A la portada de Ciberayllu

23 octubre 2005

retrato  de  poeta
1/2

carlos meneses

Capítulo I

Habías escrito: nadie podrá tener más de treinta años. Parecía una orden. Eso fue cuando tenías diez menos que la edad que señalabas. Habías soñado con conocer París, ciudad en la que tu padre estudió medicina. En la que descansaban los huesos de uno de tus tíos. En la que vivió toda tu generación anterior. París, la ciudad de los poetas simbolistas que tanto habías leído. La de los surrealistas y creacionistas que te subyugaban y a los que querías conocer personalmente. Pero estabas en Madrid. En un hospital situado junto a la Facultad de Medicina. Rabioso porque la fiebre no descendía, porque el lugar era asfixiante y apenas podías respirar. Estabas convencido de que si en vez de esa sala oscura, tétrica, del hospital San Carlos, estuvieras en un lugar en el que pudieras ver un cielo límpido y respirar un aire puro, tus pulmones como dos obedientes corderitos dejarían de causarte problemas. Pero habías escrito en Lima, en l925, muy sonriente, muy alegremente, aunque con el estómago vacío, como siempre, «nadie podrá tener más de treinta años». Y tú, rebelde innato, indesmayable despreciador de las jerarquías, estabas a punto de superar esa edad.

Dígame, por favor, ¿por qué viajó el poeta a Europa? ¿Quién se lo aconsejó? ¿Qué era lo que esperaba encontrar? ¿No se dio cuenta que era una aventura demasiado peligrosa? ¿No hubo quien le dijera que antes que viajar tenía que curarse?

«Yo desaconsejé que viajara a Europa. Era una locura. Ahora debo llamarle un suicidio. Pero él se empeñó. Era muy caprichoso, como un niño cuando desea desesperadamente tener un juguete. Quería conocer París. Lo decía como quien está convencido de que se trata de un viaje al Paraíso. Parecía que estaba viendo la capital francesa que sólo conocía por postales y lecturas.  Daba la impresión de que su fantasía le hacía creer que todo el mundo cultural francés lo estaba aguardando con un entusiasmo desbordante, e iban a fabricar abrazos especiales para recibirlo junto a la Torre Eiffel, a la que él llegó a llamar ‘flor geométrica’. Ahora me siento culpable. Yo cubrí el precio del pasaje en barco. Me temía lo peor, que nadie le diera la mano, que lo recibiera una ciudad muda e indiferente, y eso fue lo que ocurrió. Se encontró no con una sino con muchas murallas de indiferencia. Sus consultas, sus solicitudes tuvieron la amarga respuesta del gesto despreciativo.» (Señor Amazonas)

¿Por qué abandonó Lima nada más salir de El Frontón y se fue a París? ¿Llegó a conocer a algún poeta surrealista en la capital francesa? ¿Llevaba cartas, direcciones, formas de encontrar a la gente que buscaba? ¿Era consciente del peligro que entrañaba viajar tan lejos de su país con una salud tan precaria?

«Después de meses de prisión, primero en Arequipa, después en la isla de El Frontón, donde el trato era brutal y debió contribuir  a destrozar aun más la salud del poeta, cómo no iba a querer estar lejos, lo más lejos posible. No sé si llevaba direcciones para encontrarse con poetas franceses. Dicen que en la Embajada peruana en París le indicaron que se fuera a España. Había euforia social. Se entendería mejor con esa gente, hablaban su mismo idioma, pensaban casi como él. Como no tenía sino monedas y un hambre descomunal, le pusieron en la mano el equivalente a un pasaje en tren y algo más. Él aceptó, qué le quedaba. Debió mantener la esperanza del retorno, pensar  que ya volvería a la ciudad de sus sueños. Que cuando eso sucediera recorrería todos los barrios que le faltaban por conocer. Hablaría  con Breton, Aragon, Reverdy. Peret y cuántos más. Estoy seguro de que no fue un golpe terrible dejar París, su convencimiento de que volvería pronto debió haber sido total. Era un soñador. Vivía sus sueños.» (Señor Marañón)

¿En su equipaje, que seguramente fue muy sobrio, se hallaba su poesía? ¿Llevaba algún ejemplar de su único libro publicado? ¿Su familia  participó en los preparativos para el viaje? ¿Lo previnieron de los riesgos de llegar a una ciudad donde no conocía a nadie? ¿Dónde se hablaba una lengua que él no había estudiado?

«No creo que llevara sus poemas. Su libro casi no existía en el año que viajó, lo había  distribuido él mismo y  los pocos ejemplares sobrantes los habría olvidado en uno de sus tantas huidas con la policía en los talones. No obstante esa peripecia, mantuvo el espíritu de poeta siempre, aun en los peores momentos, cuando la policía lo detenía y lo torturaba, aunque en esos años ya había dejado de escribir. Sólo pensaba  en las enseñanzas que había recibido de su maestro. En la igualdad de las clases sociales. En el reparto equitativo de la riqueza. Era obsesivo, era un delirante maravilloso. Lo decimos ahora que ya no está con nosotros, pero en aquellos tiempos hasta nos reíamos con frecuencia de él. Mencionaba muy poco a sus familiares. Debió haberse despedido de una tía, hermana de su padre quien estuvo también en París, pero nada más. La familia no lo entendía a él, y él no hacía nada por entender a su familia. La diferente interpretación de la vida era el gran muro que se interponía entre familiares y poeta, por eso casi nunca vivió con ellos, prácticamente ni los tomaba en cuenta.» (Señor Ucayali)

¿Cree que el poeta, abandonó esa condición en algún momento? ¿Convertido en un político, en un guerrillero, en el empecinado defensor de válidas causas, afloró en él una nueva y diferente personalidad? ¿Qué decía en los días previos a su partida? ¿Anunciaba que volvería? ¿O más bien se despidió para no volver nunca más? ¿Subió feliz al barco que lo llevaría de un océano a otro o se le notaba preocupado, nervioso, con miedo de lo que podría sucederle en Europa?

