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Los eucaliptos (Eucalyptus globulus), introducidos hace unos cien años al valle del Mantaro por los frailes franciscanos de Santa Rosa de Ocopa, a unos 25 km al sur de Jauja, han cambiado radicalmente el paisaje de los valles interandinos del Perú. Sembrados extensivamente para controlar la erosión en las laderas de los cerros, o como cercos vivos entre las parcelas de cultivo de la parte baja del valle, crean desde la distancia la impresión de ser un enorme bosque continuo.
Algunos eucaliptos se mantienen como árboles de sombra y decoración, como estos dos hermosos gigantes a la entrada del cementerio, el más grande cercano a los 30 metros de altura.
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Foto Agosto 1996. © Domingo Martínez Castilla
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