Entrevista a Frances Aparicio sobre los estudios culturales latinos.
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[Ciberayllu]

Juan Zevallos-Aguilar

 

¿Cómo explicas la tensión entre posiciones integracionistas y aislacionistas en los estudios latinos?

La tensión a la que tú aludes en tu pregunta es precisamente aquella producida por la posición de intersticio que ocupan los estudios latinos. Es decir, algunos profesores hemos sido entrenados como latinoamericanistas, mientras que muchos otros, en particular los chicanos, han estudiado la literatura chicana dentro de la tradición de la literatura estadounidense. Latino Studies pertenece a ambos espacios pero a ninguno en su totalidad. Lo positivo, sin embargo, es que el campo se nutre de diversas perspectivas y que los estudiantes pueden estudiar los mismos textos y reconocer las intertextualidades significativas que serían diferentes en cada disciplina y contexto cultural. La multiplicidad de posicionalidades culturales, pues, enriquece a los estudios latinos, tornándolo asimismo en un campo muy complejo y vasto.

Sin embargo, como mencioné anteriormente, lo interdisciplinario es más un ideal que una realidad académica. El campo de estudios latinos es más multidisciplinario, es decir, una amalgama de las contribuciones individuales de profesores desde varias aproximaciones. Es la suma de todas las disciplinas y del trabajo que se enfoca en un grupo nacional. Hay una gran necesidad de más trabajo comparado y pan-latino, lo que no es tan fácil de lograr, pues cada grupo nacional tiene toda historia, tradiciones, y bibliografía multidisciplinaria bastante extensas. Ahora bien, en cuanto a la intersección con las teorías culturales, el postestructuralismo, la cultura popular, y la nueva historiografía, es obvio que el campo de estudios latinos ha sido uno de los espacios más importantes en el desarrollo, aplicación y cuestionamiento de dichos marcos teóricos.

Existe el reconocimiento general de que en el campo de los estudios latinos se están dando formulaciones teóricas muy interesantes que permiten estudiar cuestiones de subjetividades en relación a las variables clase, raza y género. Por ejemplo, ¿podrías glosar en qué consiste el concepto de «frontera» y qué aspectos de la realidad contempla?

Creo que la teorización y el desarrollo del concepto del sujeto fronterizo y de la identidad híbrida han sido una de las contribuciones más significativas del campo de estudios latinos a los estudios culturales. La frontera, como concepto cultural y como metáfora de la experiencia bicultural, ha sido utilizada desde los años 60 y 70 por escritores y críticos chicanos y puertorriqueños. Por un lado, el estudio de la frontera como entidad geográfica, social, material e histórica ha precedido al empleo metafórico de la misma. Por otro, la conceptualización de Gloria Anzaldúa en su libro Borderlands/La Frontera de este espacio geográfico como metáfora de cualquier experiencia bicultural o multicultural, impulsó el empleo del término más allá del campo y preparó el terreno para el análisis del sujeto fronterizo o sujeto híbrido en los estudios norteamericanos, afro-americanos, en Europa, etc. Como suele ocurrir en el proceso de apropriaciones y reescrituras por los espacios dominantes, la frontera deja de ser un espacio real y metafórico desde el cual se examina la violencia subyacente en los intercambios interculturales y en la historia de colonización entre los Estados Unidos y México, o entre los países del primer mundo y del llamado tercer mundo. La frontera, en los Estudios Latinos, funciona como esa «herida» entre ambos mundos que Anzaldúa propuso como imagen de la violencia colonizadora que da lugar a la hibridez cultural, o como símbolo del proceso de inmigración, o como base conceptual para el análisis de la americanización de la familia a través del cuerpo de la mujer latina, o de la supresión del español como lengua nacional, en fin, como ícono del dolor, lo afectivo, y de las repercusiones materiales, sociales, culturales y personales que conlleva dicho movimiento de una cultura subyugada a la otra dominante.

