Cuadros para una novela improbable

Narración a presión y por entregas

 
Ciberayllu

Domingo Martínez Castilla

 

 

 

9. Manejos egóticos de Blas el Bardo
(estudio cuantitativo)

 
  (No sin antes aclarar que Blas el Bardo y Barbado hase llevado a la ingenua Seraphine sabe Dios a qué rincón escondido de la casa-patio de los escultores brasileños afincados tiempo ha en esta capital, tánto como que nacieron en la cercana Maternidad de Lima, cuando sus padres vivían en una vieja calle de los Barrios Altos, con vista a los frondosos jardines de la Quinta Heeren. Bueno.)

Aparte de los gestos normales al bajarla del colectivo, como tomarla del codo, arreglarle el pelo y demás, Blas no ha conseguido de Seraphine otra cosa que las reacciones puramente fisiológicas consistentes en latidos e inspiraciones-espiraciones de ritmos variados. El cuadro adjunto, quizás incluyendo más detalle del debidamente necesario, describe el proceso estrictamente desde el lado de Seraphine, en razón de la imposibilidad material de representar gráficamente el multidimensional desempeño de Blas.

[Gráfico donde se detallan los altibajos el proceso amatorio]
Figura 1. Detalle de los altibajos del proceso amatorio. El eje horizontal representa la secuencia de eventos semi-discretos —es decir carentes de contuinuidad matemática— e inconmensurables —es decir que no se pueden medir, sino solo describir— que se detallará más adelante, consistentes en estímulos tactiles y digitales propuestos por Blas, mientras que el eje vertical mide la respuesta serafínica en unidades compuestas de latidos por segundo más respiraciones por segundo más suspiros por minuto.

El valor inicial de 1.5 explica bastante bien que Seraphine es más bien dura de corazón y que respira muy profundamente, resultando en un ritmo bastante más bajo que el usado por la mayoría de la gente. Esto se debe, probablemente, a su participación atlética juvenil en deportes de pista y de cross-country, en los que siempre había preferido las pruebas de largo aliento.

Una vez ingresados al recinto poblado de extrañas formas escultóricas abstractas, y una que otra surrealista —quizá calcada de la escena del ajusticiamiento de El proceso de Orson Welles— Seraphine opta por algo simple y destructoramente lógico que confunde al poeta: sentarse. Blas nervioso. Blas sin optar, I.e. Bardo en problemas con el método y el ¿Qué hacer? No hay decisión aún. Seraphine respira más holgada y eso explica la ligera baja a despecho del estímulo 2 de Blas, consistente esta vez en el estúpido gesto de tomarla del pelo y pretender besarla violentamente como se ve en las películas italianas del Lejano Oeste. Seraphine se dedica, ante este ataque, a espantar las moscas que ya empiezan a abundar. Sin embargo, al promediar el tiempo posterior al segundo estímulo ya mencionado, Seraphine recuerda al argentino de los manejos magistrales y, cómo evitarlo, se ha excitado hasta casi 2.5. La tomadura de pelo por parte de Blas dura considerablemente, y se suspende y se reinicia hasta llegar al estímulo 3, consistente en apasionados besos de poeta enamorado dirigidos al aún terso cuello de Seraphine, cosa que a ella no parece hacerle mucha gracia, con la consecuente distracción de sus divagaciones argentinas y los resultantes estancamiento y ligero descenso hasta llegar al estímulo 4, que marcará el inicio de un ascenso espectacular. El cuarto estímulo consiste en meter las manos debajo de la chompita de Seraphine, constatándose que no lleva nada debajo, y empezar a jugar con la piel llegando, ¡oh osadía! a rodear muy sensualmente los pechos rígidos de la ex-atleta irlandesa. Posteriormente, los acontecimientos se suceden en la siguiente secuencia:

  1. juego con los pezones de Seraphine, levantando levemente la chompita hasta lograr visibilidad del ampo torácico de la inglesa (respuesta fisiológica aproximada: 2.5);
  2. con poca diferencia en el manejo global, desabrochado del jean de la inglesa y deslizamiento gradual de los dedos bajo la liga de la sucia braguita (3.0);
  3. regreso al juego de pezones, pero con aprestamiento para levantar en vilo a Seraphine (3.8);
  4. puesta en efecto del levantamiento iniciado en 7, siendo Seraphine depositada no muy suavemente en una tarima detrás de una delgada pared pintada, que más parece un biombo fijado en el irregular suelo, que es de viejos tablones de madera; simultáneamente al acto de deposición (no fisiológica) serafínica, y debido a incontrolables ímpetus egóticos, Seraphine recibe un pellizcón deliciosamente doloroso en el pecho izquierdo; la sorprendente y agradable sensación, seguida de la conciencia del dolor, constituyen los dos últimos puntos del noveno cuadradito en el gráfico (4.2);
  5. vuelta a la braguita ante el aparente fastidio de la inglesa (4.5);
  6. bardo empieza a trepar por la cordillera Seraphine, rumbo a la cena orgásmica (5.0);
  7. las manos del poeta logran hacer descender la braguita, y con ella el pantalón, hasta sobrepasar la vecindad de las rodillas, algo ásperas por el trajín de los últimos meses; Seraphine quiere pensar en lo ridícula que se debe ver con el pantalón y las bragas en ese sitio, sobre todo teniendo en cuenta la posición decididamente cervical del polo que anteriormente fue llamado chompita; empiezan acá los suspiros que Blas no logra entender muy bien ya que él, teniendo ambas manos ocupadas, no ha intentado siquiera desabrocharse el pantalón (5.5);
  8. Blas, decididamente perdido y sin proponérselo, estimula a la inglesita inferior con los codos —que están a la altura precisa de las circunstancias— mientras trata de maniobrar con su correa y también su cierre o zipper o relámpago; los suspiros de Seraphine son ya insufribles para el bardo que, pantalón mediante, inicia los conmocionantes movimientos de la hechura del amor; ahora se ingresa a la zona II, francamente peligrosa (6.6);
  9. Seraphine lleva las manos del poeta, desde la incertidumbre de la rebelde correa y el duro cierre, hacia su cráter más querido; en principio, el poeta se resiste y eso explica la leve horizontalidad de dos puntos al centro de este nivel; sin embargo, el bardo termina accediendo y estimula por completo a la inglesita, ergo gran arranque (¡11.0!);
  10. casi una repetición de lo anterior, pero a niveles notoriamente más altos (16.0);
  11. Seraphine entra a la zona III por la puerta grande, mientras que el desconsolado pero acelerado Bardo Blas Barbado no atina sino a mover los dedos ya en medio de las humedades serafínicas (22.7);
  12. un poquito más y ya: al promediar el retumbante fluir de Blas dentro de sus pantalones, Seraphine es toda suspiros, y el punto más alto es ya un gritito de canario (26.0) que Blas percibe, quizá apropiadamente, como de otro planeta u otra dimensión, atinando —esta vez sí— a apretarse fuertemente a su pantalón que, por pura fuerza de húmedos empujes, aprieta el vientre desnudo de Seraphine, no sin antes hacerse sentir en el dorso de la aprisionada mano de Blas Bardo, ahora humedecida, pues, por angas y por mangas; este estímulo termina con el inicio del descenso violento de los valores serafínicos (22.0), que continúa por
  13. hasta llegar a
  14. donde adquiere caracteres alarmantes, pues la inglesa no ha avisado a nadie que después de una sesión orgásmica, su línea vital es asintotica respecto a la catalepsia total que, a su vez y como todo el mundo sabe, es igual a la muerte en el sentido sensorial y fisiológico de la palabra (0.2).

Sólo a Blas, barbado poeta, le ocurren todas estas cosas.

 

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