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Sobre ti y las rosas
l hermano sencillo
Como música de los cielos que canta la alondra
Esta mañana. Sol de ocupación inmóvil
En las persianas de la casa húmeda
Con cáustico movimiento acompasado
Tú en tus nubes perladas y tus grises
Despertando incautos amores
Y dirigiendo la marca de los tiempos
En metálico y afilado pasatiempo.
Hermano de las lunas crecientes y los sagrados
Plenilunios, brillo también en rayos
De naciente, nave sin espesor en las penumbras
Crípticas del amanecer huyendo de qué o de cuál mirada
Que te cansa y te pierde la vista
Encontrándote nuevo en algún paraje
Doncella por lo inhóspito, puro por lo escondido
Dejando pasar vilmente el negro tiempo
Como esclavo de las composturas y energúmeno
De sus propias sombras.
Ah, pequeño, pequeño como tórtola rota
Temeroso de redes invisibles, de minas
Predispuestas para quebrar los nidos
De los últimos niños alados del planeta
Oh, sombra ineludible adolescente
Piernas largas de pájaro atrapado
Apolo de la Australia, Narciso indefinido
De los Andes, reflexivo efebo
De los espejos tántricos del Titicaca
Tu curso acongojado en muecas de sonrisas
Lo he seguido discreto.
No encuentro entre los vasos de tus formas huidas
Más que aromas confusos de flores moribundas
Gabriela en cristalinas jarchas astillosas
Minerva en subterfugios virginales
Necia Leda, Brunilda cataléptica, y fogosa
Adriana, urraca maldita del pantano
Reinas que anidan en mis balcones que dejó la lluvia
Recubiertos de lamas incandescentes
De aquel verde rosal de eternidad en tus labios
Lejanos entre paños de seda.
Ah, te encuentro como tantas veces
Transformado en ti mismo
Esperado en las rondas de los astros
Joyel de las bacantes, doncel de luto
Novia de los zorzales, me confunden
Tus tranquilos reflejos, los cifrados
Lamentos del amor en tus encías
Al chocar los dientes.
Así, olvidados, sentados a la mesa
De fortuitos manjares indigentes
Sabemos que el amor se resquebraja
Dardo imposible de ondulaciones, serie
Dolorosa en recónditos dulzores
Hacha impaciente que destronca rápida
Verso gélido en capilares circulantes
Piel que arde, ojos rematados de espinas
Ah, la forma, el camino de mi almohada
Como una palabra sin sentido en tus sábanas.
Mas descubrimos que la guerra no ha muerto
Que ya no sale el sol, que las enmascaradas virtudes
Se pasman ante el desfile de las enfermeras
Cuántos heridos y la sangre no cesa de correr
Cuántos muertos, y los médicos agostan en tendidos
Y los jurisconsultos se alargan la vista
Y los árboles ya no frutan
Y tus ojos lemniscos en secular carrera
Amontonando cruces en el cementerio
Que se nos cruzó como ala
De ave de paraíso, cola de sirena,
Sombra larga, sombra de cada esquina doblada
Y registrada en impensable lecho
En tu cuerpo presente, sencillo hermano
de eternales rosas.
Estación Narciso
«Choro por Narciso porque, todas as vezes que ele se deitava sobre minhas margens eu podia ver, no fundo dos seus ohos, minha própria beleza.»