Es interesante distinguir el uso de dicho término según ha sido utilizado por intelectuales dominantes y por los minoritarios. El uso hegemónico tiende a diluir el aspecto colonial y de violencia cultural que se constituye en el sujeto fronterizo, presentando una visión mucho más ideal y armoniosa de la experiencia intercultural, universalizando el sujeto fronterizo. Por contraste, los estudiosos latinos hemos enfatizado lo que en nahuatl se llama nepantla, esa experiencia de vivir entre dos culturas, no siempre como víctima, pero tampoco totalmente libre como agente cultural o sujeto de la historia. A raíz de toda una tradición discursiva dominante que nos ha construido como víctimas, sin poder o agencia, o como invisibles, sin identidad, la producción académica latina ha tratado precisamente de ofrecer una perspectiva alternativa, en la cual los latinos, como sujetos fronterizos, no sean un sector homogéneo, sino una entidad múltiple cuyas ideologías se negocian constantemente, tanto consintiendo a las fuerzas hegemónicas y a las estructuras dominantes, como resistiendo, oponiéndose y produciendo cambios sociales en diferentes niveles sociales, produciendo nuevas y complejas posicionalidades del sujeto. Hoy día uno de los aspectos más interesantes en este contexto es el surgimiento de los latinos híbridos, no tanto en el sentido en que Néstor García-Canclini estudia la hibridez, sino más bien como identidades pan-latinas o interraciales. Este sector está articulando nuevas posiciones intersticiales que antes no habíamos podido teorizar pero que hoy día reflejan el resultado de los nuevos patrones demográficos y de la redistribución de los grupos latinos dentro de los Estados Unidos.

Ahora bien, la re-escritura del concepto de la «frontera» ha tenido repercusiones muy positivas como, a la vez, colonizadoras. En el campo de los Estudios Norteamericanos, este concepto ha posibilitado un conjunto de transformaciones del canon literario y del corpus crítico que está cambiando lo que se estudia y define como «americano». Ha abierto las puertas a los estudios de las Américas, precisamente lo que José Saldívar propuso en su libro, y lo que hoy día se evidencia en los artículos de Suzanne Oboler, Arlene Torres y otros estudiosos que integran el análisis de los procesos de racialización en América Latina como en los Estados Unidos norteamericanos.

Asimismo el concepto de «frontera» ha viajado a través de los deslindes disciplinarios con muy poco, o ningún reconocimiento sobre las contribuciones teóricas del sector latino dentro de este contexto. Una mirada minuciosa a las referencias bibliográficas de muchos estudios posmodernos, poscoloniales y de estudios culturales que examinan al sujeto fronterizo en otros contextos nacionales revela que se cita muy poco, o nunca, el trabajo de los académicos latinos pero sí se privilegian los textos de los teóricos hegemónicos posmodernos y poscoloniales, aun cuando ellos sean también minoritarios o «étnicos». En este sentido, el empleo del concepto de «frontera» y su circulación académica han duplicado, en parte, las condiciones coloniales que seguimos confrontando los latinos como sujetos minoritarios.

¿Cuál es el status que tienen tanto las producciones culturales de las «minorías hispánicas» como la producción de conocimientos sobre ellas en la sociedad norteamericana? ¿Cuál es el canon de la literatura y otras manifestaciones culturales latinas como el performance, etc.?

Las producciones culturales de las minorías de descendencia latinoamericana en los Estados Unidos son muy diversas en cuanto a su visibilidad y aceptación dentro de la sociedad anglo dominante. Hasta 1988, podríamos decir que el periodismo norteamericano no nos había «descubierto» como sector cultural. En dicho año, se dedica un número de la revista Time a representar las contribuciones de los latinos a la sociedad norteamericana. El título de la portada, «Magnífico: Hispanic Culture Breaks out of the Barrio», implicaba, pues, que las producciones culturales asociadas con la clase obrera y con el «barrio» no eran obvias ni significativas. Cuando se diversifica la identidad socioeconómica es posible pasar al centro y a los espacios dominantes. La invisibilidad, pues, ha caracterizado a la cultura latina estadounidense, aunque hoy día la presencia y visibilidad de los latinos en los centros urbanos como Nueva York, Miami, Houston, Chicago y Los Ángeles, ha aumentado al punto de que ya no se pueden ignorar. Sin embargo, en el medio oeste, todavía las luchas de los latinos se caracterizan por la necesidad de establecer nuestra presencia dentro de un contexto en que las relaciones interraciales entre blancos y negros han sido el paradigma dominante de lo multicultural. Es interesante que esto ocurra más en el medio oeste y en la costa este, mientras que en el oeste la presencia latina ha sido mucho más obvia y reconocida por el discurso oficial.

