29 enero 2006

Que Bush nos coja confesados

Cuento

[Ciberayllu]

Ernesto Escobar Ulloa

 

A Alicia 

El mundo bailaba una macabra danza con la muerte, hambrunas se cobraban millones de vidas en el África,  plagas como la tuberculosis, el paludismo, el dengue, el cólera, el SIDA, diezmaban poblaciones enteras en el tercer mundo, las guerras y el terrorismo internacional sembraban el pánico y la paranoia desde Nueva York, Madrid y Londres hasta Bagdad, Kabul, Tel Aviv, Yakarta o Grozni, desastres naturales arrasaban el Misisipi y el Extremo Oriente, la economía de mercado y la ambición materialista deshumanizaban a la gente y empobrecían a millones de personas, aquí, en el Perú, sin ir más lejos; mientras tanto, la televisión vendía sexo y lujuria en esta nueva Babilonia la Grande y los héroes del rock, Metallica, MarylinManson, adoraban a Satanás e inducían a los jóvenes a la perdición o a las entrañas de la droga, sin contar que las jovencitas perdían la virginidad alegremente a los catorce años. «A cualquiera que haga caer en el pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que lo hundieran en lo profundo del mar con una gran piedra de molino atada al cuello.» (San Mateo 18: 6,7). Los «últimos días» que profetiza la Biblia están más cerca que nunca y este viejo comunista me pregunta cómo estoy, ¿cómo voy a estar?, mal, por supuesto ¿no ve usted lo que pasa en el mundo?

El viejo León observó a Ezequiel —a quien comúnmente se refería como el Profeta— con el desconcierto que produce corroborar una teoría personal, aunque refutada por la lectura y una doctrina de base científica, aún así prefirió sonreír. Según había observado los últimos años la sociedad de consumo y el imperialismo habían acrecentado de manera alarmante este tipo de locura muy frecuente entre los desvalidos intelectuales, aquí mismo, en el Perú, había un ejemplo fáctico: el auge de las sectas evangelistas en el interior del país durante los últimos veinte años, las mismas que en las elecciones del 90 apoyaron en bloque la campaña presidencial del Ingeniero Alberto Fujimori Fujimori, ese fascista miserable. ¿Pero el Profeta era evangelista? Su ignorancia en los temas de la fe le impedía desenmascararlo. En todo caso, un pobre diablo, otra víctima del sistema, un huérfano ideológico refugiado en las fauces celestiales, veo como está el mundo, amigo, pero lo que ahora quiero ver es cómo está el Perú, sin embargo fíjese usted, parece que primero siempre está el trabajo.  

¿Y éste cuándo habrá trabajado en su vida? se preguntó Ezequiel, que hacía poco había leído que, en su juventud, el señor León había formado parte del comando Pachacútec, un tentáculo del MIR o del ELN, no recordaba bien, de cualquier manera, un puñado de ingenuos idealistas que en el año 65 se encapricharon con prender la llama de la revolución con la sangre de los inocentes. El barbudo logró salvar el pellejo en una emboscada que el Ejército le preparó en La Convención, departamento de Cusco y, desde entonces hasta ahora ¿qué camino había seguido? ¿el del trabajo? ¿el de la lucha? El de la politiquería más bien, el del oportunismo, la demagogia, las malas artes del intelectual pseudo progresista y, si mal no recordaba, el rectorado de una universidad de provincias, La Libertad tal vez; y el dinero que había chupado del pueblo en esa estratégica y gradual conversión del radicalismo a la moderación, de ese mismo pueblo cuyos intereses decía defender, le había alcanzado y sobrado para educar a sus hijos en universidades extranjeras, así cualquiera, mi estimado, así yo también soy comunista y revolucionario, pero óigame bien, aquí estoy, y la palabra de Cristo es mi única arma y mi única revolución, ya veo, no olvide que el trabajo dignifica al hombre, pero dígame, ¿necesita ayuda?

Siempre y cuando no me vaya usted a soltar el discurso evangelizador, Profeta, ayúdenme en lo que pueda, porque la semana pasada lo vi a usted tratando de convencer a las monjitas que vinieron hace un momento y se sentaron juntitas todas a rezar aquí y mire cómo me dejaron el sofá. Lo tengo calado, amigo, sé muy bien de qué pie cojea, pero conmigo la lleva clara, porque este pobre barro pensativo, como dijo nuestro gran poeta César Vallejo, a quien, supongo, usted no habrá leído en su vida, se va derechito al infierno si toda su doctrina religiosa existiera de verdad, derechito y sin escalas, a que me reciba su Majestad Lucifer que, si me permite el chascarrillo, fue el primer revolucionario, ¿no dicen ustedes mismos y sus partidarios que se rebeló contra Dios Todopoderoso? A propósito, ¿no ha pensado alguna vez que si es todopoderoso a lo mejor tiene algún parentesco con el Tío Sam? Perdone que me ‘sensualice’, como solíamos acusar en mis épocas a todo aquel que se desviaba del objetivo primordial, pero ya estoy viejo y mi objetivo primordial es conseguir unos clavos, en efecto, necesito ayuda, sabe usted, clavos, no tengo, ¿tendrá usted clavos, por casualidad?

