De la vejez
Encontré, anoche, tres heridas en mi camisa:
tres agujeros sin energía, tres avisos
de multas sobre mi cuerpo cansado de andar.
La vejez no la asocio con el invierno
ni con los viejos zapatos de lobo
que me regaló mi madre en su testamento.
Ya no sé, como antes, decir anciano.
La pradera se ha curvado de niebla verde
encogida al ras del suelo en cualquier estación.
Acaso, hasta anoche,
siempre la había visto desde fuera
como un término y como una extensión
donde se arrodillaban los acordes de la fiesta…
nada más que con un interés siempre aplazado.
Ahora mismo no estoy seguro
de que no sea un rayo
que baja a herir a los otros.
Una dimisión general
que permite excepciones,
como yo…
porque sigo sin entender
la posición del alma eterna en el tablero…
Porque si el jugador decidiese el juego
nunca arriesgaría la reina,
porque envejecemos, envejecemos
con los alfiles en la posición replegada,
defendiendo un rey vestido de aire.
Vencite si ita vultis
En la pila oval de la madre
fijo mi corazón como un trueno.
Mi deseo de vivir ha renacido.
Me pasmo de todas las aves.
Espero un motín de lumbre y espuma
cada día en los órdenes más fríos
o más serenos, en los sepulcros
y en la voluntad de la muerte.
Vencite si
ita vultis
* * *
* Del poemario inédito Indicios de Séptimo Alba.
© 2005, Fulgencio Martínez
Escriba al autor: [email protected]
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Para citar este documento:
Martínez, Fulgencio: «Dos poemas», en Ciberayllu [en línea]
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