i
busca la belladona entre mis muslos
la fragancia con la que átropos,
la más terrible moira
corta el hilo, siega la vida,
trama una nueva historia
noche de pupilas dilatadas
mientras las otras hilanderas duermen
el huso destila rumores
el pabilo se desangra
hermanas hasta la muerte, ¿verdad?
por lo políticamente correcto
cuando una mirada más allá de las sábanas
sugieren el británico modo
hasta sentirme la entrañable puta
que jura sobre el grimorio su inocencia
encuentra la belladona
envenénate con mi vulva
clava el puñal de tu lengua
en mi sepsis efervescente
pero no olvides que antes
ellas, las otras, anduvieron por mi cuerpo
esculpiendo el silencio de su designio
la mareta de mi deseo
v
seguimos la recta que se curva desde nuestras manos
y me envuelves con el álgebra de tus certezas
con la gramática de tus sueños constelados
con los verbos que conjugas sobre el mapa de mi tiempo
<y ya sabes, dibujaré tréboles en tus pies
y escribiré sobre tu cuerpo con mis labios
con tinta de luna
con aire de verano
con flores traslúcidas que perfumarás>
me envuelves, deadly nightshade
me envuelves, solatro maggiore, con tu misterio metafísico
con tu discurso mayéutico que pulveriza guijarros
y acalambra mi mente
me atraes, nachtschatten
me atrapas, dodelijke nachtschade, me victimas
con la miel de tu voz, con la ira del destino, con el óleo que te inmortaliza
amortajada, cubierta de ti a pesar del verbo pronominal que nos separa
aguardo la sal y el azar de tu presencia
<te presiento, casi te rozo>
y ya me inflamas como el más cruel cólico menstrual
y me envuelves, insisto, con la ciencia de tus signos sobrenaturales
xv
antes de volverte estatua de sal
te has abierto paso
entre algas y recuerdos
por eso huiste
sin dejar la nota sobre el espejo
o derramar la leche
sobre la mesa de la cocina
sin embargo, las hojas de afeitar
son el yo poético
de una tarde acalambrada
mis náuseas
y tu bochorno
ante el fantasma de un semáforo
la taza medio vacía
los cajones sin tu ropa
mi maquillaje en tu cartera
hoy dormiré sola
como las últimas noches
con el teléfono a un lado, destrozado
con la espada de damocles
a falta de una cruz
pero antes un diazepán
una maldición
una caricia por mi entrepierna
la ventana sellada
la calle vacía
la luna menguante sin llave
el universo más frío que nunca
nada en tus ojos
la sal de tus lágrimas
el ácido de mi deseo
xxi
en la quietud de la noche de walpurgis
<en el extremo de mi mirada>
a poco para el sabbat
sale mi espíritu de su cárcel
pequeña y renegrida baya, grat morel
morelle furieuse, tabac de paret
porque soy hábilmente cruel
e inexorable
como dicen las enciclopedias
como me recuerdan las tropas de marco antonio en esparta
claudio y la armada danesa
en esta quietud, digo
en esta quietud de sueños y deseos
yo, bellona por más de una casualidad, voy en ayuda de los sacerdotes
una vez que trenzo mis tentáculos cabello
amordazo a mi álter ego
<la hechicera encantadora
a quien es muy peligroso mirar>
y propicio licencias bajo la mesa
mientras me mezclo con beleño, mandrágora
y grasa de recién nacido
así, voy reptando de pesadilla en pesadilla
haciendo a las mujeres más deseables
o introduciéndome como ungüento en vaginas
sí, en la misma quietud
yo, la inevitable hija de la noche
la más vieja tramadora, responsable de cortar el hilo de la vida
aún recuerdo el soplo ancestral de mi arrechura
cuando embellecía el rostro de las damas romanas
y hacía insondables sus miradas
tampoco olvido a las ménadesen las orgías
cuando las muy perras
se arrojaban con las pupilas dilatadas
a los brazos de los hombres que adoraban a dionisos
ellas, enloquecidas
con sus pezones tan duros como mis bayas
con los ojos de fuego
caían entre los devotos adoradores del peregrino dios
para despedazarlos o comérselos
en esta quietud de siglos
yo, la muy inquieta hembra de hembras
amasadora del poder semántico de cientos de conjuros
dolores de cabeza y delirios
conspiradora del eterno femenino
desde la primera tentación
aún desvela, destila veneno
y crea más adictas a la belleza
y lo que es peor:
arrojada al fuego
soy una maldita conchadesumadre
pues procuro vértigos y alucinaciones
noches que no se cierran
esquinas infinitas de miseria en las que lo estético no solo es imposible
sino sórdidamente impensable
y tan vana como la lluvia de oro que se desprende de las brasas
apenas pataleo en la hoguera
* * *
© 2004, José Donayre
Escriba al autor: [email protected]
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Para citar este documento:
Donayre, José: «De Belladona, poesía», en Ciberayllu [en línea]
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