Nacionalidad
i
país es el mar
que envenena a sus peces con espuma.
Mi país es el cielo
donde la muerte es gris y acuosa y fría.
Mi país es la tierra
con un bosque de cruz y calavera.
Mi país es montaña
que en lodo y sangre oficia su derrumbe.
Mi país es extraño
pero simple:
Se llama El Salvador y usted dirá.
Con Ludwig
De ser cierto lo de la sordera
¿Por qué no atravesaste tu humillado corazón
con la más aguda astilla de un violín?
¿Es que pretendiste escuchar
las notas de la ceniza,
el acorde del sueño,
la opaca melodía de la muerte?
No entiendo.
No encuentro explicación
a tan vasto silencio.
Casa # 6
Nadie toca a la puerta de mi casa
Las mariposas entran en silencio
con cierta danza de mujer conmovida
La lluvia penetra hasta las raíces de los árboles
a quienes no les queda más gracia que verdear
A veces los niños tocan el timbre y huyen
Me gustaría que alguien
una tarde
huyendo del mundo
derribara la puerta de mi casa
Sería hermoso compartir
tan adusta soledad
Compañero
A Amílcar Colocho
Alguien me habla más allá de la vida.
Alguien talla mi voz desde su canto.
Su voz retumba en mi pecho
pero no puedo precisar su ruego.
Un cadáver repite mi nombre desde el sueño.
Aclara su rostro en el rostro del Hambre.
Define su acento en el tono del Miedo.
Sangra de amor en terminales y aeropuertos.
A veces duele tanto seguir vivo
y escuchar, impotente, los sollozos de Dios.
Con Paul
Te cobijaron el oro de sus pieles
y el aleteo submarino de sus ángeles.
Y en la góndola azul de la desilusión
cruzaste, mal marino, El Paraíso.
Poseíste
el aliento agitado de la cruel inocencia,
la despreocupada sabiduría de la jungla,
el contorno amoroso de los ríos.
Y amaste, impenitente, toda la intensidad
que se te abrió en conjuros y muchachas.
París se te hizo tumba.
La suerte estaba echada.
Te sobreviven el cielo, tu sombrero
y Manao Tupaupau.
© 2002, Otoniel
Guevara
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