X'mas blues

Cuento

[Ciberayllu]

Antonio Bou

«Yo siento el alma inquieta de gozo
y de alborozo puro y sin par,
por la jornada más borinqueña
y más risueña,
la Navidad.»
(Del cancionero navideño.)


No me diste las gracias por el Rólex... no hizo falta...  lo compré en uno de esos momentos de locura que te impulsan a comprar regalos... porque crees que no atinas de otro modo a expresar lo que sientes. Sí, sé que sabes que te quiero, que te lo dije una vez... que me lo dijiste una vez... y que no hay que repetirlo... Somos tú y yo, ya lo sé... y no hay que volver a decirlo... No, y no es que no haya que ir a verte los martes... si estoy al tanto de lo que pasó y a eso también vine... a pedirte disculpas, a darte explicaciones... por supuesto... de ésas que entendemos que no son necesarias entre nosotros... y a traerte estas rosas.

Sé bien lo que pasó, la culpa fue de esos muchachos del otro lado de la bahía que esa noche andaban de fiesta.... Uno me reconoció. Nunca te hablé de mis años al otro lado de la bahía... tenemos tan poco tiempo... los trabajos... tus horarios... y a veces me desconcentro y se me olvidan ciertos detalles... Fueron diez años al otro lado de la bahía... diez años de tomo y lomo en mi vida. Sí, antes de conocerte... pero años en que ya te buscaba... a veces como un loco, desesperado... otras veces sereno, callado, mirando paciente las olas golpear contra la orilla... Sufría por no tenerte... pero estaba seguro de que te encontraría...

Uno de ellos me reconoció. Yo estaba en la barra esperándote, me tomaba algo... Black Label en las rocas... Me pidió luz para un cigarrillo... creo que fue por el mechero que pudo reconocerme. Me habló de la música y de las fiestas, me dijo que había llegado de Houston esa misma tarde... Cuando lo llamaron los amigos se daba verdadera cuenta de quién era yo. ¡Esperen, que acabo de encontrar al dueño de las lanchas!... Me vi obligado a aclararles que las lanchas no eran mías... Pero ya los tres sabían de quién se trataba... me habían visto mil veces... y en aquellos años... cuando iba yo siempre de chaquetón y corbata, de punta en blanco, en el Mercedes... del bar al astillero, del astillero a la funeraria.

Entonces sí que tenía tiempo para pensarte, para imaginarte... y estaba guapo, muy guapo, me decían... No había mujer hermosa que no se me rindiera... además estaba casado con una de las mujeres más bellas de la isla... pero eso ya lo sabes... y echando hijos al mundo... y siempre con buen dinero en el bolsillo... a pesar de que no me sentía rico ni poderoso... dueño del universo... para eso me hacías falta tú. Así me conocieron,  de cuando el astillero, y el bar El Cisne y la funeraria del otro lado de la bahía... Yo no los reconocí... en nada... a ninguno de ellos... me interesaron por lo que te he dicho... por esos años de que no me arrepiento  porque me fui preparando para encontrarte.

Claro que pudieron haber estado tendiéndome una trampa... un rancho para impedir que acabáramos tú y yo juntos esa noche... o peor... pero les había quedado tan real que no dudé un instante... Dudo ahora, aún sin estar paranoico, como dices a veces... dudo porque me hiciste dudar... Me invitaron a su mesa... acepté curioso por aquellos recuerdos, faltaban dos horas para que estuvieras libre para estar conmigo... sí... y había bebido demasiado quizás esa noche... porque las noches del martes son crueles, son cuando sufro más esperándote, cuando hasta siento que te puedo perder en un abrir y cerrar de ojos... La belleza es así... como tú, Beatriz... como estas rosas... Tanto puede ocurrir... tú lo sabes... a veces pueden ser golpes fatales y tenemos que aguantárnoslos.

No sólo estaba inquieto porque estabas atendiendo a tantos clientes... sabe Dios qué te dicen, te echan flores... lo peor es que te miran con lujuria y yo siento esas miradas como puñaladas en el pecho... No, no me acostumbro... No dudo de ti... dudo de la vida, del destino... Sí, sí... debo estar loco... no sé cómo puedo dudar del destino después de haberte hallado tras de tanto maravilloso presentimiento... Pero pasan cosas... esa tarde había muerto quemado el hijo de una de las secretarias... acababa de enterarme, trata de comprender el estado de ansiedad en que me hallaba... Acababan de comenzar las fiestas... esa misma mañana había visto sacar los primeros pinos de navidad... y no estabas conmigo... Se acercan esos días... en que se hace más difícil venir a verte. Sabes lo que una palabra tuya puede hacer por mí... unas horas a solas contigo... un abrazo tuyo... tu dulce presencia...

         En  cuanto advertí que salías no te seguí... te llamé... quería que me sacaras de aquel aprieto con los muchachos del otro lado de la bahía... Uno quería enseñarme algo, querían que me fuera con ellos a seguir la fiesta en otra parte... No, no puedo, estoy esperando a alguien... Me ofrecieron coca, querían que bajara al baño a meterme unas líneas... No, no puedo, otro día... tengo una cita... Allí estabas tú, ya libre... aguardándome... Parecía que no te importaba... pero te conozco bien... me sentía miserable... desperdiciando aquellos valiosos momentos.

Te cansaste de esperar y me dijiste que te ibas con un amigo... No, no hagas eso... no me dejes ahora... ya sé que es martes... espera... déjame salir de estos tipos... unos segundos... es como un cumplido. Pero tu amigo no quería aguardar más. Fue quien tuvo la culpa de todo... ¡Ay, Dios mío, escúchame, dime que no eres tú, que no estás aquí, que volveré a verte como antes! Mira, te traje estas rosas... ¿cómo pudo pasar lo que pasó?... Son para ti... Si lo hubiera sabido... ese muchacho es un caso... un compromiso andar con él... Y tú te quisiste ir con él... ¡por culpa mía!... ¡Qué accidente aparatoso, mi amor!... No, me callo, tienes razón, comprendo, nada de lamentos, lo que importa es que estás a salvo, que aún respiras. Mejor no hablar más de eso... En poco te recuperas... ya verás... ya verás... el médico me acaba de asegurar que estás fuera de peligro...

Pero no me diste las gracias por el Rólex, ni por ser Navidad, ni siquiera sé si abriste el regalo... y estaba lindo... La muchacha de la joyería se esmeró doblando el papel rojo... la caja roja, le dije... el cubo rojo, el cuadrado rojo...  rojo sangre... rojo corazón... No sé si al pasar por el puente lo tiraste al agua sin abrirlo. No quiero saber... ya te digo... Sé que no tenía que hacerlo... es que hay tanta publicidad por las fiestas, tanto apelar a los sentimientos... tanto árbol de navidad... tantos santacloses... uno en cada esquina... tanto rey mago hurgándote el corazón... y sabes cuánto te quiero... aunque no te lo diga...  aunque no nos convenga que te lo diga...

* * *
Tres reyes magos puertorriqueños



Comentario privado al autor: © Antonio Bou, 2001, [email protected]
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