«No fui al puerto a despedirlo, algo tuve que hacer ese día. Creo que fue un martes cuando embarcó y yo lo vi y conversé con él el lunes. Soñaba despierto. Tenía un habla arrebatadora. Como si alguien le estuviera urgiendo para contar y responder a lo que le preguntaran. Aunque en realidad, no respondía a ninguna pregunta, decía lo que él quería que supiéramos los demás. Fantaseaba, bueno, siempre había sido un fantasioso. Hablaba de los poetas que iba a conocer, de las maravillas del cine que podría ver en Francia, de los personajes políticos de esos momentos. No daba la impresión de sentir pena por abandonar su país. En ningún momento mencionó que volvería. Tampoco que no lo haría. Toda su conversación era el pronóstico de lo que suponía o más bien quería que fuera su propio viaje. Mostraba una felicidad nerviosa, contagiada de algún vago temor. En algunos momentos interrumpía bromas y pronósticos sobre su viaje y divagaba sobre la necesidad de toda persona de ser identificada no por el nombre sino por un símbolo que representara  la conducta de toda una vida. No conseguí que me dijera por qué símbolo quería ser representado, decía frases inconexas sobre ese asunto, como si estuviese escribiendo un poema y no le gustara un verso, así que lo tachaba y escribía otro encima. Como siempre había sido así aunque ahora se añadía eso del símbolo especial, no le hacía mucho caso. Sólo tiempo más tarde  me despejaron la incógnita algunos amigos comunes, pero me dieron escasamente idea de los contornos, no del corazón del asunto, eso logré saberlo más a base de deducciones que de consultas. Y no estoy muy seguro de estar en lo cierto. Le  contaré mi versión otro día, ahora perdóneme, estoy muy ocupado.» (Señor Rímac)

¿Sabe si llevaba algún dinero para cuando llegara a puerto? ¿Cómo pensaba vivir en Europa? ¿Trabajando, consiguiendo una beca o esperaba que desde su país le mandaran, los amigos, una pensión mensual? ¿Y su equipaje, era escaso o voluminoso? ¿Qué contenía mayormente?

«No recuerdo haberlo oído  hablar  nunca de trabajar, ni en Lima, ni en Puno, ni en ninguna parte. El trabajo era un mundo al que él no pertenecía. Como aquellos que ven de lejos el mundo de las finanzas y no hacen nada por entenderlo porque en realidad les importa muy poco. Tampoco habló de becas. Respecto a lo que me pregunta de la parte económica,  lo único que me dijo fue que si podía dejarle algún dinero. Lo pedía con una simpatía algo exigente. Yo debí darle una libra, no creo que pudiera desembolsar más. Vivía de un sueldo de funcionario y no me podía permitir grandes dispendios. Tal vez algunos amigos le prometieran enviarle algo de plata. O quién sabe si el partido político al que pertenecía —desde mi punto de vista una locura— le había dado cartas de recomendación para políticos de allá. A ratos parecía un iluso, un muchacho que a pesar de todas las amargas experiencias por las que había transcurrido seguía divagando por el éter. Hablaba de la consecución de unos símbolos como si se estuviera refiriendo a lo sencillo que sería meterse un puñado de estrellas al bolsillo. Yo no entendía a qué símbolos se refería, y no se lo demandé para evitarme el discurso que vendría luego y que tampoco entendería. El equipaje no podía ser voluminoso, un poeta, un bohemio, un político  como él, qué equipaje podía tener. Una vieja maleta llena de ilusiones y cuatro trapos con que cubrirse.» (Señor Huallaga)

Aunque parece que iba feliz a Europa como quien se ha dado cita con su gran ideal, ¿no cree que algo de temor circulaba por sus pensamientos? ¿Él era consciente de que estaba muy enfermo, de que necesitaba tratamiento y no podía arriesgarse a un viaje a la aventura? ¿Usted acudió al puerto a despedirlo? ¿Lo vio subir las escalerillas del barco? ¿Lo vio en la cubierta haciendo adiós junto a docenas de otros pasajeros? ¿Qué deducciones hace ahora de lo que ocurrió ese día, en ese momento?

 «Creo que más miedo de lo que pudiera pasarle teníamos sus amigos que él mismo. Siempre fue una mezcla de valentía, inconsciencia, fantasía y nobleza. Pero reflexionando sobre lo ocurrido el día de la  partida y de lo que decía en los días previos a su viaje, me parece que algún mínimo temor podría tener. Pero más que miedos lo que recuerdo de su conversación era el fervor con que se refería a esa ciudad que parecía lo estaba esperando ansiosa, como una mujer enamorada, a esa ciudad que había sido durante diez años la de su padre, sus tíos, su abuela. No decía, tal vez ni le importaba, que en París la generación anterior a él se había gastado toda la fortuna acumulada por su abuelo en largos años. Sí recuerdo que tenía alguna tentación, que parecía ambicionar algo pero que prefería callarlo, o que sólo lo decía con medias palabras. No sé bien qué era pero me daba la impresión de que era algo de difícil acceso, como alguna de esas fantasías que él había escrito, ya sea pintar la luna de colores, o ver al sol leyendo la ciudad como si fuera un periódico y que él estaba convencido de que lo conseguiría. Continuamente nos sorprendía a los amigos con esos sueños que él parecía estar viendo y tocando con sus manos de poeta hambriento, mientras los demás éramos totalmente ciegos para ver lo que  a él le deleitaba.» (Señor Urubamba)

¿En sus últimos días en el Perú se le veía leyendo informaciones sobre Europa y sobre Francia en particular? ¿Tenía especial preferencia, en sus lecturas, por algunos poetas determinados? ¿Tal vez pidió a sus amigos que le dejasen libros de poetas franceses que no había podido leer en sus últimos años?

