Unas palabras de advertencia
Quisiera presentarles algunos poemas corregidos de mi Antología personal que publiqué en Lima en 1991, con el título El ojo de la piedra. Debo decir que muchas veces han sido transformados completamente. He partido de la idea de Octavio Paz: «Los poemas son objetos verbales inacabados e inacabables.» Nada más.
Después de haber enviado algún otro conjunto de poemas revisados de El ojo de la piedra. Antología personal 1965-2004, si me dan espacio en estas páginas, vendrán poemas inéditos.
C. H.
Del que dijo no en el inicio
(1988, reescritura 2003)
el ojo de la piedra
enseñar al ojo a ver
no este fuego que nos lleva a ver
desgarrada carne cuerpos en pedazos
la sangre la sangre marchita y este jardín
de la muerte reverdeciendo en el horror
enseñar al ojo a ver
volver a ver
la luz
la gozosa piedra
de la transubstanciación
del instante en infinito
ella sabe su potencia
se sabe transparencia alta hierba
tensión todo oído
brillo umbrales
contra exhausto oquedal
a cuestas vasto espacio
tengo que continuar
qué es lo que se busca
por qué se busca
me dirán bien poco
es esta sed
que me ofrece
colinas
del Errando
sus brazos desnudos su pecho desnudo
coito del cielo: las palabras
concepción de la tierra: las palabras
del cuerpo tinieblas de dentro
dicen
no los oráculos
los colores de los oráculos
no los quiero
anuncian
armonía de la muerte aborrecibles meandros
la noche da a luz más noche
en los corredores de la MUERTE: «niña expira
su sangre
sobre la letra tierna»
o aquella muerte de mano de los «pumas» «gritando de diferentes lados
entraron en las casas
en las que encontraron hachas
golpearon más fuerte a los hombres»
bajo reflectores la muerte
habla de la muerte cuenta los muertos
reglas de excepción
donde no hay centro ni mundo
las arenas blancas del tiempo
las adherencias del abismo
al abismo con dedos fuertes
abren
en tierras estériles confines
sombríos instalan en las ruinas
del día en los vientos de la devastación
diablos de fiesta mayor:
lejos de las estaciones lejos de sus ciclos
lejos de los ríos lejos de la sangría de la hulla: aquí
no tendrán ni laberintos de exilio ni eterno presente
que renazcan en nosotros esos diablos
esos diablos que renazcan en nosotros
y no simples briznas de paja
que el viento
desola
de qué me sirves lucidez
si no entregas el poema
terror hay en el aire
no van a decirnos
que no no te creas más frágil
que la piedra más firme
que el grito
cuidado
la piedra
puede
despeñarse estremecerse
el grito convertirse en tu ornamento
tu envanecimiento una nube
humilde revolotea
así solamente así
condúcete
no te creas
agua que se encierra sed
ciega del lamento de tu bestia
de su dolor aléjate
aléjate prefiere tu vacío
sol abisal tu infinito
que a veces permite
que se abreve
cielo y tierra
busca el don del errar
el poema ahí un esplendor
ha tocado sus límites
la palabra implosionando se expone
sólo los muertos
se revuelven en sus tumbas?
no más bien la paz
de los muertos sin ofrendas
nos ofrece
en lugar de jacintos
rocío de cenizas
de su desgarradura
quién llama a la vida?
de su pozo
quién asciende el río?
en primera línea
quién desactiva el tiempo?
sin embargo uno hace
su camino
de una frontera a otra
desparramados manuscritos
pero nosotros creamos
el acuerdo
con nuestra palabra
no para nosotros no
hay otro
vértigo
la palabra implosionando se expone
expone su abismo
* * *
© 2004, Carlos Henderson
Escriba al autor: [email protected]
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Para citar este documento:
Henderson, Carlos: «Poemas revisados. Poesía», en Ciberayllu [en línea]
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