La pirámide de la sociedad peruana.

Extracto de La arqueología de la modernidad,
DESCO, Lima, diciembre de 1998

[Ciberayllu]

Óscar Ugarteche

 

4. Nuevos escenarios, ¿nuevos problemas?

La ola neoliberal ha erosionado el contrato social que gobernó el mundo occidental desarrollado desde los años 30. La ampliación de los derechos civiles y políticos ha sido parte de ello. Pero la declaración de los derechos humanos es el resultado de un complejo proceso de luchas mundiales, políticas y sociales. Los recientes cambios económicos y políticos han cambiado la percepción que las personas tenían de sus propios derechos, al igual que de los escenarios donde podían ejercerlos. Los cambios políticos y la modificación del sentido común afectan el ejercicio de los derechos políticos y civiles. Por otro lado, la globalización (en términos de la información en tiempo real) crea un escenario donde es posible buscar afuera el apoyo que no se encuentra en el ámbito doméstico sobre un determinado tema. De alguna manera los derechos se están «privatizando» y se están convirtiendo en parte de la vida económica y social del individuo.

La distribución de los ingresos es un punto crítico, debido a su relación con la democracia.
Según Danilo Turk (un reportero especial de una Subcomisión de Prevención de Discriminación y Protección de Minorías de las Naciones Unidas), hay crecientes iniquidades en términos de ingresos que no sólo hacen imprescindible la realización de los derechos económicos, sociales y culturales, sino que polarizan y fragmentan a las sociedades. La disparidad de los ingresos, a la vez que tiene lugar una reducción del Estado, forma una peligrosa base para la alienación, la dependencia y el cinismo que puede llevar, en última instancia, hacia el deterioro de las relaciones sobre las cuales se funda la sociedad civil. La distribución de los ingresos es un punto crítico, debido a su relación con la democracia.

El Perú tiene la peor distribución de ingresos en América Latina, aparte de Haití. Esto llevó al levantamiento del movimiento social en los años 20 y los años 60-70. Después del período de hiperinflación, la depresión y la etapa de extrema violencia de los años 80, se inició un cambio en la economía que estuvo secundado por el proceso de reformas estructurales introducido por el Banco Mundial y el BID en 1990. Dado el contexto, los efectos son que el tejido social se ha debilitado y el individualismo extremo ha emergido derivando en agresividad, dentro de un conflicto estéril en aras del mercado. Algunos elementos que cuestionan el espíritu modernizante de las reformas en el Perú pueden señalarse:

    1. Autoritarismo expresado como crecimiento del poder presidencial, al igual que la existencia de otros mecanismos que permiten al presidente someter a otros poderes del Estado.
    2. La naturaleza cívico-militar del régimen. Las fuerzas armadas son un partido político para el gobierno; se encargan incluso de la distribución de información electoral e información de partidos político, calendarios con la imagen del ingeniero Fujimori, y tienen una función deliberante en la política peruana. La naturaleza cívico militar parece anclarse en el poder militar, como se vio cuando el presidente pidió la renuncia del jefe del Comando Conjunto, pero esto no ocurrió.
    3. La naturaleza arbitraria del gobierno, donde el Poder Ejecutivo puede cambiar las reglas del juego de acuerdo con sus necesidades. Por ejemplo, en 1995 la Ley de Amnistía que dejó libres a los militares vinculados a masacres y condenados dos años antes; o las leyes de referéndum que después de tres reformas aumentaron el número de firmas requeridas para realizarlo, de 350,000 de acuerdo con la Constitución, a 1,200,000 en menos de dos meses. O la capacidad de disolver el Tribunal Constitucional porque juzgó que no era aplicable en términos legales la Ley de Interpretación Auténtica (que permite la segunda reelección).
    4. La legitimidad del régimen se basa en los resultados y en el apoyo público producto de la reducción de la inflación, la violencia y la promesa de mejorar las condiciones de vida en el futuro, y a la vez en mecanismos para el control de la población, la falta de partidos político, la supresión de la oposición en el Congreso y la falta de ideas.

El panorama político ha cambiado mucho desde que Sendero se aisló de su supuesta base natural mediante las acciones de la Rondas Campesinas y la detención del cabecilla Abimael Guzmán en setiembre de 1992. Divididos entre ellos debido a cartas enviadas por Guzmán desde la cárcel, puede eludir la amenaza de extinción, aunque no su debilitamiento. El MRTA es más débil aún, sin posibilidades reales de recuperación. Más allá de los elementos reales de la subversión, hay un fantasma. La amenaza de Sendero justifica el estado de emergencia, leyes anti-terroristas, rondas armadas y muchas otras precauciones.

