La poesía de Domingo de Ramos y Pastor de perros
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César Ángeles L. |
El viaje... primer encuentro
(fragmento final)
II
Llovizna
de otoño Se descorre el día con sus criaturas eléctricas
frescas
radiaciones manaban de las paredes de los bronces de los troncos el parque...
La
pólvora que se enciende como una calabaza en los cerros
aroma
y muerde la madera dormida de las bancas
La
avenida (nemorosa visión del caos contra las calles puras y solitarias)
donde
soñolientos paseamos la bajeza del cielo
algo
grasientos y humorosos mientra el rumor del gentío
nos
ahoga hasta taparnos la boca del estómago
y
arrojar arrojar lo sucio inimaginable de la noche que se avecina
que
nos atrae a sus ojeras a sus oscuras azoteas a su sagrada floración
que
nos desnuda los pulmones
y el trozo
de fuego que nos llevamos a la boca
navegamos
madurando las formas del asalto
agazapados
bajo un toldo de agua y colectores de basura
pasa
uno pasan dos y saltaron las puntas como una cicatriz elástica
sobre
la espalda entrecerrándonos los ojos
como rasguño
de chaira deslineando la calva calma del estanque
desfalleciente
las piernas se doblan sobre un charco de grasa
un
hilillo albo corre hacia los huecos y una sarta de filtros
cae
sobre la noche bajo el dulce resplandor de las luciérnagas
más
allá nuestras mentes turbulentas confluyendo con el viento
que se
inclina en el mar y en el pecho que vuela devorado por la luna
Rosa y
verde son las calles y sus bombas
con
perros empalados al inicio del crepúsculo
berridos
subterráneos con remezones rojos y negros
bajo
un fango de vidrios relucen los miembros blancos
de las
torres tranquilas Mostaza y orín
Fríos
goterones grasientos resbalan sobre estas piedras aromáticas
que
nos llegan como ombligos y serpientes que nos perforan
y nos
llagan que nos limpian de estas ramas que crecen inexplicablemente
en las
axilas a una incierta temperatura de las cuatro
mientras
presurosos y desconfiados gatos se alejan
carros
y triciclos vagan fantasmales por el asfalto
y
entre magros edificios se eleva el Humo
tropezamos
con fronterizos vigías y tranqueras eléctricas
pasivas
fieras que aguardan el día para huir y dejarnos
caminar
solos contra la marea
por
las esquinas abordadas y repletas de cuerpos sudorosos
la
calle se hinca a la hora de la imagen
profanos
negros danzan sobre el manto morado
frente
al templo pasan las rezadoras de octubre
interminables
con sus gruesos cirios alumbrando el paso redoblado
de la
muchedumbre profusas y cínicas lágrimas caen en las túnicas
como
una columna de cera se derraman sus pies al amanecer
oliendo
a cieno a hierbajo puro
Avanzamos
con los pies morados y la cabeza caliente
con el
pecho abollado y el color de la bandera
de los
que jamás vuelven incomprensiblemente del miedo
de
aquellos que hacen parajes en los pueblos
con
sus días inexplicables y su mutismo sanguíneo
de
piedra y plomo quebrados por rodajas candentes
cortando
campánulas de humo con esos ojos
que
allanan los profundos cuencos de los topos
y nos
detuvimos bajo la cruz del cerro Hora del contacto
de
estos billetes que serán dados a cambio del Humo
el
Pastor nos llama para estar reconciliados con nuestra angustia
oh tú
que tomas el timón del vuelo nítido y sabio
condúcenos
por estos caminos para estar tranquilos y aparejados
con la
brisa marina idénticos como un país en ciernes
anochecidos
y abrumados sin más señal que tenues brasitas entre los dedos
A la
bajada sueltos como botadura de un sueño
el
Pastor y sus perros nos envuelve en una larga conversación
arisco
ininteligible paciente nos invita
a la choza
de la Tía donde todos lo abrazan y los perros esperan
hay
algo bajo el efecto de la bebida que los emparentan
zamboshijos
