A mis amigos del Cusco
y Señor, líbrame
de ilusiones y de estratagemas
para perderme, sombras maestras
deja que me lleve indecentes mujerzuelas
al campo para entregártelas con flores en el pelo
llorando a tus labiosos pies de perlas.
Abre el ánfora, escacha
la tinaja de gruesa faja en barro
cántaro de impiedad, líquida auxiliadora
para remediar los asteriscos liliáceos de los estereotipos.
Guárdame algo para los fornidos mancebos
que desencantan tus piernas de obelisco
vuelve a las nubes donde goterea el zumo
frondoso que los poros de ángeles exhuman.
Limpia esta casa de sandalias rotas
saca las viudas de singulares álamos
a pasear por la corte de podridas andanzas.
Recórtame las uñas a ladridos, píntame en las espaldas
dragones de la China, para cuchillos finos
rellena mi garganta de gorjeos y pústulas.
Alacrán de mi vida, ay Señor de mi espejo
quebrado de rodillas bajo como paloma
a las cornisas para buscar tu andamiaje de templo
mira esa caja hueca de mi voz, ya protege
los pequeños insectos que salen de las cuencas.
Tengo en la mano duendes de carabelas
arcos de flecha para la nueva iglesia
que construiré en el pueblo
pueblo fortuito de pus, sangre y enanos.
Me sorberé los líquidos malditos
ingeriré excrementos hasta verte los ojos
de novilla, déjame que te pida la tormenta
para olvidar de raso la sentencia.
1. Del libro Indiciario |