Tú, la que escribiste una vida, no me abandones. Desde lo alto de la colina las nubes esconden el paisaje. Caminamos como si el mundo fuera opaco bajo nuestros pies y azul esplendoroso en lo alto. Sería bueno acostarnos sobre la tierra muerta y dejar que de nuestro cuerpo germinen flores. Que arda sin despertarnos asustados en medio de la noche. Tu carta en mi bolsillo me recuerda el olor de las flores, el brillo del agua, el espesor de los bosques. El taxista se ríe de mi cámara fotográfica. Él duerme bajo este esplendor. Yo ignoro si soy el invitado o los alimentos. Ofrezco mis manos vacías. Quiero dormir. Estoy harto de la poesía. Sucede que hiela los huesos. Que nace de las cenizas del universo. Destroza las ventanas de mi cuarto. Todo sigue igual. Me saturo de anfetaminas. Es una herencia que pasará de generación en generación. Siempre confundo las costumbres de los pájaros. Cuando pienso en ti soy infinito. De nada sirve mirar de frente todos los ruidos del bosque La poesía se adelgaza hasta ser una bolsa oscura debajo de mis ojos. Un bote sin remero en un muelle desierto. Tu voz llega de una región que no existe. Comienza a crecer la eternidad. Escribo este poema porque pienso en ti. Una triste lluvia. No sé vivir. ¿Cuándo me despertaré despierto? Dejaré de volar como los murciélagos en la noche. No hay constancia del canto de la cigarra. ¿O tú puedes recordarlo? El suelo esta cubierto de hojas de acacia. Trataré de no pensar en nada. Tengo las manos vacías. Me gustaría amarte, no escribir estos cantos a mí mismo. Así es mi amor. Tu sangre no me alcanza para sobrevivir. El cielo es un muro azul. Camino sobre un muro gris. Te escribo en un muro blanco. Mi mano tiene las rajaduras del concreto seco. Algo se ha perdido. Tu carta tiene la claridad de las cataratas de Bai-Lung. Pronto los árboles serán estandartes vacíos y el universo vasto y oscuro. Carta y poema desaparecerán en el bolsillo de mi pantalón En la voracidad de la lavadora. Todo lo olvido. Por eso intento que me escuches. Sé que este intenso vacío no lo solucionará la muerte. Somos abismo y sombra. Voy no importa dónde así me guíe por un mapa clavado a la pared señalando la ruta. Tu sonrisa es para mí la vida entera. Ese arte lo conozco. Enciendo fuego en todas las orillas y te invoco. Nada separa pasado y futuro. Estamos un breve instante. En el fulgor de la flor de higo te amo. No tengo otro talento y este no se puede enseñar. Tan absurda esta botella de vino de arroz. Estas miles de hojas de acacia que crujen bajo mis pies. Nunca se sabe. Trataré de morir bajo la sombra de los árboles. Evitaré el aburrimiento de que me comprendan. Aspiro a vivir todos los momentos que no tengan ninguna importancia. Las calles de mi infancia me perseguirán eternamente. Cuando cae la lluvia te amo. ¿Sabías que te amo cuando no cae la lluvia? Detesto la banalidad de los rostros de la multitud. He cometido todos los crímenes. Deseo mil cosas a la vez. No comprendo este paisaje. Pero siempre estamos frente a frente ofreciéndonos un instante de paz. Tengo mil dioses: uno para cada parte de mi alma. Soy yo quien quema incienso a la Gran Madre Y desde el fondo de mi alma me postro delante de ella. Mil lágrimas me pide y mil lágrimas abandono. Este verano se aleja. Entregaría más a cambio de tu sonrisa. Navegando en este planeta lo único que hago es correr hacia la muerte. Tu carta ha abierto un dique. Navego a mayor velocidad Más bríos. No hay ciudades en sus orillas adonde pueda gozar de una sopa caliente, un tazón de vino de arroz , una cama tierna y húmeda. Sólo eso eras tú. Una pequeña aldea llena de leña a la mitad del viaje Un lugar para compartir todas estas verdades inservibles que he acumulado a lo largo del camino; quedar desnudo y cantar como una cigarra en una hoja de acacia. De eso se trata. No interpretaré al mundo. Estoy a tu lado y toco el lugar más dulce de la tierra. Así son las cosas. Veo lo que veo y no hay nada oculto en el poder de las cosas. Soy sin interpretaciones como esta lluvia pesada que comienza a desfigurar mi rostro. Húmedo hasta los tuétanos. Paso y quedo como el universo. Ningún deseo de ordenar la vida. Trazar una línea para separar lo útil de lo inútil. Cuando escribo soy un ciego narrando el paso del agua. Quiero arrojar al vacío todo lo que he aprendido. Quedarme aferrado a tu sonrisa. Como si yo fuera la sonrisa misma. Una