Cuatro. Rostros y máquinasJauja, 1998: en busca del panFotografías y texto, Domingo Martínez Castilla |
Dos niños jaujinos |
A lado del «puesto» de la panadera, dos niños observan, esperando su turno. Sospecho que no entienden para qué se puede comprar tanto pan, y tan surtido, porque tengo bolsas de todas y cada una de las variedades de panes y dulces que vende la señora. Después de un momento, uno saca un par de monedas del bolsillo y pide y toma dos «panes de huevo»: sólo los más viejos, puristas, insistimos con llamarlo «pan de a huevo». («Gracias, joven» dice la señora, y yo también le doy las gracias: ella no sabe que no sólo estoy agradeciendo por el pan, sino por lo de «joven». ¡Vanitas vanitatum! ¡omnia vanitas!)
Antes de regresar a la «Casa de Jauja», miro a la Plaza de La Libertad, donde empiezan a abrirse las tiendas. Hombres con bufandas y las manos en los bolsillos la cruzan, rumbo al trabajo, mirando más al suelo que al frente, como caminan quienes tienen que sortear obstáculos en el campo, o en la ciudad donde las calzadas tienen baches; van abrigados, contrastando con la poca ropa que llevan los niños que están a mi lado y que ya dan cuenta de sus panes. Mujeres apuradas, algunas con polleras y pañolones y canastas al brazo, van probablemente al mercado, a «hacer la plaza». Se ven hoy pocos sombreros jaujinos. Pasan, pedaleando lentamente, hombres maduros en bicicleta y en ropa de trabajo, algunos con corbata.
Por todo eso, siento que el ritmo de la ciudad sigue siendo el mismo, al menos esta primera mañana de sol.
Mototaxis, novedad de los últimos años |
Sin duda hay cambios, como lo sugieren los dos mototaxis que se ven en la plaza, y que están siendo limpiados por sus pilotos, y que ya se han convertido en parte del folclore. Muchas casonas se alquilan hoy, por partes, pues ya escasean las familias capaces de mantenerlas, sea porque han emigrado o porque no tienen la riqueza de antes. La ciudad se ve mucho más mestiza. Las ferias de los miércoles y domingos no se hacen más en el centro de la ciudad.
Pero el pan no ha cambiado, y para eso salí esta mañana.
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© Domingo Martínez Castilla, 1998
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