«Yo creo que usted no tiene ni idea de cómo era el poeta. El era como un hombrecito pintado de verde metido en un ambiente donde todos los demás están pintados de negro y blanco. Pero no quiero decirle con eso que nos hacía sentir la desigualdad de manera despótica. Era soberbio pero noble. Yo no recuerdo nada en absoluto de lo que decía en vísperas de ese viaje. Y creo que hizo bien en irse a Europa. El sabía que estaba sentenciado a muerte, sus pulmones no daban más de sí. Morir en Lima, casi a las puertas del presidio, una tontería. El ambicionaba la gloria, no era ampuloso para decirlo, pero se traslucía a través de sus palabras cotidianas. Y nada de santificarlo. Lo más lejos de la santidad, por eso seguimos amando su recuerdo. Tenía deliciosos momentos de verdadero sabido. Cuando quería era un magnífico actor desenvolviéndose en el papel de pícaro. Pero sin dañar a nadie. Respetaba al prójimo que no sabía respetarlo a él. Algunas veces lo noté inquieto, me di cuenta de que quería trascender en el tiempo. Muy humano, además. Y lo consiguió. Pero queda la duda de si intuyó esa gloria posterior o se fue con el amargor de que nadie reparaba ni repararía en él.  Pregunte por esas pinceladas pícaras a algunos que lo acompañaban siempre, y verá qué retrato le sale. Poeta y pícaro exquisito. En lo de político no intervengo. No me gusta ese camino y de él como político casi lo ignoro todo.» (Señor Majes)

¿Hubo miembros de la policía en el puerto el día de su partida? ¿Querían cerciorarse de que se iba lejos, muy lejos? ¿Tal vez pusieron algunas condiciones para que hiciera el viaje? ¿Sus papeles estaban en regla? ¿Quién se había encargado de todos los trámites, ya que él prácticamente era un inútil para ese tipo de tarea? ¿Había mujeres entre las personas que lo despedían?

«Yo no vi policía en el puerto. Tal vez habría alguno camuflado por ahí. Sí sé que las autoridades lo habían puesto en el dilema: o cárcel o exilio. Y el optó por el alejamiento. Calculo que tendría los papeles en orden, me refiero al pasaporte y a todo lo que se necesita para pasar fronteras. No obstante esos cuidados, se sabe que fue detenido en Panamá y no pudo continuar viaje en el barco en el que había salido del Callao. Nadie puede decir  con exactitud qué pasó después, cómo reinició el viaje, de Panamá hacia dónde se dirigió, con qué dinero compró un nuevo billete de barco. Sí es conocido que llegó al puerto francés de La Rochelle. Que luego aparece en París. Y termina en España. Final terrible, una cita con la desesperación, la angustia. Durante largo tiempo lo engulló el olvido, no fue ni un nombre, ni un poema, ni siquiera una letra. Ahora que se ha escrito algo sobre él se vuelve a ver su rostro sonriente, a escuchar su palabra de niño caprichoso y muchos piensan  en rescatar más momentos desconocidos vividos por el poeta. Ah, me ha preguntado si fueron mujeres a despedirlo, recuerdo  sólo a una, no creo que hubiese ido alguna otra, era una poeta y escritora. Creo que ya no escribe. » (Señor  Napo)

¿Alguno de sus amigos recibió carta del poeta mientras viajaba? ¿O tal vez, desde París o Madrid? ¿O una postal de La Rochelle? ¿O quién sabe, y conociendo su sentido del humor, una tarjeta desde Panamá donde estuvo encerrado en una mazmorra porque las autoridades del Canal lo creía fugado de su país y personaje peligroso? ¿Hablaba de su actuación política? ¿Rodeaba de misterio todo lo referente a esa su segunda vida, en la sierra peruana?

«Difícil poder responder a esas preguntas. Yo conocí bien al poeta, desde más o menos los veinte años. Lo frecuenté hasta l930, cuando abandonó Lima porque su enfermedad pulmonar era progresiva. A partir de entonces no volví a verlo. Desde aquel año que le menciono hasta que supe que lo habían traído preso de Arequipa no supe nada de él. Siempre lo recordaba pero nunca recibí una carta suya ni nadie me habló de sus actividades en la Sierra. Tampoco fui a visitarlo a El Frontón donde sufrió encierro, no era una excursión muy tentadora, y hasta podrían sospechar de quienes nos interesábamos por él. Pero sí estuve en su despedida. No creo que se comunicase con nadie por correo. Tal vez con el amigo que más lo protegió y que pagó el costo del pasaje. Pero sus bolsillos no estaban para esos adornos de viajero por placer. Lo suyo era el destierro, aunque él no se diera cuenta de la dimensión de la aventura asumida. Lo de Panamá lo sé pero muy mal, lo muy poco que me contaron y nada más. Creo que fue como un eclipse y un terremoto a la vez, pero que menos mal duró escasos días. En eso de que todo lo rodeaba de misterio, acierta usted. Aunque yo más que hombre misterioso hablaría de un ser que flotaba en el espacio. Mire, él tenía su universo propio, en ese universo no había sitio para el hambre, para el trabajo, para la violencia, era un mundo apacible, de verdadero poeta. Un Paraíso trazado a su manera. Por eso nos parecía misterioso. » (Señora de Perené)

Hay un vacío entre el momento en que llega a La Rochelle y el día en que embarca desde París hacia Madrid ¿Qué pudo haber pasado con el poeta en todos esos días que no debieron ser más de diez? ¿Qué hizo en París? ¿Vio a algunos poetas, visitó monumentos, se entrevistó con políticos? ¿Dónde se alojó? ¿Se encontró con paisanos suyos? ¿Sabía que Vallejo, con quien había coincidido en el Colegio Guadalupe de Lima, él como alumno, César como profesor, vivía en la capital francesa?