Además, las producciones culturales de los varios sectores latinos no han surgido recientemente, sino que son resultado de una larga presencia histórica de lo hispánico en el suroeste, el sur, y el oeste de lo que hoy día es Estados Unidos, territorio que siempre ha gozado de un perfil mexicano e hispano, lo que se ha denominado «Aztlán» por el movimiento Chicano. Sería imposible enumerar la vasta cantidad de producciones culturales latinas desde la época de la Conquista y de la Colonia. De hecho, hay una necesidad cada vez más imperante de investigar lo «latino» en el pasado, ya que la mayor parte de la investigación en los Estudios Latinos se ha enfocado en la producción cultural de los años 60 en adelante, enfoque que se justifica en cuanto al renacimiento cultural que surgió a raíz de la concientización política de las comunidades. El proyecto del «Recovery of the Hispanic Literary Heritage» auspiciado por Arte Público Press, proyecto colectivo que auspicia a los investigadores interesados en recuperar dicho legado, ya ha tenido un gran impacto en llenar este vacío.

Tanto en la literatura como en las artes visuales, la música popular y el cine, es claro que desde los 80 comienza el «mainstreaming» de lo latino dentro de la sociedad dominante anglo. Por un lado, hay un reconocimiento, aunque muy contradictorio, de la comunidad latina como agente cultural cuyas contribuciones a la sociedad norteamericana son valiosas y dignas de estudio. Todo lo latino es más visible: a partir de La Bamba, Hollywood abre las puertas a la producción subsiguiente y al desarrollo de lo que hoy vemos como los principios de un cine latino; en la música popular, la salsa y la música tex-mex adquieren reconocimiento y popularidad como música cross-over; en la literatura, las escritoras Sandra Cisneros, Ana Castillo, Helena María Viramontes, Cristina García, Esmeralda Santiago y Judith Ortiz Cofer, entre otras, se integran a las grandes editoriales norteamericanas cuyas redes de distribución son internacionales. Surgen reseñas en el New York Times Review of Books, y artículos en revistas populares que las dan a conocer más allá de los círculos literarios y académicos. Las exhibiciones de las artes visuales latinas han expuesto asimismo a los artistas visuales latinos al sector dominante norteamericano.

Sin embargo, dicho reconocimiento conlleva una construcción social contradictoria de las producciones culturales latinas. El concepto polivalente de «tropicalizaciones», el cual Susana Chávez-Silverman y yo hemos desarrollado en una antología del mismo nombre6, ilumina dichos procesos de apropiación y «mainstreaming»: por un lado, hay un reconocimiento positivo que de hecho abre el terreno nacional como internacional; por otro, conlleva asimismo una suerte de «tropicalización hegemónica» en la que mucho de este reconocimiento se lleva a cabo bajo las definiciones y poder del sector norteamericano que redefine, selecciona y establece el valor y significado de dichas producciones para un nuevo público anglo e intercultural. El trabajo de Néstor García-Canclini sería imprescindible para entender este proceso de «resemantización» por el cual pasan las producciones culturales latinas. El campo literario es fascinante en este respecto, ya que es obvio que cada editorial ha seleccionado un escritor o escritora latina como su figura especial y representativa. Las obras literarias se anuncian y discuten, en muchos casos, fuera del contexto histórico, social y político en el cual surgieron. Lo mismo ocurre con la música popular, la cual se ha canonizado a través de un número muy limitado de cantantes apetecibles para un público norteamericano, anglo y caucásico, y a la cual asimismo se le ha reinscrito una serie de valores muy diferentes a los significados políticos, culturales y de clase que conllevan entre las comunidades latinas y latinoamericanas. Por un lado, pues, dichas producciones culturales se localizan en un espacio todavía marginal, lo cual permite un grado más obvio de oposicionalidad. Esto se ve de modo muy explícito en las artes dramáticas y performativas de John Leguízamo, Mónica Palacios, Carmelita Tropicana, Marga Gómez, Guillermo Gómez-Peña y Coco Fusco. Éstas, simultáneamente, se resemantizan y se reinscriben con valores más normativos y dominantes que las hacen apetecibles y «deseadas» por un público norteamericano dominante cuya recepción reafirma su propio dominio sobre las culturas minoritarias. No quiero, sin embargo, negar el progreso enorme que hemos experimentado en cuanto al grado de visibilidad y de integración a la cultura norteamericana. No puedo dejar de mencionar, como instancia sugerente, la presencia de la salsa y del jazz latino como música de fondo en numerosos anuncios comerciales en la televisión. Si antes eran muy limitados y se reducían a anuncios sobre comida o restaurantes latinos, hoy día la encontramos como trasfondo en anuncios de baterías, comidas, carros, seguros, y toda una serie de temas, lo cual sugiere integración cultural pero a la vez su transformación en objeto de consumo más que en práctica social y cultural.

