[Ciberayllu]
26 octubre 2002

Cuatro poemas en décimas

Antonio Bou

 
para Leonardo Anaya

Jardines de mármol

No en tus ojos sino en tu palabra
(no en tus ojos) única y cristalina
de la búsqueda oscura
de la apesadumbrada esfinge muda
que escucho tan callado

tan sereno en mi agitación morbosa
sobre el mármol ardientemente frío
de la almohada, del pecho
del álgido sudario que te encubre
no en tus ojos sino en la palabra.

Ando con esos niños que te rondan
en la infirme molicie de la siesta
en sus cantos me rondo por mirarte
ligeros movimientos de los labios
bailo con ellos, río, dejar me llevo
como plumilla al viento, hoja que cae
luciérnaga atrapada al remolino
de la luz demasiado próxima, juego
como si mi jugar fuera importante
para girar los cielos sin caerse.

Llega entonces tu olor acompasado
al letárgico humor de los cadáveres
distante el eco de los llantos últimos
mientras tu dulce voz declina nombres
dormidos por las horas, fruto abierto
al desuso. Los jardines de mármol
exudan puntos fríos en claveles.
Me alargo hacia el vacío de tu sombra.
No me sientes. Tu cuerpo se recoge
como si se arrancara de mis huesos.

Ah que te me pierdes
en tu propia penumbra
que no revierte sino el dulce amargo
olvidado de mi beso en tus vértebras
el no estar y el no verte, no escucharte
como si hubieras muerto
en el gris de la tarde en que te aguardo
echado en el silencio con tu sombra.
Mas retoñan los primeros verdores
cuando te cansas de morir y llegas.


Borinqueña

No seré quien te deje
a merced de las olas, barquilla rota
ni en la niebla, ni en dolorosa angustia
que les causan los hijos cuando mueren
a las madres de ansiedades fecundas...
ni tu mano en mi mano, sino que tú la quieras
y aún así como carne sagrada de misterios.
Cometeré fracasos que serán tus aciertos
escudaré en mis brazos levados como diques
la furia de los vientos que te alcance.

No temo, no quedaré aguardando
en silencio que caigas como rosa marchita
ni hago esperanzas fúnebres de tu muerte
en mis brazos, ni de tu cuerpo herido
ni de tu corazón pisoteado bálsamo
para este sueño acerbo de los años
porque creo en misterios y las lágrimas
fluirán doradas vetas de luz de oro.
¡Ah, tu espalda de encendida roca viva
que codiciarán sin ángel los látigos fatales!

Quién violar la tersura virgen de tu sonrisa
quién el blanco edificio derrumbarse
verá desde los bajos balcones de su absurdo
mientras no espero porque ya consagro
mientras no dudo porque ya te rezo.
¡Oh piadoso milagro que esta tierra nos brinda!
A mí de oscurecido penitente adorante
a ti de flor de lirio, de pan blanco
de sirio de pascuas siderales que te alumbra...
quién si te amo así podrá dañarnos.


A veces

Sigue la luz, quisiera, mientras buscas
la candente luminosidad próxima,
señalarte un paso, una salida, un libro
quisiera, resguardarte de la oscura llama
que el amor nos deja...

Quisiera la espesura adornarla con puntos
de fuego equidistantes, motivos que flameen
en la cúpula de presentido universo de esquemas
por guiarte mientras se desmorona la torre
y se descompone el sólido edificio
la catedral, el puente, la muralla, las rejas
el foso, la trampa, las almenas, cuerpo
deidad sin equilibrio en mi lecho una noche
rendida ahelando, regada, derrotado, quisiera
por siempre nuevamente.

Si quimera, como luminosos versos al aire
norte darte con la fuente repetitiva de los lirios quisiera
que fecunden abejas las semillas de un sueño
que germinen en resplandores tibios
que a veces el amor nos deja...


Lirios

Nos juntan las guirnaldas risueñas de la muerte
que adornan la carroza celeste que nos porta
al vacío que en tu pecho de nácar vi una noche
a mi corazón blanco, hueco y entumecido
a mi delirio cuerpo de pájaro enjaulado
a tus formas de arcángel delirante en el circo...

Nos llevan y nos juntan en su lazo de versos
en besos que recorren campos secos de espinos
en amor de maneras delicadas y oscuras
libres de no decirnos, virginales y efímeros.

El amor nos resguarda efebo solitario
asombrado de verse en cantados aromas
de hallarse en pasadizos tan raros y tan nuevos
de anciano ciego niño. Cuitados y contritos
a la primera broma de la luz sonreímos
y nos vibra en las venas un flujo misterioso...
una paz indecisa, un miedo... cierta angustia...

Nos lanzamos heroicos sin más pensarlo al ruedo
de las barcas finales, al mar de los olvidos
de no ser labio y rosa sino lívidos lirios.


© 2002, Antonio Bou
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