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Libro de
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Maruja Martínez, jaujina que colabora en estas páginas,
presentó hace dos semanas su libro Entre el amor y la furia.
Crónicas y testimonio (SUR, Lima, junio de 1997), en el
que relata sus experiencias personales, incluyendo sus años juveniles
en Jauja, así como su experiencia política en la izquierda
peruana de los años 70 y 80.
La dirección electrónica de Maruja Martínez es [email protected]. La revista Caretas incluyó una amplia nota sobre el libro y los movimientos juveniles actuales en su edición 1471, del 27 de junio de 1997. De esa nota extraemos los párrafos siguientes: Los jóvenes universitarios han ganado las calles, con la adhesión de los mayores. Un furibundo ministro de Justicia ha reclamado a sus maestros que les enseñen lo correcto, lo cual es una cruel paradoja. Las imágenes de ese desborde juvenil traen a la memoria protagonismos similares de los muchachos de la Católica en la década de los 70, cuando se intentaba vincular las jornadas de mayo del 68 francesas con la oposición política a la dictadura militar y al desenfadado apoyo de la facción comunista moscovita. La izquierda ganaba todos los espacios y llegó a la Católica como una hoguera, según lo confiesa un libro excepcional publicado por Sur Casa de Estudios del Socialismo, que lleva la firma de Maruja Martínez, una profesional jaujina que ha apelado al testimonio para contar cómo "Entre el amor y la furia" se forjaron esperanzas, luchas y convicciones. Ella fue más lejos que las jornadas estudiantiles y militó en el trotskismo en una entrega sin tregua ni miramientos. Desprenderse de esa vida para incluirse luego en el curso de lo cotidiano ha sido un aprendizaje arduo, con caídas y desfallecimientos, a veces sostenida por el amor y la amistad, por el afán de mantener la lucidez, con la terca esperanza de los días que vendrán. "Sólo vale la pena mirar hacia atrás para seguir hacia adelante", dirá la autora justificando estos textos que sorprenden por la hondura de lo que cuenta y la sobriedad con que encara los jalones de la vida intensa. Las promociones que van del 68 hasta finales de los 70 se hicieron en la trinchera política, el debate ideológico y la repulsa a la sociedad burguesa. Muchos de los rostros que acompañan a esta nota forman parte del escenario de la cultura y de la política actual y es posible que no hayan sentido tan traumàticamente el paso de un socialismo que parecía irremisible en el horizonte peruano a la caída del marxismo, los muros ideológicos y el raquitismo de las ideologías contestatarias. Hay, sin embargo, un sabor amargo, después de las mieles de la revolución. En una hermosa carta, Maruja Martínez plasma lo que se siente hoy: Tuvimos una juventud privilegiada que muchas generaciones no van a tener la suerte de vivir. Y no fue mérito personal nuestro; en realidad, la historia nos ayudó con Vietnam, con mayo del 68, con las rebeliones estudiantiles norteamericanas, con el Che. Quisimos cambiar el mundo, tomar el cielo por asalto, ¿recuerdas? Fueron sentimientos comunes en nuestra generación. Generación de sueños y utopías. De solidaridad. De pasiones y aventuras. La vida en juego cada minuto, cada segundo. Hay que aceptar que, en las nuevas condiciones, hemos de buscar nuevas formas para seguir viviendo con la misma pasión y la misma esperanza. Y que los jóvenes de hoy no pueden hacer lo mismo porque les ha tocado vivir la caída del Muro, el neoliberalismo, la postmodernidad, el reino de la ignorancia. Ellos darán forma a sus propios sueños, no a los nuestros. Que los años no nos vuelvan grises ni rutinarios. Los núcleos políticos estuvieron en Ciencias Sociales y en Derecho. La primera fue una facultad de arduas luchas sobre el carácter de la sociedad peruana y de dónde procedía esta burguesía estudiantil y cómo podía redimirse en la acción política. En Derecho, según recuerda Jorge Avendaño, decano entre 1964 y 1971, había dos grupos: los muchachos a los que les interesaba básicamente su formación jurídica y aquellos que gustaban de la participación política y estudiantil. Ente los primeros estaba Martha Chávez, quien se distinguió por su aplicación en los estudios, también Beatriz Ramacciotti, cuya inclinación por los temas de carácter internacional era evidente. También estaba Jorge Santistevan de Noriega, que ingresaría pronto a la docencia. Entre los "politiqueros" estaban Lourdes Flores Nano, Güido Lombardi, que venía del Leoncio Prado y sin duda se solazó con el clima distendido de las aulas. Eran épocas en las que la Democracia Cristiana y el Apra luchaban por el dominio de las dirigencias estudiantiles. Carlos Blancas encabezaba activamente la facción de la DC y llegó a ser presidente de la FEPUC, mientras que por el PAP batallaban Ramón Pérez Prieto y Alan García. Entonces terciaría la izquierda marxista, con la dirigencia notoria de Javier Diez Canseco, que en 1970 logró la presidencia de la FEPUC. La militancia parece no ser hoy -y hasta el momento- el signo distintivo de las nuevas promociones. Tampoco hay el culto por las grandes pelucas ni las grandes palabras, ni el asambleísmo ni la bronca ideológica. Los nostálgicos aducen que los jóvenes de hoy son más "light", pero eso no puede ser una generalización prematura. En realidad, como lo relata Maruja Martínez, la inclusión en una tarea más comprometida no es tan inmediata, toma algún tiempo, el de la orientación en las propis aulas, la pasión por determinados profesores o cursos, la inclusión en grupos determinados. Todas estas experiencias están tomando forma hoy día, aunque sin las características de ayer. (pp.67-68)
Para quienes no pueden conseguir el libro, hay dos de sus relatos que la autora ha publicado en Internet, en la revista Ciberayllu, en la sección de Literatura. |
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