«Imposible saberlo. No creo que nadie lo haya sabido nunca. Posiblemente alguien hizo deducciones, cálculos y los escribió, y eso es lo que se conoce. Pero saber con exactitud cuándo llegó al puerto francés, cuándo y cómo se trasladó a la capital de Francia y cuánto tiempo permaneció en ella, la verdad no creo que se sepa. Aparte de que es dar paso a una curiosidad inútil. Lo que importa de ese viaje es el poeta yendo al encuentro con la muerte. Una verdadera lucha de ese hombre de treinta años por romper barreras y alcanzar esa meta fúnebre. Y cuando está a unos jemes de ella quiere desandar sus pasos, se resiste a entregarse a los brazos de la despiadada dama, pero ya no hay nada que hacer. Esto es lo único importante, o si quiere, lo más  tristemente importante. Referente al Cholo Vallejo, no creo que hubiese amistad entre ambos, aunque sí debían conocerse de nombre, sobre todo nuestro poeta saber de la existencia del de Santiago de Chuco, pero de encuentro entre ellos no se ha hablado nunca. No creo que lo hubiera. Mi amigo estaba agonizando desde que subió al barco, una agonía de por lo menos medio año, larga y horrible. Pero como vivía absorbido por unas ideas tan especiales que lo alejaban de la realidad, se daba cuenta de su situación en muy raras oportunidades. No obstante ese alejarse de lo cotidiano se notaba un tenue y extraño deseo de dejar una herencia literaria o de perennizarse a través de su obra o de su vida o de ambas.» (Señor Chira).

Se sabe que usted estuvo con el poeta en Madrid, ¿puede decir cómo llegó a esa ciudad? ¿Quién lo condujo al hospital? ¿Qué pensaba en esos días? ¿Si creía que se iba a curar o veía todo envuelto en una densa negrura? ¿Qué pretendía, qué decía? ¿Leía, pedía papel para escribir? ¿Se preocupaba de la política española? ¿Se sentía más poeta que político? ¿Pensaba en volver a escribir poemas o en asumir su comportamiento de miembro de un partido político? ¿Sabe usted algo de su obsesión por dejar una huella tras su muerte?

«Las pocas energías que guardaba las gastaba en maldecir el hospital en el que se sentía prisionero. Nunca antes lo había visto así. Era un poseso. Llegué a pensar que la política lo había transformado por completo. Más tarde descubrí que era la enfermedad la que trastornaba a mi amigo. El final se le estaba acercando pero él no lo veía aproximársele. Procedía como siempre, con ingenuidad de niño mimado. Me hacía recordar los días vividos en Lima. Sin un centavo en el bolsillo, sin un pan en la mano, y hablando de cine, soñando despierto con un poema, divagando sobre el valor de la poesía. El médico que lo atendía me confió que no tenía salvación. No quedaban esperanzas. Absurdo decírselo. Lo hubiese rechazado. Se habría puesto más furioso, habría maldecido también al médico. Era un ser especial, siempre había vivido encerrado en su mundo particular, todo lo veía desde esa región maravillosa que había construido su imaginación. Lo de leer y escribir era imposible. A duras penas podía incorporarse para tomar los alimentos y no creo que leyera periódicos como para estar al tanto de lo que pasaba en el mundo político. Me impresionó la dura batalla que estaba sosteniendo con la muerte. Lo de la poesía y la política ya no lo tomaba en cuenta. Y eso de querer dejar una huella, la verdad me resulta extraño, si en algo confiaba para pasar a la posteridad era en sus poemas, y tenía razón, es lo que ha perdurado.» (Señor Mantaro).

¿Sabe usted qué pasó después del hospital San Carlos? ¿Cuánto tiempo estuvo en ese lugar? ¿Quiénes fueron a visitarlo? ¿Cree que en esas condiciones pudo haber escrito por lo menos unos versos? ¿Dedicó algún momento para contar lo poco que había podido ver de París? ¿Si había tenido un encuentro importante ya sea con poetas o políticos?

«Sólo sé lo que he leído. O lo que me han contado. De ese hospital que él rechazaba porque debía parecerle como un monstruo que quería devorarlo, fue conducido a un sanatorio fuera de la ciudad. Lejos de Madrid. Y que durante veinticuatro horas se operó una rara metamorfosis en el poeta. Se sintió revitalizado. Se creyó totalmente sano. Dio gracias a sus dioses particulares del milagro. Se solazó mirando un cielo clarísimo como el de su tierra natal. Dicen que soñaba con algo, que quería algo que no había podido conseguir en Lima, ni en la Sierra, ni en ninguna otra parte. A ratos creo que eso no es más que pura fantasía de los amigos que lo rodeaban. Tenía sueños caprichosos. Era un bohemio delicioso, como un adolescente que confiesa entusiasmado lo que quiere ser de mayor. Pero no sé qué era eso que ansiaba con tanta vehemencia. Se inventan muchas cosas y como él ya no está entre nosotros se le pueden seguir añadiendo anécdotas. Tamice mucho lo que le digan. Tampoco sé si en Europa llegó a escribir algo, no lo creo, parece que ni su ánimo, ni sus fuerzas se lo podían permitir.» (Señora de Virú)

En ningún momento intuiste, tú, delicioso mago desentrañador de misterios, que tu meta no era París, que no era Madrid, que no iban a ser los poetas surrealistas o los de la generación del 27. Que tu verdadera meta, la que te esperaba ansiosa para abrazarte con fruición, para darte el abrazo eterno, era un pequeño pueblo castellano con un Sanatorio en lo alto de una pequeña montaña. Cuando escribiste: «En el muelle / de todos los pañuelos se hizo una flor», o sea diez años antes de tu partida con rumbo a Francia, qué lejano estabas de todo cuanto vendría después. Esos eran días en los que tu pensamiento cuasi infantil, como señalan quienes te conocieron, se entreveraba con las imágenes cinematográficas. En los que en vez de ver el tugurio que tenías por pensión en uno de los barrios pobres de la ciudad, veías París, Nueva York, Amberes, Madrid, y te veías a ti mismo rodeado de esos poetas a los que nunca habías conocido ni en foto pero de los que habías leído muchos de sus versos. En el momento en que zarpó el barco que te dejaría en Panamá, y no por tu propia voluntad sino por la de quienes siempre atormentaron tu vida, los esclavos de la jerarquía,  no hubo pañuelos agitándose en señal de despedida, ni esa hermosa flor que tales pañuelos podían formar. Tampoco hubo lágrimas. Tal vez algún gesto de resignación entre los pocos amigos que acudieron al puerto. Y sólo uno o dos de ellos sabían que tú ansiabas algo con vehemencia, que no se trataba de un capricho baladí, que era como la síntesis de tus dos breves vidas, la de Lima y la de la Sierra y no estaban seguros de que pudieras conseguirlo. No sé si les fascinaba, como a ti, tu idea, pero por lo menos algo de todo eso transmitieron.