sonrisa resplandeciente en la inmensa noche eterna. Llevo en mí todas las sonrisas que he amado. Soy un planeta lleno de lágrimas. Me dejo llevar por el poder del viento. Como dividir con justicia una manzana en dos partes iguales . ¿Por qué elegir si ambas me alimentan?. Mi única certeza es la duda. He hablado tan poco cuando estaba a tu lado. He sonreído tan poco cuando estaba a tu lado. Y la lluvia no cesa y las cataratas Bai Lung son un brillo plateado en la lejanía. Y en mi mano otra botella de vino de arroz como un faro desprovisto de mensajes. Que la paz perdure. Que todo el mundo reciba tu carta. Que las viejas redes tendidas en el mar capturen peces resplandecientes. El viaje es más largo que nuestros sueños. Bebo sin escuchar el ruido de mi garganta Tu belleza esta fuera de mí. Los árboles son árboles. Mi poema no los toca. Por eso te escribo este poema. De la poesía se dice de todo. De nada sirve para mirar complacido este paisaje. Para dormir a tu lado cubriéndote con mis cabellos. Seré siempre aquel que espera atravesar un muro sabiendo que no existe la puerta. Saltando de caballo en caballo descubriendo la vastedad de la pradera. Plantará este poema en el centro de un bosque. Ningún leñador lo podrá cambiar por un gorro de visón, aceite de oso o leña seca. Sólo será un poema plantado en el centro de un bosque. No tengo esperanzas. Mi alma esta vacía de paisajes. Tú eres un ejército de dioses. Tan natural como el agua cayendo por una pendiente. La furia del océano al roce de tu piel es una casa llena de amigos Pensar es poca cosa. Poco me importa la poesía. Nunca podremos repetir la belleza del canto de una cigarra Fijar en una foto su inmortalidad Acabar con el amor escribiendo una carta. Una carta es una cámara fotográfica. Deja constancia. Nada añade. Todo reduce. Con precisión aterriza adonde no hay nada preciso. En qué instante la persona que está a mi lado es la misma que me escribe desde el otro lado del planeta. Y en qué instante vuelve a ser la que se baña desnuda bajo las cataratas de Bai Lung. No hay milagros del vino de arroz. Estamos atados a la misma deriva. Invocamos al mismo dios en medio del furor de la tormenta. Somos la sombra de nuestros sueños. No te inquietes por mí. Yo escribí esa carta. Siempre llevo una luz invisible y triste en mi corazón. Siempre me pierdo en la ruta clara y calma. Comienzo a aullar en la oscuridad. Un tiempo se acaba con mi botella de vino de arroz Compraré otra y la eternidad renacerá luminosa. Seguiré buscando tu sonrisa entre los dorados campos de trigo. Continuaré disputándome conmigo mismo. No hay regreso. No quiero regresar. Tu corazón, del que nunca nada se sabe, tampoco puede escapar. Esta enfermedad no se cura eligiendo el día de la muerte. Cada cosa es lo que ella es. No hay más explicaciones. Yo, que más tiempo he estado solo que acompañado de la manada de lobos Que he matado, violado, fracasado, siempre lleno de bondad y sin remordimientos Te ofrezco este ramo de palabras húmedas. Sé bienvenida. Ordena que el viento se enfurezca. Que imperen las tinieblas. Que la lluvia continúe. Que sin calma el mismo ardor nos invada. Que en su oscuridad la noche nos proteja Que se destruya toda la poesía para recuperar tu sonrisa. ¿Acaso no eres la noche que no cesa?. ¿El día que no cesa? ¿El resplandor que se refleja en el resplandor para calentar la tierra? Extenuado no exterminado sigo bebiendo bajo la noche azul de las cataratas de Bei-Lung. Y con mi propia oscuridad oscurezco el universo. La madera viva de los bosques late bajo un color plateado. Eso no significa nada. Pero en esta noche hay cierta belleza que vuelve a traer tu olor a mis manos. El tiempo o una lavadora destruyen todas las cartas ¿Quién es capaz de desconocer la inmortalidad cuando escucha el canto de una cigarra?; ¿al caminar sobre un tapiz crujiente de hojas de acacia? Bajo las cataratas de Bai-Lung he arrojado tu carta al destino que le corresponde a las máquinas fotográficas Y he escrito este poema . Mi último canto antes de abandonar esta hermosa hoja de acacia Donde hace dos mil años canto sin cesar. Bajo el ruido ensordecedor de las cataratas, Completamente solo. Defendiéndome con tu sonrisa. En silencio. Beijing — Bei Lung, mayo 1993 — mayo 1999 |
Comentario privado al autor: © Óscar Málaga-Gallegos, 1999, [email protected]
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