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El silencio y la paz parecen reinar apenas uno se acerca a las últimas calles de la ciudad. Los característicos techos de tejas rojizas, ahora obligatorios gracias al plan de protección del centro histórico de la ciudad, dominan el paisaje. Al fondo, el cielo de agosto, de un azul plácido salpicado de las primeras nubes que anuncian la temporada de lluvias, es límpido, clarísimo (prestándonos las dos últimas palabras de la reciente novela País de Jauja, de Edgardo Rivera Martínez). Los cerros de las partes altas cambian de color pardo-gris a azulado conforme se alejan.
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Foto Agosto 1996. © Domingo Martínez Castilla
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