 

Capítulo II

Le tuviste miedo a la locura, la locura de Lima, de la capital, que para tus años de adolescente fue como un monstruo que amenazaba tu seguridad. Tan poco acostumbrado estabas a ver tanta gente por las calles, o simplemente, a ver edificios de tres y hasta de cuatro pisos y tener que andar por tantas calles. La tranquilidad de la provincia se rompía en un santiamén. Ese nuevo mundo para tus pocos años te debió parecer como un encierro permanente en las garras de la pesadilla. Por eso quisiste escapar de este lugar que tanto te conmovía. Por eso escribiste: «Tuve miedo de ser / una rueda, / un color, / un paso». Querías ser tú, no lo que el destino quisiera imponerte. Querías ser poeta en singular no en plural. Diez años más tarde no te asustaba la ciudad, pero te llamaba con urgencia la provincia. Había muerto tu Maestro. Tu debilidad se acentuaba. La pobreza no cedía. Tu soledad era una muralla inmarcesible. Hacia dónde mirar, hacia dónde enfilar tus pasos. Hacia la provincia, junto al lago más alto del mundo. Que tus pulmones respiraran aire sin contaminación alguna. Que algunos familiares se encargaran de atenderte. Habías escrito a los dieciocho años: «Tuve miedo, / y me regresé de la locura». Te escapaste de Lima pero tuviste que volver. En l930 no escribiste nada, simplemente viajaste hacia tu ciudad natal.

¿Por qué se fue de Lima el poeta? ¿Por la muerte de su Maestro o eso fue simple coincidencia? ¿Se hartó de estar solo, de vivir en tugurios, de sus diarios ayunos? ¿Se sintió despreciado? ¿Le pareció que su libro 5 metros de poemas no había tenido la acogida que merecía?

«No creo que haya sido por una sola cosa. Sumó pobreza con pena, desastre con soledad, enfermedad con hambre, y, por supuesto,  en su memoria resonaban continuamente las palabras de su Maestro. Era como si éste le hubiese dibujado un plano con las indicaciones convenientes para hallar el tesoro. El poeta debía estar oyendo y hasta viendo, que el Amauta lo señalaba como la persona que tenía que hacer realidad todas las enseñanzas que había proporcionado a ese conjunto de jóvenes que se aproximó a él. También se mencionan las palabras de algún médico que le indicó la sierra como solución, pero él nunca prestaba oídos a quienes consideraba de otra raza, de diferente sensibilidad. Tal vez lo escuchó con atención y miedo. O con rabia y pesar. Nunca con resignación, esa palabra no existía para él. Escuchó, sopesó, debió pensar que sería un paréntesis de un año a lo sumo y se fue a la Sierra. Pero con el plano trazado por su Maestro en el bolsillo. A buscar ese tesoro que brillaba en las palabras del Amauta. Son deducciones.  Yo sólo hablé con él cuando ya había tomado la decisión de abandonar Lima. Mire, él reclamaba atención a su libro, pero también se auto castigaba calificándose de imbécil, claro que igualmente les decía zamba canuta a otros de su generación, y todo eso hasta lo publicó en un periódico que se llamaba ‘Rascacielos’, fundado por él y algún amigo. Su pasión por el cine lo llevo a admirar Nueva York y de ahí viene el nombre del periódico que le digo.» (Señor Junín).

¿Se le oyó alguna vez renegar de la poesía? ¿Confió alguna vez a alguien que estaba decepcionado de la poesía, de la literatura, de sus propios versos? ¿Manifestó no sólo pesar por la muerte de su Maestro, sino que estaba dispuesto a poner en práctica todo lo que el Amauta le había enseñado? ¿Así como no se sabía si soñaba sus poemas y luego los vivía o al revés, tenía actitud similar pensando en lo que le esperaba en la Sierra?

«Yo no le oí decir nada de eso. Aunque no era de los que lo frecuentaban asiduamente. Tal vez sufrió decepción por su libro de poemas, o alguien le hizo una crítica tan despiadada que le destrozó el mundo que se había inventado para cobijarse y ver lo menos posible el de los demás. Debo hacer una advertencia, no crea que él hablaba de su universo particular, eso lo decíamos sus amigos, y más ahora que cuando él vivía. Respecto a motivos para abandonar Lima, creo que el principal fue su salud. Lo más probable es que se sintiera muy mal. La enfermedad avanzaba y él seguía llevando la misma vida bohemia. Hacía todo lo que precisamente no tenía que hacer. Alguien le aconsejó que tenía que detener la marcha de su suicidio lento y, extrañamente, le hizo caso. O fue él mismo el que se auto aconsejó abandonar la capital. Por un momento salió de su refugio particular y se encontró con la más amarga de las realidades y eso fue lo que lo hizo huir de Lima. Siga preguntando, alguien puede saber la verdad en toda su extensión. A alguien pudo haberle confiado los motivos de su viaje a la Sierra. Yo no sé nada más. Elimine las conjeturas. Acepte  lo  que se pueda confirmar, aunque sea breve.» (Señor Ayacucho).

¿Pudo parecerle que la poesía era como un adorno solamente? ¿Qué escribir sobre el amor, el cine, las impresionantes metrópolis que no conocía pero que habían pasado a formar parte su mundo y  de sus versos, era algo superfluo? ¿Aceptado que su misión en la vida era otra? ¿Llegado a la conclusión, sin abdicar a su deliciosa condición de soñador, que el mundo esperaba otra actitud de su parte? ¿Qué era otro muy diferente el papel que le correspondía asumir? ¿En ninguna ocasión despotricó contra ese mundo ideal que se había fabricado? Como si de pronto hubiese descubierto que no valía, que ese escondite era una traición a la humanidad.