¿No era un presagio acaso que aquella mañana, cumpliendo la costumbre matutina de abrir la Biblia al azar, hubiera leído el bello pasaje de San Lucas en el cual Jesucristo resucitado invitaba al incrédulo Tomás a tocar las heridas de los clavos en sus manos? «¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!» (San Juan 20: 29, 30). ¿Se trataría de un mensaje? ¿No representaba León al incrédulo Tomás, incapacitado para creer en el salvador, primogénito de los cielos, por el mero hecho de no ser testigo visual de su existencia? Mal de muchos en este mundo gobernado por la tiranía del empirismo y las filosofías agnósticas, que encumbran la suficiencia humana por encima de Dios para exaltar la vanidad y sus efímeros apetitos, la fama, la gloria, el poder, ¿y qué mejor símbolo del poder que los clavos de Cristo, que representan a Roma y sus aliados, los fariseos, compinchados contra la verdad y la palabra divina? Los clavos… clavos, pues no, no tengo clavos, pero oiga, ¿no debería arreglar el sofá, Samurái? ¿Quiere que vaya a buscarlo?

¿Quién y por qué le habría puesto Samurái a ese pobre muchacho? ¿De dónde venía esa despiadada virtud limeña de ponerle chapas a todo el mundo? El profeta, por ejemplo, ¿quién le habría puesto esa chapa al pobre viejo? Quizá Samurái. ¿Y cómo lo llamaría don Ezequiel a sus espaldas? ¿Rojo? ¿Zurdo? ¿O Trotsky, como lo llamaban en su juventud? Camarada Trotsky. Parecía una broma porque él no era trotskista, era mosco, pero se llamaba León, y eso bastó. ¿No era curioso que el único viejo socialista de la residencia se llamara de la misma forma como se traducía el nombre Lev, de Lev Trotsky, y que el único fanático religioso de la residencia tuviera el horrendo nombre bíblico de Ezequiel, que le recordaba las famosas plagas y Babilonia y la chucha del gato? Tenía que leer la Biblia, aunque sea por curiosidad, a lo mejor se enteraba por qué demonios los padres de ese desgraciado lo habían castigado de por vida con ese nombre apocalíptico. Hoy es domingo, mi amigo, el Samurái no trabaja, Dios también descansó el domingo, ¿no es cierto? No sea usted explotador.

¿Explotador? ¿Este viejo corrompido me llama a mí explotador? ¿Qué hubiera hecho usted, viejo atorrante, de haber triunfado su guerrillita de niños bien? ¿No habría explotado al pueblo igual que sus admirados Stalin o Mao con ese comunismo de manual escolar que apenas leyeron sus amigos y usted en sus festejos de marihuana? ¿No hubiera convertido este país en el burdel de Estados Unidos como ha hecho su idolatrado Fidel Castro y sus compinches a quienes emuló en la práctica de la violencia para llegar al poder? Y no sólo en la práctica de la violencia sino también en la facha, ¿por qué dígame sino de dónde sacó usted esa pinta de roquero acabado? Dé gracias a Dios de haberse topado con un verdadero cristiano que lee la Biblia: «Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan. Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele la otra» (San Lucas 6: 27). Ahora vengo, buscaré esos clavos.

Parece que el viejo se molestó, es sensible como una prima donna, debo tener más cuidado con las bromas que hago, este loco se lo toma todo a pecho, es un creyente sin dudas, no como nosotros, que interiormente debimos esconder todas las dudas que nos alejaban de la revolución, exteriormente sin embargo actuamos como creyentes en aquella época; nos duró poco, la verdad, pero no había otra salida, este viejo en cambio se mantiene firme como una roca, seguro que la Biblia también se la toma al pie de la letra y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y a la mujer se la sacó a Adán de una costilla, y pensar que de niño yo quería ser cura, ojalá muera llevándome ese secreto a la tumba, qué cojudo puede llegar a quedar uno cuando se pasa la niñez en colegios católicos, menos mal las mujeres me devolvieron la razón, creo que esa fue la primera vez que realmente salvé la vida, cuando me tiró la zamba Carmela en la finca de mi tío Pablo, la segunda vez que salvé la vida colgué los hábitos para siempre, ahora me pregunto qué hábitos, los de mi atracción pequeño burguesa por las mulatas color canela o los del revolucionario, qué más da, ya sólo valgo para reparar sofás en una residencia de ancianos, vaya final, hablando de ancianos, ¿dónde se habrá ido ese viejo conchasumadre?

