RETROSPECTIVA
A Juan Goytisolo
ún vivíamos ajenos a la guerra,
aún funcionaba un mundo totalmente ficticio,
aún dábamos la historia por perdida
y la seguridad por conquistada.
Aún protestábamos ante el menor signo
de novedad real o diferencia,
aún flotaba el sueño de Occidente
sobre los marginados,
sueño de la razón omnímoda y escéptica.
La posmodernidad, victoria pírrica
de la pluralidad, nos arrullaba.
Parecía el final de la prehistoria
o quizás el inicio.
El pensamiento holgaba voluptuoso
en su propio vacío.
Aún mitificábamos Oriente
claro, el extremo mientras se gestaba
una Cruzada teledirigida
a cargo de las redes informáticas. El paro
era el mayor peligro, y cada año
nos parecía la Tierra ¿qué digo?, ¡el universo! más pequeño.
Aún con ironía delicada, o no tanto,
sonreíamos ante los convencidos, sobre todo
si se hablaba de Dios.
Nos manteníamos jóvenes, atléticos,
hasta la senectud.
Aún envejecer era el mayor pecado
y olvidar los conflictos el más firme propósito
porque aún nos sentíamos el centro
de todos los derechos.
Cerrábamos los ojos ante cualquier aviso,
hacíamos callar al importuno
con órdenes o burlas: aún éramos
la civilización por excelencia,
la civilización...
FUNCIÓN DEL HEXAGRAMA
LA SENTENCIA
I
«La posibilidad de profetizar
es una característica de los que
alcanzan la máxima sinceridad»
Confucio
Un cosmos dividido, una tiniebla
hundida en la memoria, una resaca
de movimientos rítmicos: el punto
donde se unen todos los arpegios
y crean al azar, nunca posible,
nunca desvanecido, nunca ausente.
Entre piedras malditas se prepara
una nueva estación, cuya primicia
hacen las muchedumbres fanáticas, agónicas,
exhortando a matar, sin alegría,
cumpliendo sin saberlo su destino más hondo,
estertor de la especie desbocada,
manada enloquecida, rostros de toda índole,
expresiones malignas, estúpidas, fantásticas,
temibles y ridículas,
asfixia del desorden en el roto
desangrarse del caos.
II
«las señales se observarán en la
milenrama y en los caparazones
de tortuga»
Confucio
Ha llegado el mensaje entre la bruma
de un sueño peculiar, que no permite
olvido ni descanso,
ese sueño que rompe ciegamente
la historia personal, ese enemigo
que nos aguarda siempre, enmascarado,
con la expresión ingenua de un ciclo natural.
Sus cifras han fijado cada instante,
sólo falta la espera
(¿elegir? ¿obligarnos? ¿podrá torcerse acaso
el hito en el camino?).
III
«Cuando la felicidad o la desgracia
van a llegar al máximo, el hombre
que posee la máxima sinceridad lo
sabrá necesariamente antes»
Confucio
Presentir con el cuerpo es apertura
a los brazos del Cosmos,
opresión en el vientre, en los sentidos
que intentan comprender (¿o recordar tan sólo?)
cuanto flota en el iris de sus ojos candentes,
plenos de lava y roca, dispuestos a estallar,
Espías por doquier, en los caminos,
en montes y recodos, en los lagos,
en losas sepulcrales, en las torres.
¡Cuidado! Escuchan todo,
pueden contar al dios de estas comarcas
cómo cambias de forma, cómo intentas
resurgir en las grietas de un metal venenoso.
IV
«Ocupaban los puestos de los
antepasados, celebraban sus ritos
y ejecutaban su música»
Confucio
Te esperaba: tu historia
no estaba concluída.
Necesitas tu muerte y yo la oculto,
la temes y por eso juegas a maldecirme
pero tienes sed de ella. Tu condena
es el eterno viaje de Ashavero
en pos de un fin que agote tu fuerza desbocada
y te otorgue, en sus límites, la intensidad del tiempo.
EL MENSAJE
«El que entienda los ritos de los
sacrificios al Cielo y a la Tierra
y el significado del rito dedicado
a los antepasados, podrá gobernar
un Estado tan fácilmente como si lo
tuviera en la palma de la mano»
Confucio
Pero para obtenerlo, contenderás conmigo
hasta el albor del mundo transmutante,
te reconocerás como enemigo
de toda decisión pura y constante,
podrá la vida derramar su sombra
en la antigua impresión de la conciencia,
en las simas del ser, que nadie nombra,
donde se cumple toda penitencia,
y al cabo de este ciclo, volveremos
a danzar sin saber qué nos envía,
a convertirnos en sus emisarios,
en armónicos signos, en extremos
de una potencia fúlgida o sombría,
en sus entrañas mismas: sus contrarios.
* * *