Poema 5Del libro Contra la interpretación (1987)
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Francisco Matos Paoli nació en Lares, la legendaria ciudad revolucionaria, en 1915. Dedicó su vida a la poesía entregándonos cientos de poemarios, muchos aún inéditos. Su poesía no fue sino dedicación amorosa a la patria y a la nación puertorriqueña. Acompañó a don Pedro Albizu Campos, con quien compartió cárceles y hospitales, en su gesta trascendente de valor y sacrificio. En la cárcel de la Princesa, como hijo bueno del maestro Albizu, lo asistía como enfermero. Más tarde lo indultó el gobernador Luis Muñoz Marín y lo hizo poeta residente de la Universidad de Puerto Rico. Mas regresó a la cárcel, y lo internaron siete veces en instituciones siquiátricas, nunca por nada más que su honrada palabra redentora. Después de José Gautier Benítez, ha sido nuestro poeta más importante. Murió este año 2000, pero estará siempre con nosotros.
e avanzado por túneles de niebla, he avanzado
hacia ese antiguo mar que nunca se da como misterio redentor. Hasta mí llega la irrisión de la plebe. Yo sé lo que me espera: el INRI en la cruz. Y nadie me hace caso. Los mártires sobran, son impertinentes ante ese colectivo que no abraza más al indefenso. Tú me aseguras: es un delito interpretar, resbalar sobre la misma superficie siempre sin lograr el milagro del Cristo. Me encuentro con un rótulo imperialista: «No trespassing». El coquí, sobre la hierba, no necesita alojo en el minuto. Le basta la humedad del cielo derramada sobre él, le basta la conjunción del astro que lo halaga con su rielo secreto en la plena, gustosa ebriedad de la lluvia. Hasta aquí llega la impiedad del paria, del que imita payasos y ha plagiado el oro de los asesinos. El cielo es áspero, camarada. Es pavesa no más. Si se considera que debemos aguardar lo meditativo de aquella semilla que murió para que yo naciera en ti. ¿Pero yo soy Jacob? ¿Y peleo con el Ángel hasta la escurridiza alba interior, hasta pedir el nombre, o la piedra blanca con nombre al que evade mi silencio de siglos? Porque el signo no debe dilapidarse. Es un acervo soledoso, es una compañía que se merece la emoción del reconocimiento en una isla apagada por el mar. Las cosas... El vientre de la mujer... ¿Qué voy a hacer con el hecho, con el praxista desconsiderado que no cree en mí? Alguien desea ardientemente acortarme las alas, seccionarme en el objeto desnudo, volcarme en la refriega del que empieza siempre a no interpretar... No es tan válido el útil que me ofreces a cambio del suicidio de los astros. No insistas, camarada, yo no debo callar ante la madrépora gigante cubierta de algas. No debo callar ante los corales primigenios que conocí cuando era niño, no debo callar... |
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