Todo lo señalado excluye la posibilidad de la institucionalización de una democracia real en el Perú. La
... lo señalado excluye la posibilidad de la institucionalización de una democracia real en el Perú.
reducción de las violaciones a los derechos humanos; la solución de los casos pendientes, hasta el ensayo de algunas medidas parciales no son suficientes, en este escenario, para instaurar el respeto total de los derechos humanos y las garantías constitucionales en el país. Los problemas de derechos humanos en el país no son un tema de casos pendientes, ni son el resultado de la posguerra. Son más profundos y complejos, deben ser atendidos y examinados al menos en las dimensiones de política institucional y conciencia generalizada de los derechos.

5. La distribución del ingreso y la equidad

Los antecedentes mostrados son un principio para poner de relieve los problemas de falta de equidad. Las discriminaciones son la expresión de la iniquidad. Los ingresos económicos afirman algo adicional. Si tomamos la distribución del ingreso de las mujeres para ver cómo se distribuye el ingreso entre «marginales» y de allí partimos a ver cómo se ve en el mundo de los varones, aparece la evidencia de que a las mujeres les va bien si son ricas. Les va mal en todos los demás casos. Es decir, la mujer con dinero es casi un varón, en una sociedad donde la mujer está discriminada por el mero hecho de ser mujer, recordándonos el poema de Sor Juana Inés de la Cruz (Hombres necios...).

Viviane Forrester (1997) advierte que en el mundo nuevo que emerge, el empleo se ha convertido en innecesario para el funcionamiento del aparato económico. Afirma que a los hombres se los condena a postular en vano (a un empleo), frustrados de antemano por las estadísticas. Una pregunta desde el Perú al texto de Forrester, es qué pasaría en Europa si dijéramos que de partida sólo el 11.7% de las mujeres en edad de trabajar y disposición de hacerlo han tenido un empleo adecuado en 1991. Si añadiéramos que ante la falta de seguro de desempleo, el 81% de las mujeres en capacidad de trabajar lo han hecho por remuneraciones por debajo del nivel del salario adecuado para cubrir la canasta mínima de consumo, y que el 7.3% de esas mismas mujeres se han registrado en el Ministerio de Trabajo para buscar empleo y por lo tanto son consideradas como desempleadas. Si no están registradas, formalmente no se consideran desempleadas.

La realidad a partir de donde se concreta el mercado de trabajo de la mujer, además, es uno de discriminación negativa. Los avisos de periódico anuncian que quieren mujeres solteras, la franja de edades, el color y, por supuesto, el nivel educativo. Allí se reproduce la pirámide de la subordinación de la sociedad peruana. Si el varón blanco, heterosexual, católico, patriarca y educado es el pico de la pirámide de la sociedad en su conjunto, se podría añadir que la mujer blanca, heterosexual, católica y educada es el siguiente escalón.

En términos de ingresos se ha producido un distanciamiento entre las mujeres ricas y las pobres. Así, el número de mujeres pobres de Lima ha aumentado entre 1985 y 1994 del 49.3% del conjunto de las mujeres al 52%. Hay evidencia (Durán: 1997) de que el número de hogares liderados por mujeres ha aumentado del 16.8% en 1985 al 21.4% del total de hogares en 1994. Es decir, hay más hogares liderados por mujeres y más mujeres por debajo de la línea de pobreza. Al otro extremo, aunque no existen datos al respecto, se puede inferir que entre las mujeres no pobres hay una mejora de ingresos producto del nivel de educación acumulado en el pasado para un cierto sector, que resulta en que la proporción de hogares pobres (decil 1) y no pobres (decil 9) mantenidos por mujeres estuvieron en mejores condiciones en 1994 que los de los hombres de esos mismos deciles, en el mismo año. Es decir, hay una fragmentación social en marcha.

Al año 1990, según The World's Women de Naciones Unidas, había 69 mujeres por cada 100 varones profesionales, técnicos y otros. La tendencia se ha mantenido en la década del 90 y quizá se haya profundizado. El primer quintil (deciles 1 y 2) es el más pobre y el quinto quintil el más rico (deciles 9 y 10). La distribución de jefas de hogar por quintil se asemeja en las puntas. En los hogares más pobres y los más ricos ha habido un crecimiento de los hogares mantenidos por mujeres.