Ateo miserable, me saca de mis casillas la gente insolente, los impíos, los desvergonzados, los intransigentes, los comunistas, ¿cómo pueden aspirar a la igualdad si no saben ni respetar? ¿Cómo pueden aspirar al poder si ni siquiera reconocen el auténtico poder, el de Dios padre? Jehová es el creador y el único con derecho a reinar sobre los hombres. «Que sepan que tú eres el Altísimo sobre toda la tierra» (Salmo 83: 18). ¿Pero cómo van a reconocer al Dios Padre si tampoco reconocen la familia? ¿En qué creen? ¿En la libertad? En el libertinaje más bien, en la anarquía, en el reino del individualismo, y venga el sexo, y venga  el alcohol, y venga la droga, y los niños que hagan lo que quieran, por eso el mundo está como está, por eso Internet difunde la inmoralidad, la bigamia, la pornografía, y los sacerdotes católicos, esos adoradores de imágenes, son unos violadores, el mundo se ha pervertido porque sirve a un falso Dios, sirve a Satanás, por eso en España quieren hacernos creer que la homosexualidad y la sodomía son el progreso, cuánta razón tiene el Hermano José cuando dice que el progreso es la máscara predilecta de Belcebú. Muchacho, abre la puerta, soy Ezequiel, ¿cómo que quién? El profeta, muchacho sordo.

Ya me jodí, le abro o no le abro la puerta a ese viejo demente. Quién me mandó buscar trabajo en esta residencia de locos, no dejan dormir ni el día domingo carajo, con lo bien que estaba yo en la casa de mi tía Asunta, qué pena que me encontró con la Carmencita, sino hasta ahorita seguiría con mi primita linda, qué huevón fui, ya hace meses que no la veo, cuánto la extraño, qué imbécil. ¿Dios, por qué me haces esto a mí? ¿Acaso no he sido un buen chico? No te bastó todo lo que me hiciste al nacer. No, te quedaste corto, te faltó quitarme a mi primita, cabrón. Yo la quería, hasta me hubiera casado con ella. No, mentira. Bueno, no sé. Ay, Carmencita. Pero mi tía Asunta no entra en vainas, no duré en su casa ni un día más, esa vieja conchasumadre no sabe del perdón; bueno, tú, Diosito, tampoco, porque me castigaste trayendo mis pies hasta aquí y hasta ahora no te dignas a sacármelos fuera, y además ¿qué pecado cometí yo? ¿Estar con la prima de uno es pecado? ¿Desde cuándo? ¿Lo dice la Biblia? ¿Dónde? ¿Y si le pregunto al Profeta? Seguro que sabe. Yo no lo sabía. Nadie me lo dijo. El único pecado que cometo yo día a día y lo reconozco es el de la pereza. Que se lo pregunte su madre. ¡Estoy durmiendo! ¡Es domingo! ¡Hoy no trabajo! ¡Váyase a misa, Profeta!

Este muchacho es un insolente. Cuado desperté esta mañana jamás imaginé que Satanás me pondría tantas trabas para poder ver al Hermano José. Vaya, se acaba de levantar. Podría arreglarse un poco antes de abrir la puerta. El aseo personal y el recato en el vestir hay que inculcárselos a este jovencito. Le digo que necesito unos clavos para arreglar el sofá del salón y me hace pasar como si tal cosa, y él en calzoncillos. ¡Pero por Dios!: ¿Son eso revistas pornográficas? El hermano José dijo el otro día en su programa que pobre de aquel que caiga en la trampa de la pornografía porque acabará cometiendo actos inmorales. Oye, Samurái, ¿y esas revistas? ¡Qué obscenidad! ¿Tú no sabes muchachito pervertido que la lascivia es una trampa de Satanás? ¿Tienes una Biblia? ¿Dónde hay una Biblia? Trae acá. Escucha atentamente, mocoso del diablo. ¿Dónde está? Déjame ver. Ah, sí, leo, atención: «El que siembra la satisfacción de sus malos deseos recogerá una cosecha de muerte. El que siembra la satisfacción del espíritu recogerá una cosecha de vida eterna.» Gálatas, capítulo 6, versículo 7, para que veas, muchacho, que no lo digo yo, lo dice la Biblia, que es palabra de Dios.