chinocholos noteconozco santos y beatas pintadas de coloretes
cuarterones
quinterones grifos sacatrás sebosos íncubos desnudos
el
Patrón del infinito vírgenes del acasito octavones y melchoritas
el
Señor de la vela y de la paja
y en
medio el pastor proxeneta el repartidor de claveles
el que
nunca acaba como una ola de fondo
que no
sabe qué arrastra si una ciudad o una invasión
o nada
rodeado de perros y hermosas perras haraposas y violentas
resuelto
y altivo en sus palabras hay otra voces otras sombras
que se
colisionan que defecan se desaliñan al instante que se abisma
sobre
una almohada de clavos y se desuella el cuerpo como cascajos
y
sentimos el suelo como corredores de plumas
o
cuchillos como pájaros tajándonos las piernas
Es
el fin Es el comienzo de las desfiguraciones
atrás
están los rayos los temblores los ekekos borrachos
los
ángeles levitando con sus esqueletos desprendiéndose entre las llamas
perros
apocalípticos racimos de credos carniceros seccionando repollos
genios
y madrastras rodando el mundo grutas de incienso y mirra
abovedando
el cielo salino espiritistas y chamanes thimolina
y
agua de rosas flores y cartuchos de hostias cántaros fundiendo el rostro
de
la zozobra la avaricia de un sueñohalcón rasgando las altas copas
de
donde se empieza o se acaba como el filo del hacha
siempre
un comienzo siempre un final
una
nueva choza nos protege
una
nueva estación donde pasar las noches
con
una llovizna diáfana un agosto tranquilo lejos de septiembre
con
sus viejas horas cayéndose a pedazos
sin
ninguna referencia de volverse atrás
sólo
el gentío en un bloque de sal corroe el camino
y barridos
por un viento que presagia esta dicha o desdicha
de
volcarnos año tras año con toda nuestra escuadra
brutos
por el Humo quemándonos bajo la suave ala de la noche.
(de Pastor de perros)
De la madre
Bendijese
oh sí el altar de este catre desnudo
Allí
entre velas que calentaban las arrugadas manos de la madre
Vacié
todo mi aliento y sobre un puñal de cenizas recordé
La
nervuda arena que entraba hasta taparme los pies
torciéndome
en un lado diurno y otro oscuro en esta pared
de
esteras como plástico barroso que el invierno apaga
y me
hablasen de aquella que sobre el polvo me ha hecho
Ella
que transida bajaba ululando su tordilla cabellera
por la
pendiente haciendo trazos torpes por el peso de la tardanza
O por
el sol lastimando sus pómulos su frente sudorosa
Como
creí verla al ser arrojado sobre unas sábanas
blancas
que amortiguaban mi caída En ese lejano
sembrío
de viñas y yo como un recién llegado recibí
estos
ecos como si me aserrase el pecho lentamente
entre
el rumor de los primus y voces que se cuelan
y hachan las
sombrosas telas que aún apañan las hendiduras
del
tiempo y ella se levantase y yo en el sitio donde no debo
y me
dijese como un arrebol curtido racha y silente
con que
me despierta y aún cegado por lo inesperado
me levanto
a tientas a danzar alrededor de su falda
y ella
cavilosa y runa contempla el paisaje
donde
dirigió su rostro limpio hacia todos los aires
!Oh ya no será más el aceite tierno
de las madrugadas violáceas
ya no
seré el hijunagramputa que se incendia falcado
en su
regazo y me abrace con su chompa podrida sus cerezos
sus
agujas su jardín metálico en que el padre se arrecuesta
como un
ocaso mi arrobamiento ante sus palabras necias y dulces
como
machacados ajos me llega su llanura sus manos
sus
consejos escayolados sobre mi mente que se acrece y se arruga
en
tiempos en que me devoran estas faenas impuras y sangrientas
que
partían mis noches oh la oscura y china noche como diría
el
padre al cerrarse el bar al borde del estribo
una
mujer como el día me golpea en la nuca y yo quisiera
al
voltear mi tristeza en su tristeza
y
bendijese oh sí el altar de este catre desnudo me dé
su
inextirpable sonrisa que me azula.