 «Nunca se sabía cuando soñaba y cuando estaba en la realidad. El no mentía, había quienes lo consideraban mentiroso, porque eran espíritus incapaces de entender las leyes de la imaginación. El imaginaba  situaciones, países, gente, y las daba por reales. Las transmitía a quienes lo frecuentaban con mayor asiduidad. Tampoco era un vago como algunos decían, simplemente no era partidario de que se tuviera que trabajar para poder vivir. Su estructura mental, su concepto de la vida era diferente al de la inmensa mayoría. Podía resultar aburrido, estúpido o desagradable para quienes estaban acostumbrados a la rutina, a la uniformidad de los días y las personas. Pero para quienes podíamos entender su  pensamiento era un ser encantador. Me resulta difícil aceptar que cambiara tanto. Que dejara los versos y se embarcara en la lucha política, pero la realidad se impone en este caso. El poeta arrió la bandera de ilusiones que hizo flamear en Lima, y mostró otra en la Sierra. Muchos opinan que a partir de entonces entró en terreno sólido, práctico. Yo no les quito la razón pero creo que el niño delicioso que muchos conocimos y que escribió preciosos versos siguió viviendo y debió emerger muchas veces en el camino del político. No le podría asegurar que cuestionara su propio mundo. Pero conociéndolo como lo conocía, no creo que lo haya hecho nunca. A pesar de su vida ilusoria tenía algún que otro objetivo, me refiero a metas. No sólo era cuestión de pintar la luna de colores. Después de la publicación de su único libro, él evolucionó mucho, descubrió que había otro mundo y fue muy decidido, a ojos cerrados hacia su encuentro.» (Señor Cajamarca).

¿Cuando se fue a su tierra dijo que volvería a Lima? ¿Se fijó un plazo para vivir en la Sierra? ¿Se refirió a las influencias de su Maestro? ¿Su libro había sido bien distribuido? ¿Le significó mayor estimación por parte de quienes lo frecuentaban continuamente? ¿El había esperado mucho más de la recepción de sus poemas?

«Sí, me parece que él habló de un alejamiento de un año. No decía que era por razones de salud, aunque todos lo notábamos así. Hablaba de asuntos de familia. Necesidad de estar presente en los diferentes pueblos donde tenía parientes. Nos confundía a todos con nombres de lugares, de familiares, de amigos, así como también con lo que pensaba hacer en esos sitios.  Lo del libro es un misterio para mí. Él vendió bastantes ejemplares antes de que saliera el libro de la imprenta. Vendía una opción para tener el libro cuando éste apareciera. Su gran problema fue el de siempre, la falta de plata. Qué puede hacer un poeta que no trabaja, que come mínimamente, que sueña todo el tiempo, y que tropieza con un impresor que no deja salir un solo ejemplar del libro mientras no se le abone el total de la factura. Esto para nuestro poeta era como amputarle un dedo de la mano derecha, como condenarlo a no leer más. Era un castigo equivalente a eso. Ése fue el motivo por el que se ingenió la venta de cupones que se canjearían por un ejemplar cuando se distribuyera el poemario. Y por el que sus poemas entraron en la imprenta en l927 y sólo circularon por las librerías limeñas dos años más tarde. Del Amauta le oí hablar algunas veces, lo hacía con fervor, o mejor diría, con unción. Estoy seguro de que cuando llegó a la Sierra ya tenía fabricado un nuevo sueño. Empezar una vida diferente. Cambiar casi por completo lo que había formado su vida anterior.» (Señor Cusco).

Se dice que usted está enterado de todos los pormenores de la historia del libro del poeta, ¿es eso cierto? Hay otro asunto nebuloso, el libro habría obtenido Portada libroun premio, ¿ese dinero sirvió para pagar a la imprenta? ¿Con el dinero que recibía anticipadamente a la salida del libro cubrió una parte de la factura? ¿O esos soles se evaporaron en otras cosas nada literarias? ¿Por qué publicó 5 metros de poemas, vanidad, deseo de mayor reconocimiento, ansias de tener una tarjeta de presentación?

«Estimado señor, le escribo estas líneas un tanto apresuradas porque voy a viajar. Espero que le sean útiles para su trabajo. El poeta, que fue muy amigo mío, decidió publicar sus poemas cuando menos me lo esperaba. Una noche vino a casa y me habló emocionado de la decisión que había tomado. No le pregunté si tenía plata suficiente para cubrir ese gasto. Solamente nos enfrascamos en la conversación sobre el curioso formato del libro que él había ideado. Se trataba de una especie de acordeón. No era un mero capricho, obedecía a su pasión por la cine. Lo que pretendía era que diera la impresión de un trozo de cinta cinematográfica. Creo que las pocas críticas que recibió el libro no reflejaron la intención del poeta. Tampoco nadie se fijó en que la extensión de esa tira de papel que formaba el libro medía cinco metros. Bueno, no llegaba, faltaban dos o tres centímetros, pero su intención era la de alcanzar los cinco metros. En cuanto a la parte económica sí me parece que hubo un premio de por medio, si mal no recuerdo otorgado por la Municipalidad de Lima. Se convocó un concurso y el libro de mi amigo lo ganó. Ese dinero debió ayudar a pagar a la imprenta. Posiblemente la plata reunida vendiendo el libro anticipadamente fue escasa y sólo le sirvió al poeta para reforzar su frugal alimentación diaria o para ir al cine que tanto le apasionaba. Yo ya no estaba en el Perú cuando el poeta pudo pagar el «rescate» y salió el libro de la prisión de la imprenta. Eso es todo cuanto sé de la historia de ese excelente y curioso poemario por su forma inusual. Pero lo valioso siempre serán los poemas por encima de formas y otros detalles vanguardistas. Releo la última pregunta que usted me hace en su carta. ¿Por qué se publica el primer libro, sobre todo si es de poesía? Porque se quiere exhibir ante un círculo de personas el grado de sensibilidad, inteligencia o cultura que el autor posee.  Y a eso no podemos llamarle nunca vanidad. Mi amigo no era vanidoso, tampoco modesto. A veces era vitriólico con algunos que fungían de intelectuales y en realidad no eran nada. Le prometo otra carta más sustanciosa más adelante. Cordialmente.» (Señor  Ancash).

