[Ciberayllu]
29 abril 2004

tres poemas

chiara merino

 

 

los perros y la ternura

«Beware. Beware.
There is a tenderness.»
A. Sexton

polvo. gota de azúcar irisada. gestión de luto. cruz.
el mar está en duelo y cruza 14 segundos hacia ti;
tú no miras nada otra vez más que esta calle intermitando sus líneas y sus luces
eres toda fragilidad, dureza pétrea, papel de lija tu sonrisa.
pulmón de abismo, espectáculo de soledad, fanfarria muda de cada sílaba de brea.
amaneces otra vez sin saber que el deseo muere al abrir los labios:
no es suficiente la soga al cuello, tampoco es necesaria.
creo que enrique soñó una vez contigo en parís
y te llevó con el cáncer que se lo comió luego de lamerse los dedos de las ganas de ti.
alejandra te tuvo en la garganta de su locura más intima.
te derramó en sangre, en la pequeña gota de sudor que se anido en su ombligo.
te tuvo miedo, no la culpo. hasta mi nuevo barrio habla de ti:
los juegos de pelota nocturnos, los chinos de la esquina, las gasolineras-supermercados,
los perros muertos que se mueren mordiéndose la lengua
tragándose con rabia los ladridos
san juan queda atrás como mi sombra y eso que aún no he aprendido a dar la cara
duermo en un cuarto que lleva 40 años empapelado
tengo un jardín y un perro sato
no te engañes, que entre el fuego y la pluma hay apenas unos grados de melancolía
me aferro a unas ganas del carajo, a tu voz telefónica,
doy gracias por lo breve y lo pequeño
nuestros grandes proyectos confieso que aún me asustan
la noche en que viveca bailó me di cuenta otra vez de las salidas que saben a encerronas,
del pánico a una patada que deje coja mi mesa
segunda bocacalle a la derecha, última casa a la izquierda
la de los arcos, acá estoy
empieza el verano y no se mueve ni un puto árbol
ya no me miento, ya no tiene sentido
ya hasta las balas me mecen la hamaca sin alteración,
la presión precisa y bajo control aprueba de toda incertidumbre venidera
de la ciudad a carolina son apenas unas millas,
un aeropuerto de por medio, una pesadilla y 2 cigarrillos
invento tu tacto porque ya no lo recuerdo y me bebo la calle completa de un trago
tú, en realidad nada, nada sé de ti más que esta ternura de bache empozado,
el aljibe de todos estos perros muertos

 


fantasma padrino

quién hubiera dicho lo hondo, lo ancho y paulatino de aquel respiro
ojos que si los cierro se me empuña la frente con el recuerdo cruzado
de uñas color fuego sobre el vientre descansando,
no mueve el falso músculo pulmonar, no hincha los cachetes del calor
de la mañana, ya no, ahora los aparatos, los papeles, la incomodidad
de los policías, juguemos todos a las escondidas
mientras yo sirvo el café y limpio la cocina

quién hubiera dicho que tanto fantasma padrino golpeara
las fotografías y los cristales, que su ademán de guardián, de
velador siniestro rompe-pecho, se paseara por el apartamento
crema y rosado. siempre me has recordado a mi sombra,
a lo que puede ser capaz de hacer en un momento clic.
no he dicho mucho más de lo que he hecho,
he hecho definitivamente mucho más de lo que he callado.
hasta cuándo.

quién hubiera dicho ¿dónde estoy? ¿y qué hago aquí?
que todavía no hay muertos, que aún no.
qué sola me siento, qué mal rato, padrino.
sospecho que existen cosas que aún no conozco:
la entrega, el sueño tranquilo, un incendio en la ciudad
y otra vez con esta situación que conozco como el hueso,
que ya he masticado y todavía me perfora.

difícil desapegarse de la piel, encerrar el último olfato,
difícil recoger la mano otra vez, retirar los dedos.

quién hubiera dicho que el exilio de mi tribu
ahora se llamara muerte.

de repente.

 


vida era, vida es

nacer es heredar el bagaje de los adultos
el sudor sobre la piel, lo tembloroso
él hacía lo que podía —hombros trincos de tanto amor
temíamos a este seguir escribiéndose la vida,
a continuar a pesar de, aunque fuera fuego de un segundo.

cayó en labios, la navaja, se deslizó horizontal por el vientre
y él lo sintió desde los pies hasta las trenzas,
que se cortó el día en que nació

juntos todos somos una familia formada que lee,
acaricia y da besos tiernos en la mollera
nos confundimos tantos entre el puñado
la crianza se aprende dislocando el pasado
y aprendemos que la vida es toda un trueque
juramos que vamos a bautizarla en secreto
luego de la misa, quizás, escondidas detrás del santísimo

ahora sabemos que el instante no es sólo el nuestro
que el calor de mis senos meciéndola en un sillón le pertenece,
que las nanas que exhala mi garganta no son verdades
sino promesas de una mejor ciudad
que santurce y miramar duelen igual haya marchas o haya complacencia
porque sólo el amor es la recompensa

miro tus ojos, toco tiernamente tus manos que sostienen mis dedos
vida era ella, vida eres tú, aquí pequeña nuestra
abro mi pecho con los dedos torpes de tiempo para recibirte, ojos grandes,
tus padres cenan en el otro cuarto y yo te canto mamá la negrita
esperando en dios que jamás se te salgan los pies de la cunita
y que yo no sepa qué hacer

* * *


© 2004, Chiara Merino
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Para citar este documento:
Merino, Chiara: «Tres poemas», en Ciberayllu [en línea]

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