Moro, Huidobro y Westphalen: aquella intolerable ansiedadEl telón de fondo detrás de una polémica de los años 30 |
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Chrystian Zegarra |
César Moro (Lima 1903-1956). Poeta y artista plástico peruano. Participó de las actividades del grupo surrealista en París donde vivió entre 1925-1933. Escribió la mayor parte de su obra poética en francés. Su libro más importante en español es La tortuga ecuestre.
Emilio Adolfo Westphalen (Lima 1911-2001). Autor de dos libros fundamentales de la poesía vanguardista peruana: Las ínsulas extrañas (1933) y Abolición de la muerte (1935). Tuvo una larga trayectoria como director de revistas culturales entre las que destacan Las moradas y Amaru. Mantuvo un silencio editorial de casi 40 años y empezó a publicar nuevamente en la década de 1980.
Vicente Huidobro (Santiago de Chile 1893-1948). Escritor chileno fundador del movimiento creacionista. Es autor de una extensa obra que incluye una amplia gama de géneros literarios. Su poemario más conocido es Altazor (1931).
En mayo de 1935, César Moro y Emilio Adolfo Westphalen organizaron la «Primera Exposición Surrealista Latinoamericana» en la Academia Alcedo de Lima.1 La muestra, casi su totalidad compuesta por obras plásticas de Moro, estuvo acompañada por un catálogo que albergaba —como «Aviso» final— un texto del autor de La tortuga ecuestre acusando a Vicente Huidobro de arribista y plagiario. Éste fue el detonante que generó una violenta polémica en la que, a los dos personajes principales involucrados, se sumó Westphalen.2 En síntesis, el debate tuvo tres instancias. La primera es la ya referida denuncia del catálogo contra el poeta chileno; la segunda es la respuesta de Huidobro y sus aliados, que ocupó casi por entero el número 3 de la revista chilena Vital3; y, por último, se produjo un contraataque de Moro y Westphalen en la forma de un panfleto editado tardíamente en Lima con el título «Vicente Huidobro o el Obispo Embotellado»4.
El objetivo de este artículo es, aparte de retomar la discusión en torno a la disputa entre estos tres imprescindibles escritores hispanoamericanos, incidir en el motivo central de los ataques: las acusaciones de plagio e imitación poéticos y las reacciones de ansiedad que éstas suscitaron. Un propósito complementario radica en dar a conocer una carta consagratoria de Huidobro, dirigida a Westphalen en 1933, donde celebra la aparición de Las ínsulas extrañas. A la luz de esta correspondencia, habría que preguntarse por qué Westphalen atacó tan severamente al autor de Altazor. Se pueden esbozar varias soluciones al caso dependiendo de la óptica desde la cual se lo aborde. Mi propuesta es afirmar que tanto Moro como Westphalen —y Huidobro también, como quedará demostrado en las citas que siguen—, cayeron presa de una insoslayable «ansiedad de influencia» de la cual pugnaban por liberarse.5
Como punto de partida revisaré los aspectos más relevantes de la encarnizada polémica. El meollo del «aviso» del catálogo de la exposición surrealista de Lima gira en torno al supuesto plagio, por parte de Huidobro, de un poema de Luis Buñuel («Una Girafa»), aparecido en Le Surreálisme au service de la Révolution. Moro no escatima esfuerzos para enumerar una serie de calificativos que refuerzan su tesis central. Así, llama a Huidobro «ratón del movimiento literario moderno», «imitador de Pierre Reverdy» y «mediocre copista» (12); para rematar diciendo que «[...] su poesía (???) ha sido siempre el reflejo terriblemente empobrecido de sus frecuentaciones literarias [...]» (11). Moro además acusa a Huidobro de «arrivismo» al increparle su ascendencia burguesa simbolizada en los «viñedos» de su padre.
