La manta española

Cuento

[Ciberayllu]

Antonio Bou

 

Un desliz lo tiene cualquiera... ¡pero qué desliz! y con la navaja barbera en el fondo del bolsillo del gabán...

No suelo caer así tan fácilmente... si uno cae es porque se deja caer... Es cierto que el diablo empuja... pero nadie me empujó esa noche a irme a San Juan a buscar ambiente... Con el cheque acabado de cambiar en el Cashito de la Once... Sin haber separado lo de las obligaciones de la quincena, la luz, el agua... que no pago renta hasta fin de mes...

Todo muy bien marchaba hasta que me encontré con Wanda... la Wanda de siempre... pura sonrisa de isla adentro... Corozal, Morovis, Naranjito... Wanda vino a ver qué queríamos, que ya iban a cerrar por lo de las torres gemelas... No hay nadie en San Juan... lo que no era del todo cierto... el negocio está flojo... Leo dice que va a cerrar... ¿Qué me recomiendas para una noche así? ¿Algo fuerte? ¿Tequila? Wanda sonrió hasta que pasó el mismísimo demonio Cristo abajo y le hizo señas...

Cuando trajo, apresuradamente, el shot de tequila, la seguía Leo con la sal y el limón en un platillo... y traía la botella... la del gusano... Se sentó con nosotros. Wanda no se sentaba porque allí estaba Leo y ni pensarlo... ¡Malos tiempos!, dice Leo. ¡Malísimos!, le confirmo. Por eso vine... quería ver gente... airearme... para no tener que quedarme en casa esperando cualquier cosa. ¡Maldita televisión! ¡Maldita imagen de las torres humeantes y del aeroplanito de la guerra intentando atravesarlas!...

Leo estaba demasiado tenso, no era difícil darse cuenta. Por poco llora contándonos de sus problemas administrativos... ¡un macho así llorando!... piénsenlo... A Leo le hace falta una manta española... primero lo pensé un rato... luego me atreví a decírselo... ¿Otro tequila? ¡Sí, otro, por favor!

Bou: Torso de San SebastiánEsto no es mío aquí, ustedes se creen que soy el dueño... mientras, se servía un shot... Al dueño le tengo que rendir cuentas sólo yo... mientras se echaba el shot al pecho, sin sal y sin limón... Estos muchachos no saben lo que es responsabilidad. Salen bien, claro que salen bien con las propinas... pero a la primera dejan de hacer lo que tienen que hacer y hay que echarles su carajo... ¡Anda, dime lo de la manta española! ¡Cualquier cosa, dime cualquier cosa!...

Nos interrumpe Wanda... ahora con más confianza... todo está recogido en la barra, hechos los cuadres, preparado el depósito... Vete, puedes irte. Nos quedamos allí con Leo, en la última mesita de la terraza, al pie de la horrible estatua negra de la negra...

Creo que Wanda tiene algún problema allá afuera. No, no es nada. Mira, el demonio está ahí abajo estacionado esperándola... No es nada, insiste Leo, Wanda sabe defenderse... cinta negra terminada... Ya verás que de darle la oportunidad le rompe la jeta al mismísimo Satanás... No que aquellas palabras me tranquilizaran...

Regresa Wanda, algo sofocada... pero no ha pasado gran cosa. Nos invita a ir dos cuadras más arriba, a un bar donde esperará a su compañero...Pues no faltaba más. Seguro. Leo subiría más tarde... por lo de la manta española... A todo esto, Francisco, que no bebe, no ha dicho una palabra, pero supongo que no tendrá inconveniente en acompañarnos... Wanda se va primero, dice que nos esperará... Un último shot de tequila... un último shot allí...

Subimos Cristo arriba Francisco y yo... despacito... con ojos bien abiertos ante lo que ocurre... Ni una lesbiana se cruza con nosotros, lesbianas, saben, esas cachaperas que hacen del martes su día en el viejo San Juan... Ni un maricón... nada de eso de siempre... el atentado terrorista debe tenerlos con el rabo entre las patas... Trato de concentrarme en la forma más sencilla de explicar el procedimiento de aplicar la manta española... para curar al pobre Leo... al que de verdad le he cogido pena... y hasta cariño... con esas confesiones de última hora... ¿Recuerdas los detalles de la manta española? Francisco silba, no dice ni pío...

Así quedó la vida en San Juan después del atentado en Nueva York. Dicen que en las torres gemelas trabajaban día a día tres mil puertorriqueños...¿Qué te parece? Francisco juega a las estadísticas... eso es más que de cualquier estado o que de cualquier otra nacionalidad... en justa proporción. ¡La más grande ciudad puertorriqueña!, le aclaro. Ocho millones de historias tiene la ciudad de Nueva York, responde...

En el bar donde Wanda nos esperaba hay dos muchachas gordas, que nos presenta como sus amigas. Pedimos cerveza para todos, menos para Francisco, que no bebe. La mirada de todos está concentrada en la pantalla del televisor... las torres gemelas humeando... derrumbándose...

Pensaba yo en Leo... no podía quitármelo de la mente... Mientras, Francisco se rapeaba a las gorditas, que eran simpáticas y muy comunicativas... Pensaba yo en la manta española, en cuánto la estaba necesitando aquel infeliz de mániyer que todos creían dueño. Que vivía solito su alma con Dios en un apartamento de Isla Verde... un apartamentito que daba al mar. Me concentraba en el remedio... ¿quién iba a ponerle la manta española cuando estuviera solo en su casa?... despojado de su uniforme de mániyer...de capitán de tropa...

Iba a tener que ser yo... Acababa de llegar el compañero de Wanda. Francisco estaba ligado de lleno con las gordas... Decidí ir a buscar a Leo. Hasta ese punto llegaba esa noche mi conmiseración... Pagué la cuenta de todos. Bajé a buscar a Leo... histéricamente compadecido por la humanidad que sufre... diez... veinte... ¡treintamil muertos!... ¡Leo, Leo! De pronto me doy cuenta de que eres absolutamente necesario...

Lo encontré todo envuelto en una sábana blanca... muy blanca... apretada... que no le entrara el aire... que comenzó a teñirse de rojo paulatinamente... La sangre, por acción capilar, se adueñaba de todo... Me sube la sangre de Leo por los zapatos, los calcetines... los pantalones, la camisa, la ropa interior... Caigo... me dejo caer... me deslizo sobre aquel bulto rojo... lo abrazo...

Llega la policía... alguien tuvo que llamarla... no puedo creer que estén así vigilándonos las veinticuatro horas... Encontraron la navaja... Desde entonces no puedo hablar... sólo escribir... a borbotones...

* * *


Comentario privado al autor: © Antonio Bou, 2001, [email protected]
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