¿Cuáles son los problemas y limitaciones que afrontan los especialistas en estudios latinos? ¿De qué manera les está afectando las nuevas políticas de las fundaciones y financieras de investigación? Para ser más precisos, ¿cómo les afecta el apoyo que se está dando últimamente a los estudios de globalización en menoscabo de la investigación de otros temas?

Uno de los obstáculos más preponderantes para el desarrollo de los estudios latinos es la nueva legislación contra los programas de acción afirmativa en las universidades. Esta ley en Texas (el caso de Hopwood versus el Estado de Texas) y en California (la Proposición 209) ya está teniendo efectos devastadores en cuanto a la disminución de estudiantes de minorías en los programas académicos. Si una de las funciones principales de los estudios latinos ha sido el papel descolonizador en la producción de conocimientos sobre los latinos y por ellos, entonces sin un aumento en el estudiantado entrenado para continuar el desarrollo académico, el campo en sí está en riesgo de desaparecer. Sin estudiantes, no habrá suficiente matrícula para justificar cursos ni salarios de profesores. Veremos una cadena de causas y efectos que podría llevar a la total desintegración de dichos programas. Ya las políticas conservadoras fiscales de las instituciones han logrado consolidar muchos de estos programas, combinándolos con otros dentro de las mismas unidades, lo que conduce, inevitablemente, a más competencia por recursos y a más limitaciones de programas académicos, cursos, profesorado, y de admisión de estudiantes de postgrado, los cuales constituyen el futuro del campo en sí. Esta amenaza fiscal revela la localización colonizada de los estudios latinos dentro del espacio universitario. La mayoría de departamentos y disciplinas sufren también cortes en el presupuesto, pero su existencia como tal nunca ha estado amenazada a tal grado. En estos momentos, la corte suprema norteamericana va a evaluar este caso y esperamos que la declaren inconstitucional.

A pesar de la gradual institucionalización de los programas de Estudios Latinos, todavía persisten actitudes negativas y racistas hacia ellos, la mayoría de las cuales insisten en que esta práctica intelectual no constituye un campo serio académico, sino un espacio basado en los intereses políticos de un grupo y por lo tanto no somos objetivos en nuestra enseñanza ni en nuestra investigación. Estas actitudes tienen serias repercusiones en las evaluaciones de ascenso para los académicos en estudios latinos. Es difícil constituir comités de colegas familiarizados con la historia del campo en sí que evalúen las contribuciones del colega latino en dicho contexto. Hay numerosos casos de profesores que no reciben el nombramiento permanente debido a estos factores discriminatorios contra el campo en sí y contra los criterios que lo acompañan. Otro factor negativo es la actitud de que un especialista en estudios latinos es suficiente en cualquier departamento, como si fuera un campo secundario que sólo puede o debe ser representado por una sola figura. Ello implica que los cursos y el campo en sí siempre estarán en situación precaria, dependiendo de la presencia de un solo colega para ofrecer cursos y para entrenar estudiantes de postgrado. En mi caso, he notado que por seis años mis cursos de postgrado siempre se categorizaban bajo el título de «seminario de temas especiales», como si la literatura de los latinos estadounidenses fuera un tema marginal, «especial» y, por lo tanto, extraño al canon literario del programa de español. Como lo ilustran estos ejemplos, el racismo institucional continúa ejerciendo limitaciones y obstáculos en el progreso y desarrollo del campo y en la valoración profesional del intelectual latino.