(de Pastor de perros)
La cena de las cenizas
(fragmento)
Dormí así y traspasé el clima de mi vida
con
una mujer de labios impresionista que ha retorcido los ejes de este cielo
amanerado
que ha
guíado mis labios a su epicentro a ser
manchas balbucientes y cuando quise subir
por sus
rampas la ciudad se desvaneció y quedó un cúmulo de nombres conchos y necróforos
salvajes
saltando desde las llamas
Perverso mes de
leopardante luz bajo sus zarpazos pienso y pierdo metros de películas
¿Ser o no ser? Los actores sienten un
terror primitivo Renuncian y Altamira agoniza Es entonces que me siento
dios e interpreto y dirijo como un Orson
Welles a los espectros que mi mente mueve como moviolas
sobre la tela negra de esta historia que
termina de cuyas cenizas son mis ojos porque mis ojos no ven más
que
ciudades hostiles y aldeas sucias Reinos de bonzos Vertebradas maldiciones Marejadas campesinas
en los chichódromos en los salsódromos en los
hipódromos la rancia multitud hueca que a las 5 estallan
girando en los
espacios sus roncos alientos oliendo a condones a animales desconocidos
justo en el crepúsculo que bardaban sus
catres en silencio
Esto era yo a lo largo de la calle central
oyendo canciones que ya nadie conoce Los muchachos del barrio
navegan en sus
ciberespacios compran todo aquello foráneo a sus corazones y yo vuelvo los
ojos
a esos ligeros virajes a los que me
aferraba cada vez más viejo y menos sabio pero más altísimo
valveneando como trozos de papel en la
llanura y llegaba sombrío arrellanándome en el sofá polvoso
mirando en la tv. mi enemiga imagen ya no
la casta de mis abuelos ni mi descendencia migrada
sino
otros colores otros sabores que no se parecen a un caucau con tallarines
Confusión
¿Seré una
procrita casta? ¿De ellos me recaeré como una vieja utopía? ¿Será esto un
honor o un sacrificio?
Basculaba mi alma como una pluma arraigada
en el aire Arcaicas son mis palabras
y desconozco las playas de Pompeya como
ahora veo Altamira barro volcánico y escenas campestres
tiznados de lenguajes caóticos como corre
el agua ante el verdor derrotado de sus pastos
(...)
¿Dónde están los demás? Calles con perfume
de cantinas y boticas ahora chamuscadas por la sal del verano
Doblo hacia el centro Cuevasanta me espera
bajo los tilos sin hojas Orinientas paredes como muelas de
mula se inclinan a mi paso Al fondo veo la
endentadura de sus iglesias y giré hacia mi pasado
cuando pobladas
sendas llenas de almas sumisas se tropezaban torpes y mareadas por el olor del
tocuyo
y el ram ram de las mujeres en flor y yo
yéndome con mi quimingo a la escuela fisgoneado
por sobones y maestros donde entro y salgo
de una infeliz historia Ocaso repollo ocaso ya no hay
memoria y horneo la tierra plasmo vasijas
para las lluvias y la desolación de un puñado de elefantes
con plantaciones locas e ilusiones y
aluviones que vienen por mí Oh el norte no es un buen lugar
para morir La plaza es un desierto
amotinado La niebla azogaba las piedras y se hace añicos su época
dorada como mi vida cuando era un obrero
despedido y fatigado mientras voltejeaba las cometas
incoloras e inmerso en el silencio mestizo
de sus playas de sus mercados tiempos con música
de grandes telenovelas Ahora Altamira yace
en su tumba de estiércol y moco pero YO por el ser
el único sobreviviente sin pereza sin
avaricia sin gula sin desprecio sin orgullo sin lujuria
sin traición sin patria armaré tu caos como
un sueño de cachina arrancado de cualquier camino
y con gozozo afán de verdad dirigiré mi
destino como ebrio policía de tránsito
Oh si volví casi quebrado atravesado
cortado por un farol alejandrino
y dudé de lo que hice dudé como un
condenado faite dudé del Supremo como Nazarín
dudé y dudé más
Oh si se rompiese estas tierras
Oh rocas
Oh espesura
Hasta cuándo?
(de Las cenizas de Altamira)
* * *
© 2001, César
Ángeles, [email protected]
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