Está comprobado que el poeta abandonó Lima para tratar de recuperar salud en la Sierra y concretamente en su Puno natal, ¿pero, también para convertirse un activo político? ¿Cómo se produjo esa metamorfosis extraña en la que un poeta que divaga por el éter como un maravilloso cometa de pronto cambia esa vida por la de un abnegado y valiente luchador a favor  de los menesterosos? ¿Cómo se entiende que el joven lírico cierre la etapa de los sueños y se lance por los caminos de la dura realidad que es la de la política activa? ¿No tomaría esta nueva actividad como un encantador juego en el que sólo cambiaba el color y en algo las formas con respecto a su anterior juego, la poesía?

«Preguntas complicadas las suyas. No estuve tan cerca de él como para saber qué pretendía hacer en la Sierra aparte de recuperar la salud y visitar a sus familiares. Supongo que antes de ese viaje ya tenía un esquema, aunque mínimo, del comportamiento que se disponía a asumir. Como también, y esto es sólo una elucubración, que si se hubiese quedado en Lima ese comportamiento  político también lo hubiese desarrollado en la capital. Ahora bien, analizar cómo se produce un cambio tan radical, y sobre todo, dar opinión al respecto, ya es tarea más complicada. Lo fácil sería decir que ese muchacho bohemio era capaz de cualquier locura. Pero no tildemos de locura lo que hizo en el campo de la política. Hay quienes lo señalan como un inconsciente porque no miden el valor que desarrolló para cumplir su papel de activista y para saber enfrentar a la policía que lo tenía marcado y lo metía a la cárcel a cada momento. Me atrevería a decir que si bien se produce un impresionante cambio en mi amigo, sería mejor indicar que lo que pasó fue que el rostro del político, que le fabricó su Maestro, emerge cuando se da cuenta que con la poesía no puede hacer lo mismo que con las arengas o los panfletos  y se antepone al rostro del poeta pero sin eliminarlo. El poeta subyace bajo los mítines y los discursos. Ësta es la verdadera belleza de ese hombre. Y en ambos campos se comporta con un frenesí impresionante. Asumió su tarea de lírida como un fanático. Desempeñó el papel casi de guerrillero aunque sin armas, como un vehemente. No era presumido, aunque alguna vez lo encontré mirando vitrinas con ropa de hombre. Le gustaba ir elegante, pero su deseo estético se hacía trizas al confrontarse con sus exiguas condiciones económicas.» (Señora Moquegua).

¿Hay algo así como una incongruencia en la actividad que desarrolla en el sur del Perú, concretamente entre los Departamentos de Puno y Arequipa, él que detesta la jerarquía la acepta al pertenecer a un partido político? ¿Fue realmente así? ¿En la Sierra se produce el despertar a la realidad de un hombre que ha estado viviendo con los cinco sentidos atrapados por el encanto de la poesía? ¿O por el contrario se comportó como un francotirador a pesar de que el partido tratara de imponerle su disciplina?

 «Más que de un francotirador hablemos de un libre soñador. También cuando le llega el momento de la política el poeta lo cumple soñando. Claro que asume el compromiso de miembro de un partido político y llega a un cargo bastante alto, pero eso no impide que a veces flote por el firmamento y diga y haga cosas que debieron dejar patidifusos a sus amistades. Lo que es imponente de su actuación es la vehemencia con que interviene en los mítines y el arrojo para hacerlo sabiendo que la policía está detrás de él. Hay una ingenuidad deliciosa en ese comportamiento. Él no funciona con estrategias, actúa con una espontaneidad escalofriante. Es eso lo que tiene que analizar de su personalidad. Él es un poema o sus propios poemas, que se lanza a la lucha por una determinada causa. Para entenderlo mejor, digamos que de lírico pasa a épico, pero sigue siendo poema. Mire, le voy a confiar algo que cuando se lo oí decir no le di mayor importancia, y creo que no lo he comentado con nadie. Un día me dijo como si estuviera viendo discurrir ante sí una colección de hermosos ángeles, que necesitaba un cofre para guardar todas sus sensaciones. Eso fue antes de que publicara su libro. Y cuando salió de El Frontón y ya preparaba su viaje a Europa, le oí otra frase de las que no se olvidan: tengo el álbum de las mayores injusticias del mundo. Mucho después he reflexionado sobre esas dos frases separadas por casi dos lustros. Y allí hallo las influencias de su paso de un estadio a otro. De la poesía a la política.» (Señor Tacna).

Hay un hecho muy curioso, cuando el poeta vive en Lima, está casi solo y su alimentación es deficiente o casi nula. Cuando vive en la Sierra, tiene familiares en cuyas casas vive y se alimenta con toda normalidad. La pobreza total de Lima lo conduce a la poesía. La normalidad de vida a la política. ¿Lo ve así? ¿Cree que ese cambio de vida ayuda a que el poeta vea las cosas de forma diferente?

«No, el que en una etapa de su vida no tenga ni para comprarse un pan. Y que en otra posterior pueda alimentarse con normalidad no creo que haya influido en absoluto en el comportamiento de mi amigo. Un ser como él tomaba las cosas en su totalidad, quiero decir o todo o nada, no términos medios. Él en Lima, y ya antes de llegar a Lima, escribió poemas.  Se reunió con poetas. Soñó con conocer a poetas franceses y españoles. Vivía bajo esa obsesión. Cuando va a la Sierra traslada su  gran emoción a la política. No escribe versos, los construye cada día en la calle, en la prisión, donde sea. Y siempre con ese fervor incontenible que ponía para todo lo que hacía, hay quienes lo califican de inconsciente, estoy convencido de que se equivocan. Hablemos de inocencia, puerilidad o ingenuidad, pero no de inconsciencia. Tampoco estoy de acuerdo con quienes lo quieren elevar a los altares de la pureza. Cierto que él era el propio verso, la encarnación de la poesía, pero también el pecado, los más hermosos pecados, versos encantadores con esquinas deliciosamente pecaminosas.» (Señor Huánuco).