Entre 1985 y 1991, años para los que hay muestra, en Lima Metropolitana se ha podido observar que hay más mujeres en el quintil 1 de ingresos como jefas de hogar en 1991 que en 1985. Pasaron de representar el 16.2% al 23.6% de los hogares sostenidos por mujeres. La tendencia se repite en el decil noveno y en el quintil 5, donde se nota que aumentan los hogares mantenidos por mujeres de 19.8% a 24.7%. El decil noveno muestra un aumento de 21.7% de los hogares dentro de ese decil a 29.4%. Durán afirma que «esto implica que los hogares liderados por mujeres no son los más pobres y que las tasas más altas de crecimiento (de hogares liderados por mujeres) no están sólo en los sectores de bajos ingresos». Concluye Durán: «Hogares liderados por mujeres son más pobres, pero no son más vulnerables a la caída en las condiciones de vida durante la crisis y los ajustes estructurales».

Lo que se está diciendo, en suma, es que en líneas generales hay un empobrecimiento de las mujeres en la sierra rural. Que en Lima Metropolitana el problema es más complejo. Lima debe ser tomado como el ejemplo representativo de lo que ocurre en las capitales de departamento. Lo que ocurre en Lima es que los sectores de altos ingresos han tenido un aumento sustantivo de hogares liderados por mujeres, explicándose de alguna manera que el ingreso de la mujer sea similar al del hombre jefe de familia. Esto se explicaría por el altísimo índice de mujeres profesionales en el Perú, que en 1990 llegaron a ser 69 por cada 100 hombres profesionales. Al otro extremo, en Lima se observa que en los sectores más pobres también hay un crecimiento de hogares liderados por mujeres. Esto explicaría el trabajo infantil. El trabajo infantil se ha tornado en un complemento del ingreso familiar, aunque no esté expresado en los datos de personas que trabajan en un hogar. El número promedio de personas que trabajan continúa siendo dos. La evidencia de 1.2 millones de niños que trabajan en el Perú, equivalente al 15% de la PEA, indica que no son dos sino quizá tres. El tercero es menor de edad, y estos casos están concentrados en los deciles l y 2.

La distribución del ingreso de las mujeres refleja una mejora de los deciles nueve y diez, aunque menor que la de los deciles más pobres. Refleja lo que ocurre en el plano global con el ingreso per cápita. Los sectores de mayor productividad tienen mayor capacidad de ajuste que los sectores de menor productividad. La productividad está relacionada con la educación, a pesar de que las mujeres pueden no trabajar en las profesiones para las que fueron educadas. Es decir, en el Perú habría un «Norte» que comprende a las mujeres de los deciles nueve y diez, y un «Sur», que va de los deciles ocho hasta el uno. Lo que brinda la incorporación a la sociedad es la posibilidad de incluirse en el mercado de trabajo de manera ventajosa, de ser sujeto de crédito y ser sujeto de igualdad. Las otras mujeres están en desventaja absoluta por ser mujeres, por no ser blancas y por no tener los niveles de educación de los sectores nueve y diez. La movilidad social, en este sentido, se vuelve muy vulnerable y fluida. La capacidad de competir puede incluir a una mujer y excluir a otra de manera diversa, repitiéndose lo que ocurre en el plano macro. La evidencia es que los hogares liderados por mujeres son menos vulnerables a las fluctuaciones de ingresos que los hogares liderados por varones, que pueden sucumbir a la presión económica y abandonar el hogar o dejar de ejercer el liderazgo. En este sentido, las mujeres son el refugio de la sociedad en crisis y expresan con nitidez lo que ocurre en la sociedad en su conjunto en el plano global.

[...] El ingreso de las mujeres en el Perú ha aumentado para las muy pobres antes que para las dedicadas al aumento de su productividad que están en el decil 9. Esto es poco creíble. La nueva inserción económica se establece sobre la base del aumento de la productividad; con lo que estas cifras estarían distorsionadas por el mismo elemento de distorsión que el PBI en su conjunto. Alrededor de un 30%. Y la distorsión podría estar en la asignación de los ingresos a los deciles inferiores. La distancia entre ingresos [...] se
... hemos saltado a la economía posindustrial sin haber llegado a la industrial.
habría reducido entre 1991 y 1996. Debe haber poca evidencia empírica de esto, porque las distancias entre los sueldos ejecutivos y los salarios han aumentado, por ejemplo. Y porque hay mayor número de pobres en 1996 que en 1991 (52% versus 49% de la población). En suma, las cifras publicadas de distribución del ingreso, con el PBI distorsionado disponible, no permiten reflejar la evidencia que se tiene mediante otros datos sobre pobreza, y sobre distancias salariales. El autoempleo es una fuente de ingresos creciente para una parte de la población y no para toda la población debajo del quinto decil, de ninguna manera. Y que sea una fuente creciente de ingresos no es una virtud. Es una indicación de que el aparato productivo no los puede absorber y de que hemos saltado a la economía posindustrial sin haber llegado a la industrial. Sólo que los servicios no son cuaternarios debajo del quinto decil, sino reflejan la venta de caramelos, por dar un ejemplo.