La reacción del chileno no se hace esperar, y un mes después responde por extenso en las páginas de Vital. Es interesante notar la manera como Huidobro se defiende frente al impugnado reproche con el mismo tipo de estrategia, es decir devolviéndole el insulto al peruano: «Habla de plagio y él es la esencia del plagiario» (92). En su «Don César Quíspez, morito de calcomanía», Huidobro es mucho más hiriente que Moro, a quien le imputa los cargos de homosexualidad, prostitución, arribismo y, por su puesto, plagio de Max Ernst, Eluard y Dalí, entre otros «surrealistas de categoría». Huidobro dedica la mayor parte de su defensa con el fin de reseñar la génesis de su poema «El árbol en cuarentena», el cual fue señalado como copia del texto de Buñuel. Todas las palabras del poeta creacionista apuntan a un asunto concreto: posicionar una «prioridad» en la historia de la poesía latinoamericana contemporánea. Obviamente, él se arroga el lugar anterior, de inicio que debe leerse como una marca de originalidad muy distante de cualquier maniobra imitativa: «¡Pobre Morito, alma de calcomanía! [...] Siempre llegando tarde; es para morirse de rabia» (95). Es más, al referirse a la exhibición chilena de arte organizada por él mismo en 1933, afirma: «Has sabido que en Chile hemos organizado mucho antes que tú un grupo de poetas y artistas, todos superiores a ti. Llegas tarde a todas partes» (93). Sin embargo, la más innegable ansiedad de Huidobro, seguramente canalizada por el «aviso» del catálogo, la constituye la referencia de Pierre Reverdy de quien es un imitador, de acuerdo a Moro. Por esto, Huidobro recurre a citar una carta de Juan Gris donde este pintor cubista disipa cualquier duda acerca de la supuesta copia (94). Esto evidencia el alto grado de desasosiego desatado en el ser poético interno del poeta chileno y candidato a la presidencia de su país. Como corolario a este escenario de personalidades encontradas, incluyo una cita más de Huidobro: «La manía de los criollitos mediocres de buscar antecedentes e influencias a todo el mundo, [...] tiene su origen en que los mediocres, como se saben mediocres impotentes, imitadores de todo lo que ven, creen que los demás son como ellos» (94).
En otro terreno, el panfleto «Vicente Huidobro o el Obispo Embotellado» promueve la participación de Westphalen, como aliado de Moro, en la polémica. El poeta de Abolición de la muerte enfatiza el tema del plagio: «Huidobro era el mico que copiaba el gesto; nada más que el gesto, naturalmente» o «El caso de la ‘Jirafa’ y el ‘Árbol’ es un ejemplo de la técnica de Huidobro; la acusación de César Moro permanece en pie». Westphalen toma partido en favor de Moro a pesar de la epístola recibida consagrando Las ínsulas, y de otra carta del amigo de Huidobro, Eduardo Anguita, publicada entre los textos de Vital: «Y por el último le prohíbo [a Moro] que me envíe nada suyo, y lamento que el poeta Von Westphallen [sic], cuya obra estimo como lo superior del Perú actual, haga ilustrar sus libros [Abolición] con dibujos de un infeliz» (97). Moro cierra El Obispo con un escrito en francés, «La Patée des Chiens»6 que no agrega nada novedoso a la disputa, salvo el hecho de introducir el episodio histórico de la «guerra Perú-Chilena de 1879» (13). Esta mención sirve para recordar el poema que Huidobro dedica a Arturo Pratt —héroe de Iquique— y para levantar, quizás, un clima surcado por nacionalismos. Sin embargo, lo que sí es interesante es el matiz irónico con el que Moro aprovecha otra vez la oportunidad para desnudar las ansiedades de Huidobro: «[...] es usted un hombre: su actitud de testigo falso lo prueba, sus ediciones ante-fechadas7, su mitomanía, su impudor infantil, lo ponen por encima de toda sospecha» (13). El folleto no recibe réplica alguna por parte del bando chileno poniendo fin, con esto, a un periplo que coloca sobre el tapete un juego velado por establecer y rechazar filiaciones literarias.
No es éste el lugar para elaborar una necesaria exposición de las relaciones textuales entre Huidobro y Westphalen. Eso dicho, y para puntualizar mi argumento, sostengo que Westphalen manifiesta una profunda ansiedad de influencia con respecto al poeta chileno. En la epístola se puede constatar que Huidobro intenta establecer un vínculo entre su propia poesía y Las ínsulas. Además, si se lee atentamente Altazor y se compara la imagen del árbol-poético que es dado a la luz por la tierra hacia el final del Canto I —«La tierra acaba de alumbrar un árbol» (684)— con el poema «Un árbol se eleva...» de Las ínsulas —donde este árbol inicia un ascenso vertical que termina con su consiguiente anulación—, se nota el parentesco y la lucha por superar el modelo preexistente. La empresa creacionista de Huidobro es desmantelada por Westphalen, quien de esta forma asimila y reformula una larga tradición occidental que se apodera de la imagen arbórea como sinónimo de la creación literaria: Ovidio, Petrarca, Garcilaso y el Siglo de Oro, el modernismo de Darío, entre otros.
Reproduzco, para el cotejo de lo dicho en este artículo, la carta referida (se ha mantenido la ortografía original).
Santiago 9 de agosto 1933
Sr. Dn. Emilio Adolfo von Wesphalen [sic]
Muy estimado poeta,
Acabo de recibir su libro «Las Insulas extrañas» de manos de un amigo suyo. Es un libro lleno de cosas bellísimas y se ve en él no sólo al verdadero poeta sino una maestría propia de un hombre maduro. De golpe se coloca Ud. en primera fila entre los poetas modernos de habla castellana. (Y con tan pocas páginas! Es un caso raro.
