gnes Heller sostiene que la modernidad es la combinación de tres lógicas: la lógica de la tecnología, la lógica del mercado y la lógica de las instituciones políticas. Estas lógicas están íntimamente relacionadas aunque en algunos momentos una se coloca en un papel protagónico. La lógica de la tecnología implica que el hombre moderno trate a la naturaleza como objeto y al ser humano como sujeto. Se piensa en el mundo como un espacio donde los problemas se resuelven. Hay, por lo tanto, una lógica instrumentalista. No se mira al mundo como un ente con vida sino como un objeto. La ciencia se convierte en la verdad absoluta y la verdad como revelación desaparece. De allí que Nietzche afirmara que «Dios ha muerto». La verdad como revelación dada por la religión (todo se basaba en los escritos de la Biblia) fue reemplazada por la ciencia como verdad hallada. Se usa verdad en este texto en el sentido de «Yo soy la verdad» de Cristo.
Sin embargo hay una imaginación histórica además de una imaginación tecnológica donde se fundan las creencias. En las sociedades premodernas, la religión lo explica todo. En las modernas, la ciencia lo explica todo. La verdad religiosa es inmodificable, la verdad científica es continuamente modificada. La verdad científica es acumulativa, la verdad religiosa no puede acumular otras verdades. Las cosas son. La ciencia presupone la dinámica de la modernidad. La ciencia presupone que lo más nuevo es lo mejor porque hay más conocimiento acumulado. En el mundo moderno, la ciencia se enfrenta a la religión y el arte como subversivos de la misma por su esencia no acumulativa. La racionalidad de la ciencia genera un contramovimiento que es el romanticismo, basado en la historia. La modernidad requiere de ambos, racionalidad y romanticismo. La visión neoliberal, en este esquema, toma la imaginación tecnológica y critica al romanticismo. Es decir, se separa de la persona y entra a la ciencia y la razón.
En la lógica del mercado (lo que llamamos la sociedad moderna), la función determina el lugar de la persona en la sociedad. Cuando la función determina el lugar de la persona, bienes, servicios y trabajo están determinados por el mercado. Todos tenemos necesidades y tenemos que satisfacerlas. En las sociedades premodernas las jerarquías colocan la función de las personas. La gente no se viste igual, no se educa igual, no tiene la misma salud, no tiene los mismos derechos, etcétera. En un nivel social, leer y escribir es básico; en otro saber latín es básico; en otros, no. Las necesidades son diferenciadas por estratos sociales. En la sociedad premoderna nadie envidia al del otro estrato porque no se le ocurre que pueda tener lo mismo. En la sociedad moderna esto cambia porque las necesidades se satisfacen cuantitativamente. El satisfactor lo paga la persona con su dinero. Las necesidades son cuantificadas. Los románticos lo critican y los racionalistas lo defienden puesto que es un elemento de libertad. Las personas tienen la posibilidad de ofrecer sus servicios a otros que pagan más. El dinero mismo no habla. Todo depende de cuánto pagan. Mucho dinero compra muchos satisfactores. Para los racionalistas no importa cómo se consigue este dinero. La modernidad no puede regresar a lo cualitativo. Es cuantitativa en esencia. La modernidad nos trae la abstracción de las necesidades para obtener su cuantificación. Esto nos remite a Kant quien dijo que el hombre tiene tres apetitos: la fama, el dinero y el poder. Si los tres son indeterminados es porque son infinitos. En este marco el progreso se define como el traslado de bienes de lujo a bienes básicos. Así todo se mide. El satisfactor, en realidad, es una institución imaginaria (Heller, 1998).
Marx se remite a la manufactura como la modernidad de su época que asiste en la organización del mundo a partir de la lógica del mercado. «El vapor y la maquinaria revolucionaron entonces la producción industrial» (Marx, p. 34) de la misma manera que la computadora y los sistemas de información lo revolucionaron a fines del siglo XX. «La gran industria ha creado el mercado mundial... (que) aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios de transporte terrestre» (Marx, p. 34). Habría que agregar «aéreo» y tendríamos la situación actual. Cada etapa de la evolución de la burguesía ha ido acompañada del correspondiente progreso político, dice Marx. Cabe añadir que el progreso político va asistido de un progreso teórico y del progreso paradigmático de la producción. Es decir, no sólo se aggiorna el régimen político sino también el régimen económico y productivo, modificándose así las relaciones sociales y también las relaciones internacionales. Es decir, el mundo cambia de forma y la verdad se modifica.
© Óscar Ugarteche, 1998, [email protected]
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