i hallar un río que corre
Un libro que se arruga
Página tras página al recorrerlas
Ya tu voz perseguida
Si hallar nubes de argento
Si no encontrar más paso
Que de tus enemigos
Danza de motivos perlados
De onda malva, de vacío
De olvidos encantados
De miserables saltos por dañarte
La voz de arcángel vivo
En los pies descalzos
Heridas manantiales y nuevos
Feroces recorridos subterráneos
Narciso, ya regresas
Veo tu anaranjada refulgencia
En la lineal ventisca
A la luz zodiacal de la montaña
Presiento la explosiva
Dirección de esas sombras
Que chispean los designios
De tus nuevos nombres y tus viejos
Consonantes, tu marcha con fulgores
Tu irte, tu llegarte a los recónditos
Jardines de sauces disecados
Y plásticas hediondas y chicorias
A viciosos del vino jornaleros
Y soplados mozalbetes que empinan
En las calles sus voces al caer
De las veraniegas golondrinas
Venga, venga a su vez la nieve
Como grito conspicuo luminoso
Gire el planeta en contrario
Invierta el eje de la tierra sus polos
A tu voz milenaria ultrasonido
Mala estrella y malos asteroides
Mal ruedo, mala máscara
Mal suplidor de elixires fantásticos
Mal repartidor de ponzoñas
Mal acompasador, infernal, calle
Demiurgo abanderado con banderas pardas
Repulgo de larvas fosforescentes
Demonio de corrientes acaudaladas
Pocilgas, estercoleros, mataderos
Bulas, permisos, sangre, ya, silencio
Y horas para medir y exactamente
Barrenar los estratos del cielo cuando llegas
Quiero, quiero rendirme
Entregarme a tu flama cautivadora
Para cauterizarnos y dejar
De ser viento y guajana, de ser hombres
De ser hijos del mar maldito
Y del sol en veneno envanecido
Destructor de muros jalonados
De iglesias, palomares y de grutas
Surtidoras de acuíferos espantos
Pronosticados cataclismos
Hojas secas, lluvias torrenciales
Diluvios terminales, otoño, nada
Queda nada más que el asfalto
Para caer desnudos ante tanta gloria
Tu triunfo, amor delirio después
Del sacrificio, resurrecto
Ave fénix, galeoto, Polifemo
Mira el lago que recuperamos
Mira el río cómo hacia él corre avasallante
Danzando sus perlados motivos
En diamantinos meandros; escucha el trueno
Ruge aquel animal intervenido extraño
Aúllan las mujeres al solsticio
La fe se encarna en aguas
Distendentes se aproximan
A centellas cristales que recogen
En faldas ese mar que se interpone
A la altura de tu pecho
Oh, enamorado mismo de nosotros
Vives, llantos y salvas
Cuéntenos la belleza amarillos girasoles
Riegue la primavera, y avecillas
Tan sutiles del campo, y negras mariposas
Niño de nuestros mismos anhelos
Premonitorias vayan en reflejos cóncavos
A estación Narciso.
Cartas a Eurídice
o sé, amada, si habrá
otro remitente
Con fuego tan de ardores invisibles
Recogido en la nieve de este viaje
Postrero de ademanes y fórmulas
Consabidas claves e indiscretas
Escalas peligrosas
Tras espejos cuando bajo a encontrarte
Entre tantos libidinosos brazos
Condenados a vagar la sombra
Te saludo afable aunque es sabido
Que ya por muerta o perdida
Te deshice; sabes que no fue nada
Despojarme de tu piel
De sándalo en la cúspide
Ni que me hirió saeta, ni tu espina
Se clavó en mi esternón con rabia
Ni tu cárcel se cerró impenetrable
Cuando te dije que nada importaba
Más que tus lágrimas de oro y pedernales
Y tus rayos de nácar
Y tu angustia de vino
Y tu aliento de primavera grácil
De violento verdor entre mis labios
Como fresa de juventud florida
Como en tus dientes perlas
Como en tus besos soñados
Un infierno profundo como el mar
En que perderte; mas ahora
Que vuelvo por recuperarte
A los tétricos presidios que te amparan
En el abarrancadero eterno
Ahora que me permiten concentrarme
En pasos por esta cuerda que sostengo
Peligrosa danza de incoherente balance
Y no mirarte y en tus penumbras
Virginales no esconder mi temeroso
Corazón de los mundanos placeres
Grieta roja del fogoso Hades
Eurídice, planicie por do corro
Como un loco estando siempre en tus brazos
Desde que te fuiste; recupero
Tu sosegado armazón
De vestal agrietada por su propia mentira
Cuando la verdad la recoge en cestos
Amargos todavía frescos
Fruto de tu doliente no extenderte
Como adagio sentido por los fúlgidos
Valles de planetas gemelos con mil lunas sedientas
Ah, mujer cruel y cruel destino
El nuestro y el del otro y el del cruzado azogue
Y el de los reflejos acuosos
Y el del final que nos acosa
Y el del dispar metafórico sonido
De las trompas de muerte
Y los platillos de bronce
Que chocan y nos ciegan miserables
Y se beben la savia de los lirios
Pero ya te alcanzo
A ver si sin mirarte me respondes.
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