En la primera ocasión escribiré un artículo sobre Ud.
Siento un gran contacto espiritual con Ud. y tanto que hay cosas suyas que tienen cierto parentesco con cosas mías que Ud. no podía conocer pues son cosas publicadas en pequeñas revistas francesas, belgas o inglesas que no han llegado a América.
Creame que estoy encantado con su libro. Esto pasa tan raras veces en la vida y mucho más raras veces con poetas de nuestras tierras.
Si dentro de unos meses cuando regrese a Europa paso por el Callao, le avisaré a Ud. para tener el gusto de estrechar su mano.
Tengame por su nuevo amigo y muy sinceramente suyo
Vicente Huidobro
1 Para una descripción pormenorizada del evento, remito al lector al artículo de Westphalen, «La Primera Exposición Surrealista en América Latina». Una primera versión de este ensayo se publicó en el número 33 de la revista limeña Debate (julio de 1985). André Coyné también hace referencia a la muestra en las notas a su edición de Los anteojos de azufre (10-11).
2 Los críticos se han detenido en numerosas ocasiones para dar cuenta de esta pugna literaria de mediados de los años 1930. Una excelente referencia a la misma puede encontrarse en el ensayo de Julio Ortega, «Moro, Westphalen y el Surrealismo». Biblioteca de México 13 (Enero-Feb. 1993): 21-29.
3Después de la respuesta de Huidobro siguen cartas aclaratorias de artistas chilenos participantes en la exposición de Lima al parecer sin consentimiento. Ver la recopilación de Estela y Padilla (92-98) para un recuento completo de los textos de Vital (junio de 1935).
4 Vicente Huidobro o El Obispo Embotellado. LIMA, PERU — Febrero de 1936. El título de esta diatriba parafrasea un fragmento del largo poema en prosa huidobriano, Temblor de cielo (1931): «La calle de los sueños tiene un ombligo inmenso de donde asoma una botella. Adentro de la botella hay un obispo muerto. El obispo cambia de colores cada vez que se mueve la botella». (142)
5 Uso el término acuñado por Harold Bloom en su teoría poética, The anxiety of influence. Acá se identifica la creación del poema como tergiversación (misreading) de otros precedentes. Entonces, el significado de todo texto está entretejido en otras piezas literarias precursoras con las que se rivaliza. (93-96). Utilizo, para los fines de este ensayo, otro concepto relevante del crítico de Yale, «prioridad» —priority—, que se encuentra unido indefectiblemente al de ansiedad.
6Traducido por Mario Vargas Llosa como «La bazofia de los perros» y revisado por André Coyné para Los anteojos de azufre.
7 Se refiere a Altazor, publicado en Madrid en 1931, pero que lleva en el título del poema la fecha inicial del proceso de escritura (1919). Una vez más Huidobro muestra su deseo por establecer una prioridad literaria frente a otros poemas de la década de 1920; pienso concretamente en The Waste Land (1922) de T.S. Eliot. Para un repaso de la historia editorial de Altazor, incluyendo las fechas de publicaciones parciales previas a 1931, consultar la «Introducción» (9-45) de René de Costa a su edición de dicho texto.
8 La presente carta inédita está contenida en el «Emilio Adolfo Westphalen Archive», colección de manuscritos adquiridos después de la muerte del autor por el Getty Museum de Los Ángeles como parte de sus «Special Collections». El código de acceso al manuscrito es [2001.M.21/B3/F5].
Anguita, Eduardo. «Señor César Moro». Amour < Moro / Homenaje a César Moro. Ed. Carlos Estela; José Ignacio Padilla.
Bloom, Harold. The anxiety of influence. A Theory of Poetry. 2nd ed.
Huidobro, Vicente. «Don César Quíspez, morito de calcomanía». Amour < Moro. 92-95.
---. Altazor / Temblor de cielo. Ed. René de Costa. Madrid: Cátedra, 1981.
Moro, César. «Aviso». Los anteojos de azufre. Ed. André Coyné. Lima, 1958. 11-12.
---. «La bazofia de los perros». Los anteojos de azufre. 12-13.
Westphalen, Emilio Adolfo. «La Primera Exposición Surrealista en América Latina». Escritos varios sobre arte y poesía. México: Fondo de Cultura Económica, 1996. 305-312.
© 2005, Chrystian Zegarra
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Zegarra, Chrystian: «Moro, Huidobro y Westphalen: aquella intolerable ansiedad», en Ciberayllu [en línea]