En cuanto a las políticas financieras, estoy de acuerdo contigo que esta nueva tendencia de privilegiar lo global sobre lo nacional ha tendido a limitar las posibilidades para la investigación de los latinos. Sin embargo, creo que también hay repercusiones positivas, pues el reconocimiento de que lo latino estadounidense es asimismo un espacio de América Latina en el continente ha dado lugar a una nueva tendencia o círculo de investigadores que se enfocarán precisamente en los intercambios culturales entre los migrantes, las diásporas, y los países de origen. La creciente naturaleza circular de la migración internacional ha exigido esta aproximación y los estudios de lo global podrían contribuir a estas perspectivas. Todo depende de cómo se define la globalización y, dada la variedad ideológica con la que se le acepta o rechaza, dependiendo de la posición del intelectual, entonces es imposible juzgar, por ahora, si esa nueva política financiera afectaría de modo positivo o negativo a los estudios latinos. Es nuestra responsabilidad, como intelectuales, utilizar los recursos disponibles para poder continuar desarrollando la producción de conocimiento sobre las comunidades latinas estadounidenses. Tanto en la inmigración, campo en que los latinos han propuesto paradigmas alternos, como en los estudios de los procesos de racialización, de hibridismo y transculturación, sería provechoso incursionar en proyectos colectivos, interdisciplinarios y comparados entre latinoamericanistas, norteamericanistas y latinos estadounidenses. Como ejemplo, en 1998 conmemoramos el centenario de la Guerra Hispanoamericana y 150 años del Tratado de Guadalupe, y fue un momento provechoso para reflexionar sobre el legado del colonialismo norteamericano en el Caribe, el Pacífico y el Suroeste. Los fondos para estudios globales hicieron posible estos proyectos.

Si por un lado la constitución del campo de estudios latinos está relacionada a la esencialización de una minoría hispana en los EEUU, ¿de qué manera refuerzan o contrarrestan esta esencialización los especialistas que afirman la existencia de una especificidad latina?

Habría que distinguir entre varios tipos de esencializaciones o construcciones sociales de lo latino estadounidense. Por un lado, la categoría de «estudios latinos» agrupa a sectores nacionales con diversas historias de inmigración a los Estados Unidos, con perfiles socioeconómicos, raciales, lingüísticos y étnicos también diferentes. En este sentido, es una rúbrica que homogeneiza dicha diversidad social y que converge, hasta cierto punto, con la propuesta del gobierno federal desde principios de los años 80 de agruparnos a todos bajo un mismo término; de ahí el surgimiento de la categoría censal de «hispano». Según Suzanne Oboler, en su libro Hispanic Labels, Latino Lives, dicha esencialización sirvió para aminorar el impacto del discurso cultural nacionalista y de la política de los movimientos chicano y puertorriqueño, estrategia que dio lugar a la circulación nacional del término y a una definición colectiva de los varios sectores nacionales. Por lo contrario, las encuestas pol1ticas han señalado muy claramente que los individuos latinos o hispanos continúan identificándose primero, y antes que nada, con su identidad nacional, ya sea mexicano, chicano, puertorriqueño, cubano, peruano, salvadoreño o nicaragüense. También se identifican como latinos o hispanos de formas estratégicas, según ha sugerido el sociólogo Félix Padilla, en momentos de organización política, cuando hay que exigir servicios o en las luchas de las comunidades por mejor educación, vivienda, o servicios sociales. Por lo tanto, dichas construcciones sociales no siempre funcionan de modos sistemáticos, sino como esencialismos estratégicos y funcionales que se utilizan para organizar movimientos y aumentar el poder social.