¿Qué le habrá pasado en la vida a este viejo para quedarse así de loco? Para mí que es maricón. Porque si le gustaran las hembras no andaría con esas tonterías. Mejor me visto no vaya a ser que me quiera manosear. Tiene suerte de que sea una persona paciente porque si no lo boto de mi cuarto. No respetan ni el domingo estos viejos pendejos. El único que respeta los domingos es el comunista. «Samurái, muchacho —me dijo el otro día— vete de acá, estudia, la vida es una mierda, si te quedas acá con tanto viejo roñoso te vas a oxidar, yo veo las muchachitas de tu edad y me pregunto por qué no te vas ni siquiera el día domingo». No quise decirle que no tengo adónde ir para no darle pena. Pero pronto me iré. A Estados Unidos me voy a ir. Me apuntaré a esos sorteos de visas y cuando me vaya no me volverán a ver el pelo nunca más. Me robaré a mi prima y nos largaremos juntos a Nueva York, ahí donde se tiraron un par de edificios grandazos. Yo los volveré a construir. Seré arquitecto. Dejaré de ser el gasfitero, el electricista, el carpintero, el cerrajero y el huevón de este manicomio. Dicen además que en Estados Unidos si juegas pelota te pagan la universidad. Yo juego pelota. No soy Maradona pero los gringos no saben jugar pelota. Uy, caramba, ahora que me acuerdo hoy juega Perú. En la radio dijeron que como es el día de la Independencia vamos a ganar. Déme la caja de herramientas, Profeta, yo lo ayudo. Vamos.  

Yo lo dije de broma pero era verdad, este viejo es un explotador. Pobre chico. Parece que el viejo lo ha sacado de la cama. Apenas se ha vestido. Seguro que ni siquiera ha desayunado. No necesito su ayuda ni la de nadie. Estoy viejo pero clavar la pata de un sofá todavía es pan comido. Que me dé los clavos y que se vaya. Este muchacho lampiño no sabe nada de los derechos del trabajador. No sé si todavía tengo El Capital en mi pequeña biblioteca. Se lo prestaré. Se lo regalaré. Que aprenda lo básico. La plusvalía para empezar. Muchacho, ¿cuándo es tu cumpleaños?, te voy a regalar un libro, se llama El Capital, el autor es un tal Karl Marx, ¿has oído hablar de él? Tenía una barba como la mía. Te lo he repetido mil veces pero esta vez citaré de memoria a ver si te interesas por hacer respetar tus derechos como fuerza humana productiva: «La parte de la jornada de trabajo que excede de los límites del trabajo necesario no implica ningún valor para el obrero —o sea tú, tú eres el obrero en este caso— y constituye la plusvalía para el capitalista». No sé si nuestro amigo te ha citado la Biblia para traerte, yo te cito a Marx para darte la libertad.

¿Por qué sonríe este viejo estúpido? ¿Me sigue tratando de explotador? No me conoce, ¿por qué habla así de mí? ¿Está bromeando? Si es así, ya me estoy cansando de sus bromitas. Lo que tengo que aguantar para ver el programa del hermano José. El muchacho ha venido por su cuenta y riesgo. Yo solo fui a pedirle los clavos. ¿De dónde iba a sacar clavos sino? Menos mal, el chico tiene boca y sabrá decir la verdad, delante de mí no se atreverá a calumniarme. Tampoco tiene por qué.  He sido un buen amigo, soy su prójimo, es mi hermano. Además, qué vela tienen en este entierro ese judío prusiano y ese libro impío, acaso la historia no ha enterrado ya esos dogmas trasnochados que sólo han sabido despertar la violencia y la ira entre los hombres, le demostraré a este viejo insolente que sus citas chocan frontalmente con la verdad, con el presente y con las escrituras, escuche amigo, y escucha tú, muchacho, antes de que afirmes que has venido por tu propia voluntad, voy a decir una cosa, y que te quede muy claro: «Que nadie se engañe, si alguno de ustedes se cree sabio con la sabiduría de este mundo, vuélvase como un ignorante para así llegar a ser verdaderamente sabio. Pues la sabiduría de este mundo es pura tontería para Dios.» Corintios, capítulo 3, versículo 18.