¿El poeta llegó a ser el personaje más significado de su partido, por lo menos en la zona donde residía, o es que al actuar con esa frescura tan propia de él se le notaba más que a los otros? ¿Cómo es posible que en tan poco tiempo fuese detenido por la policía tantas veces? ¿Y cómo pudo ocurrir que se ensañaran contra él, lo torturaran y lo encerraran en El Frontón, con los presos políticos más peligrosos? Y otro asunto, ¿sabe usted si es cierto que pretendía eternizar su nombre a través del tiempo? ¿Y cómo pensaba hacerlo, con sus poemas?

 «Mire, no haga mucho caso de la anécdota, ni de episodios que determinaron su prisión. Aceptemos simple y llanamente que cayó en las garras de la policía. Que esto ocurrió en Arequipa durante un mitin político de un partido que no era el suyo, y, nuestro amigo, actuó como poeta, no como político y con su obstinación de siempre. Se metió a replicarles a los del otro partido. La policía detuvo a una gran cantidad de manifestantes de ese partido y a él porque estaba en ese lugar y, además, en la lista negra. No se cuidaba en absoluto. Mientras todos los demás trocaban color y forma para pasar desapercibidos él se mantenía firme en lo suyo yendo a todas partes a cara descubierta. Nada de maquillajes, nada de evasivas. Así era él. Así se comportó en prisión, aguanto castigos pero no abrió la boca para delatar. Bellas páginas poéticas las que construyó con su comportamiento, tan bellas como las de su breve poesía. Lo último que me pregunta me resulta de difícil respuesta. Acepto que quisiera dar unos ejemplos tanto de poeta como de activista, pero nada más. Eso de querer eternizarse no lo había notado. Algo que yo recuerdo y que se comenta poco es que él  no creía en la existencia de la felicidad. Una vez me dijo: el mundo será feliz cuando las flores suban a la altura de las estrellas y se abracen a ellas. Pero luego se rió de su propia frase, como dando a entender que eso no sucedería nunca.» (Señor Loreto).

¿Existe la más completa seguridad de que no escribió nada mientras vivió en la Sierra? ¿Se conocen artículos políticos firmados por él? ¿Algún discurso, algún manifiesto? ¿No es muy extraño que se apartase de manera tan rotunda de la poesía? ¿Y desde la Sierra no escribió a ninguno de sus amigos de Lima?

 «Se han encontrado algunos poemas inconclusos suyos, pero inferiores a los de su único libro o a los que publicó en revistas limeñas. No creo que le dedicara mucho tiempo a la literatura en los cuatro o cinco años que vivió en la Sierra. Tenga en cuenta que estaba convencido de que las enseñanzas del Amauta, su Maestro, eran lo más válido de su acervo cultural. Que esas lecciones eran como si le hubiesen puesto una lámpara en la mano que le estuviese iluminando, constantemente, su camino. Aceptado eso, se tiene que pensar que el poeta siguió latiendo pero que su poesía la producía de manera diferente. No creo que volviera a ilusionarse con la publicación de un nuevo libro, ni con críticas que hablasen bien de él. Eso, posiblemente, resurgió cuando decidió viajar a Europa. Entonces renació el de los años veinte, el autor de Cinco metros de poemas y el que iba todas las noches a la Universidad de San Marcos a leer  libros de poesía o revistas europeas en las que se publicaba a los modernos poetas de esa época. No obstante he de hacer hincapié en que ese reflorecimiento del poeta no significó el desafuero de su personalidad política. O sea que cuando viaja a Francia, las dos vertientes más destacadas de su yo se hallan conviviendo en la misma proporción.» (Señor Lambayeque).

Cuando llegaste a Lima siendo un jovenzuelo de quince años te asustaste de la gran ciudad en comparación con tu Puno querido. Sentiste el miedo a convertirte en «una rueda» (¿la de un automóvil?). «Un color», (¿el rojo que tanto te obsesionaría después?). «Un paso» (¿el que te llevó de la poesía a la política?) y escribiste sobre esas cuitas que te persiguieron. Cuando emprendiste viaje a Europa es posible que recordaras y repitieras unos versos tuyos de cuando apenas tenías dieciocho años y que hablaban del horror que te significaba el cambio de ambiente, el negror que te perseguía y la ninguna puerta hallada para poder escapar de esa situación. ¿Y cuándo volviste de la Sierra a Lima? ¿Cuándo la policía te trajo esposado y te metió en un horrible calabozo como los de la Edad Media, qué pensaste? ¿Quisiste escribir en las paredes de tu celda y con las uñas algún verso que pudiera representar tu drama de esos momentos? ¿Y cuando el barco en que viajabas había dejado atrás el continente americano y subía hacia el mar del Norte, te sentías libre? No llevabas contigo la esencia con la que venías soñando, ¿pero todavía creías posible conseguirla? ¿Qué pretendías simbolizar? ¿Qué impresionante dimensión la que otorgabas a ese símbolo? ¿El sinónimo de la felicidad o eso no entraba dentro de tu pensamiento? Tal vez en esos últimos días de travesía te acompañaba un ánimo similar al que tenías cuando escribiste «El film de los paisajes» o «New York», y estabas convencido de que el Arco del Triunfo, Montmartre, la Torre Eiffel, todo París se inclinaría ante ti. Envidiable optimista convencimiento para quien como tú no hacía sino escasas  semanas que había abandonado las mazmorras en las que estuviste cautivo.

Continúa...


© 2005, Carlos Meneses
Escriba al autor: [email protected]
Comente en la Plaza de Ciberayllu.
Escriba a la redacción de Ciberayllu

Más ensayos en Ciberayllu.


Para citar este documento:
Meneses, Carlos: «Retrato de poeta», en Ciberayllu [en línea]


602/051023-1