EN SUMA

Es evidente que el Perú tiene rasgos premodernos que están construidos desde la historia por el sistema de dominación colonial, pero también por la incapacidad de liberarnos del mismo en el siglo XVIII. Ese sistema de dominación es la madre del racismo y de la vergüenza del pasado. No obstante, y sin haber pasado por ningún punto intermedio, hemos saltado a una lógica de igualdades para la construcción de la economía de mercado. El requerimiento esencial para la economía de mercado es que todos tengamos igualdad de información e igualdad de oportunidades para poder actuar en el mercado. Sin embargo, aquí no es el caso. Vemos que la población de la sierra peruana está en condiciones que no tienen nada que ver con la igualdad de oportunidades y también observamos que la situación de las mujeres es abiertamente peor que Ia de los hombres, a pesar de la mejora de los ingresas de las mujeres en las ciudades, en especial de los deciles mayores.

La sensación, a fines del siglo XX, de que la población nativa peruana ha sido una carga para las modernizaciones occidentales es fuerte. La sensación que de eso nos queremos olvidar incluso los intelectuales, es fuerte.
Las zonas más deprimidas son las zonas de donde salió la cultura peruana prehispánica. Esto no se ha modificado. La pregunta, es por qué. ¿Es que las zonas de sierra que fueron cunas de civilizaciones se convirtieron en una vergüenza? ¿Es acaso que son zonas donde queremos olvidar que hubo un pasado? ¿O es que la modernidad y las modernizaciones que han ocurrido a lo largo de los siglos han ido dejando esas zonas atrás? Y, de ser el caso, ¿por qué? La sensación, a fines del siglo XX, de que la población nativa peruana ha sido una carga para las modernizaciones occidentales es fuerte. La sensación que de eso nos queremos olvidar incluso los intelectuales, es fuerte. El peligro de que decir estas cosas nos empariente con ideologías absolutistas o etnocéntricas, es también grande. Empero, la tara del pasado, esa carga que frena el ímpetu del futuro, tiene que ser revalorada. Es preciso reconocer dónde y cuándo nos quedamos atrapados en un sistema social excluyente en extremo y que por lo tanto ha dejado en tierra de nadie a los habitantes de la sierra y selva peruanas. El Estado no llega, y si llega lo hace en forma de fuerzas militares o, ahora, con infraestructura de diversos tipos. La desarticulación actual de la sierra, sobre todo, de la economía nacional en relación a su articulación en el pasado es gigantesca. La selva no se ha desarticulado porque nunca estuvo bien articulada, tanto por la distancia como por la geografía. La geografía de la pobreza y la demografía de la pobreza nos muestran una realidad de vergüenza ante la historia que tiene que llegar a su fin para que comencemos a ser iguales. El imaginario cultural donde navegamos tiene un fuerte imaginario social colonizador. Es incapaz de pensarnos como iguales. Con esto no estamos diciendo que solamente los abusos estén en el imaginario blanco, patriarcal, etc., sino que también aparecen en otros ámbitos y posiblemente se crucen con otras raíces más antiguas dentro del continuum histórico en el que estamos inscritos, que se remonta a más allá del siglo XVI. El sentimiento España 1-Perú 0, por ponerlo en términos futbolísticos, tiene que ser revertido para podernos pensar como una sociedad moderna o por lo menos para podernos pensar como una economía de mercado. De otro modo siempre estaremos echándole la culpa al otro por lo que no hicimos, y en algunos casos tendremos razón. Será pensándonos como iguales ante el resto como nos podremos (re)conocer y saber de nuestros potenciales sin anteponer los intereses ajenos a los propios. La discriminación en su sentido más amplio es el principal freno del Perú.

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© Óscar Ugarteche, 1999, [email protected]
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