Por momentos no sabría decir quién de los dos está más loco, si el barbudo o el profeta. Uno con su capital y el otro con su Biblia. Pero el barbudo es simpático y el profeta me da un poco de lástima, en el fondo es buena persona, y ambos hacen lo que hacen con buena voluntad, mejor sonreír, hacerse el huevón, después de todo a mí lo que me interesa es ver el partido, hay que ponerse manos a la obra, seguirles la corriente, al fin y al cabo de todos los viejos locos de esta residencia estos son los más interesantes, las viejitas que rezan su rosario en el jardín tampoco me caen mal, de vez en cuando sus hijos me traen mazamorras y pollito a la brasa porque ellas se lo piden, con lo mal que se come aquí es de agradecer, así que este es el plan, poner esa pata en su sitio y sonreír, no me cuesta nada, ver el partido con estos dos dementes debe de ser un vacilón, aunque nos vuelvan a golear y el sueño de ir al mundial se esfume de nuevo como siempre, para variar pero, como dice el lema publicitario de esta clasificación: «sí se puede».Vamos allá. Tiene razón el profeta, señor León, he venido porque quise. Y sobre los libros, los leeré los dos, haremos un sorteo, caballeros, a ver cuál de ellos leo primero, pero antes dejen que termine uno que estoy leyendo sobre la vida de Bruce Lee, ¿por casualidad saben ustedes quién fue Bruce Lee?

Cómo no voy a saberlo. Un tipo que repartía golpe. Mejor que no lea la Biblia ni El Capital, así no acabará como nosotros, que siga leyendo sobre Bruce Lee y que se mande mudar. Que se vaya lejos. Eso sí, antes que clave esa pata. Yo habría demorado mucho más. Hay que ver a este chico cómo le pega al martillo. Ya casi está. Qué bien. Por fin. No hay nada como el trabajo en equipo. Quién lo diría. Un comunista, un profeta y un samurái trabajando juntos. Marx no se equivocaba, caramba, nunca imaginé que podría volver a citarlo a estas alturas de mi vida, a ver como eran esas otras líneas de El Capital: «Además de la nueva potencia que resulta de la reunión de numerosas fuerzas en una fuerza común, el contacto social produce por sí solo una excitación que eleva la capacidad individual de producción». Es verdad, estoy excitado. Ahora sólo falta ver a ese cholo malparido que tenemos de presidente, ¿qué dirá en su discurso a la nación de cada 28 de julio? Me imagino que nada nuevo. Que el TLC sí o sí. Con Estados Unidos sí o sí. No sabe decir otra cosa ese bueno para nada. Caramba,   las monjitas vienen para acá. Que Bush nos coja confesados.

—Listo. Ya está.

—Pongamos bien el sofá. Uno, dos, tres.

—Eso, muy bien.

—El trabajo en equipo, amigos, da resultados increíbles.

—Aquí cabemos los tres de sobra. Siéntense.

—Prendan el televisor, va a hablar el hermano José.

—Un momento. ¿Va a hablar quién?

—El hermano José, amigo.

—Perdón, pero yo llegué primero y voy a ver el discurso del Presidente de la República.

—¿Qué están hablando? Hoy jugamos la clasificación al mundial contra Brasil.

—¿Fútbol? ¿Estás idiota, muchacho?

—No insultes al chico, conchatumadre.

—¿Qué me has dicho pedazo de escoria?

—Lo que has oído, quieres que te lo repita: conchatumadre.

—Trae ese control remoto, cabrón.

—Quítamelo si puedes.

—Cretino miserable.

—Maldito perro, vas a ver.

¡Ave María Purísima! ¿Qué pasa acá? ¡Llamen al guardián! ¿Pero qué guardián, si el chico también es el guardián? ¡Cójanlos! ¡Que alguien los separe! ¡Muchachito abusivo! ¡Qué barbaridad! ¡No se peleen! ¡Que alguien llame a la policía! ¡Separémoslos nosotras, hermanas! ¡Se van a matar! ¡Profeta de porquería, suelte al señor León! ¡Miren: tiene el martillo! ¡Ni se le ocurra pegarle con ese martillo! ¡Llamen al director! ¿Cómo le va a pegar si lo está ahorcando? ¡Suéltelo, viejo loco! ¡Bestias! ¡Animales! ¡Son unos salvajes! ¡Una ambulancia! ¡Rápido! ¡Ay, Dios: ha partido el sofá por la mitad! ¡Pobrecito: está inconsciente! ¡No respira! ¡Miren lo que han hecho, animales! ¡Ave María Purísima! ¡Una ambulancia! 

* * *


© 2006, Ernesto Escobar Ulloa
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Para citar este documento:
Escobar Ulloa, Ernesto: «Que Bush nos coja confesados. Cuento», en Ciberayllu [en línea]


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