La declinación de la economía global
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[Ciberayllu]

Jorge Beinstein

 

Conclusiones e hipótesis de trabajo

  1. La ruptura de 1997 constituyó un punto de inflexión al interior de un proceso de larga duración que se inició hacia comienzos de los 70 (crisis petrolera de 1973-74) y que tiene por delante un probable desarrollo también largo.
    La acumulación de desajustes estructurales, la dimensión de la bomba financiera global, la incapacidad de las economías centrales para retomar un ciclo de endeudamiento vigoroso y reactivar la demanda, el nivel de catástrofe alcanzado por la periferia (lo que hace muy improbable el surgimiento de nuevos «milagros»), la generalización de factores entrópicos (mafias, caos urbanos, crisis del estado, etc.), el alto nivel de concentración de negocios, nos señalan un prolongado camino de enfriamiento económico en el que van ingresando los países centrales, siguiendo así la tendencia a la desaceleración del crecimiento iniciada en los 70. El capitalismo victorioso de comienzos de los 90 se fue convirtiendo después de 1997 en un sistema que pierde dinamismo, que se va desordenando cada vez más, lo que lleva a suponer nuevos saltos cualitativos, rupturas, en el movimiento descendente.
  2. Los hechos de 1997 fueron presentados como «crisis periférica», asiática, localizada en los ex tigres, que luego se habría «difundido» hacia otras regiones (teoría del contagio), pero la ruptura obedeció a un proceso de degradación más amplio, global, con eje en los países de alto desarrollo, verdadero motor de la crisis, fue la presión inversora de sus empresas la que generó la euforia especulativa; la misma se convirtió luego en evasión de capitales hacia el centro con sus secuelas recesivas para los ex países emergentes.
  3. La ruptura de 1997 puso al descubierto la hipertrofia financiera mundial, posibilitando la irrupción de «teorías financieras de la crisis», que separaban artificialmente esferas «monetarias» de sectores «reales»; las explicaciones psicologistas, anecdóticas, seudoculturales, resultaban inevitables. Pero la bomba financiera constituye una componente de un fenómeno más vasto, estructural, de pérdida de dinamismo de la economía global capitalista que impulsó el endeudamiento público de los estados centrales y periféricos, la financierización empresaria, la euforia especulativa en Estados Unidos, las burbujas financieras asiáticas, etc.
  4. Los países de alto desarrollo (el G7 y otras economías menores del sistema central) pudieron amortiguar, postergar su crisis iniciada en los 70 gracias a diversos mecanismos de globalización y financierización durante los 80 y 90, pero no pudieron superarla. Desde fines de los 80, aparecieron graves síntomas de deterioro que se agravaron en los 90 (crisis financiera de 1987, decadencia japonesa, crisis mexicana de 1994-95 ...) culminando en la catástrofe de 1997: a partir de allí el sistema global entró en una zona de turbulencias.
  5. Hipótesis de trabajo: Así como la crisis actual debe ser integrada a un proceso más largo (último cuarto de siglo), este último podría ser incluido a su vez en un proceso de larga duración que se inicia con la Primera Guerra Mundial y llega hasta el presente, donde la prosperidad de la economía de mercado ocupa una porción minoritaria (solamente desde mediados de los 40 hasta comienzos de los 70).

Dicho de otra manera, la declinación percibida entre 1973-74 y la actualidad se inscribe dentro de una decadencia mayor. Esta idea podía ser fácilmente aceptada hace tres lustros, pero la euforia neoliberal acompañada por el derrumbe del sistema soviético impuso una imagen muy distorsionada de la realidad histórica, cargada de triunfalismo capitalista, a la que contribuyeron una aplastante estructura de medios de comunicación y sus gurúes.

Estos últimos intentaron instaurar una ideología simplista bañada en «modernismo reaccionario» (Herf, 1993) que compartía con el viejo fascismo el rechazo a los aspectos humanistas y democráticos de las revoluciones burguesas europeas y la adoración de su núcleo tecnológico21.

La hipótesis de la reducción incesante de la base territorial del capitalismo pareció quebrarse hacia comienzos de los 90, con el fin de la URSS y su bloque. Occidente en torno de Estados Unidos parecía recobrar el poderío imperial de comienzos de siglo, pero el renacimiento no fue sino una euforia pasajera: la sombra de la decadencia volvió en menos de una década.

El análisis de la dinámica económica del capitalismo debe formar parte de una evaluación más amplia del conjunto de la modernidad burguesa. Hace cerca de dos décadas propuse la hipótesis de la decadencia hegemónica (Beinstein,1981): la civilización occidental decae en el largo plazo pero conservando su hegemonía cultural durante mucho tiempo; esta situación paradójica explica las rupturas exitosas en áreas periféricas del sistema global (e.g. Revolución Rusa) pero también sus limitaciones y fracasos. La erosión de dicha hegemonía abre la posibilidad de nuevas rupturas periféricas, de aprendizajes, de evaluaciones críticas de experiencias apuntando hacia el futuro. La evolución de sistemas vivientes puede ser en ciertos casos entendida por medio del concepto de paedomorfosis («retroceder para saltar mejor»), que Chaunu incorpora acertadamente en el análisis de ciertos procesos históricos (Chaunu, 1981). La crisis-decadencia abre un amplio margen para las tentativas emancipadoras.


NOTAS
  1. Autores citados al comienzo de este trabajo, como Drucker y Ohmae, no pierden oportunidad para despotricar contra la herencia de la Revolución Francesa, la «voluntad general» (Rousseau), la «emancipación social», «la democracia liberal según su aplicación en Occidente», etc. La sombra autoritaria de las empresas globales emerge detrás de los discursos acerca de la eficacia, el individualismo y la economía sin fronteras (Ohmae, 1997; Drucker, 1993).

Bibliografía


© Jorge Beinstein, 1999, [email protected]
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