Dentro de la práctica intelectual de «estudios latinos», hay especialistas cuya investigación y enseñanza se han concentrado en un grupo nacional específico, ya sea el chicano, la diáspora puertorriqueña, o los cubano-americanos. Por un lado, ello es resultado de las estructuras disciplinarias, comparable a los especialistas latinoamericanos que estudian sólo la literatura argentina o la chilena, o la economía en México, etc. Dichos rezagos nacionales, hasta cierto grado, también se dan en los Estudios Latinos debido a las limitaciones prácticas de tiempo y dinero que confrontamos al hacer investigación. Por otro lado, hay otros especialistas de «estudios latinos» que nos involucramos en estudios comparados entre dos o más grupos, o que estudiamos procesos históricos o producciones culturales a través de las fronteras nacionales. El estudio de la música popular ilustra la naturaleza intercultural, interracial e híbrida de las producciones culturales latinas. Si, por un lado, la salsa todavía posee un significado muy poderoso como ícono de lo nacional entre los puertorriqueños, sus estructuras, su estética y sus canciones también son producto de los intercambios que han ocurrido entre los músicos de las varias islas del Caribe, entre los caribeños y el jazz afroamericano, y, en California, entre caribeños, negros, mexicanos y centroamericanos. Es decir, las producciones culturales circulan a través de fronteras nacionales y, en los procesos de producción y recepción dan lugar a dinámicas interculturales e interraciales muy complejas. Sin embargo, el valor de la cultura como espacio nacional continuará muy vigente mientras estos grupos continúen siendo colonizados en varios niveles. La reafirmación nacional cada vez toma más auge frente a los procesos globalizadores. En este sentido, el trabajo de las generaciones más jóvenes en los «estudios latinos» será crítico en cuanto al desarrollo pan-latino del campo. Existen, obviamente, peligros en cuanto a crear estudios de investigación superficiales que teoricen sobre cultura, historia o procesos sociales sin poseer un conocimiento profundo de la especificidad de cada grupo. Claro está, ese peligro existe también en cualquier campo y, desafortunadamente, es muy preponderante en los «estudios culturales».

Dichas construcciones sociales de «lo latino» divergen, pues, en sus orígenes y funciones.

¿En qué consisten los procesos de esencialización tales como la tropicalización o criminalización de los latinos?

Estos procesos obviamente surgen de la sociedad dominante y se contraponen a las construcciones de identidad que estructuran los «estudios latinos» o que surgen de las mismas comunidades. En el ensayo de introducción a Tropicalizations: Transcultural representations of latinidad, Susana Chávez-Silverman y yo proponemos «tropicalizaciones» como un concepto plural que abarque los procesos simultáneos pero ideológicamente diversos que constituyen la identidad cultural como construcción social. Es decir, un ejemplo de la tropicalización hegemónica sería la visión criminalizadora del latino dentro de los Estados Unidos, ya sea a través del discurso estatal de las leyes contra la inmigración, del latino como «alien» y como «indocumentado», del latino que habla español como un criminal social, etc. El latino como criminal según las instituciones norteamericanas es, precisamente, el que mantiene y reafirma sus valores e identidad cultural y el que resiste la asimilación. En este sentido, muchas prácticas culturales oposicionales se «tropicalizan» de este modo. Además, la tropicalización hegemónica da lugar a un discurso mediante el cual se subraya lo latino como otredad cultural exótica, primitiva, el objeto del deseo de la sociedad dominante, discursos que siguen imperando en el turismo, la educación, el cine, la música, y en la literatura.

En contraste, es importante señalar que las comunidades latinas estadounidenses continúan «tropicalizando» la cultura norteamericana desde abajo, desde sus posiciones como sujetos subalternos. La presencia sistemática de la música latina en los espacios oficiales, como en Washington DC, en los festivales de jazz, en los clubes nocturnos y en las disqueras, ejemplifica el poder transculturador de lo latino dentro de la sociedad norteamericana. Claro está, la música latina es oposicional por tradición histórica, pero ello no implica que ése sea su único significado o valor social. El momento de lo productivo, es decir, el proceso de recepción por el oyente o público intercultural, constituye asimismo un momento de significado social que puede o no ser, dependiendo del sujeto receptor, análogo con su valor social oposicional. Habría, pues, que tomar en cuenta la complejidad y simultaneidad de dichos procesos de construcción social dentro de los «estudios latinos» para así poder llegar a conclusiones mucho menos fijas o esencializadoras sobre la multiplicidad de subjetividades latinas estadounidenses.

Ann Arbor-Filadelfia, abril de 1999.


NOTAS
  1. Véase la introducción a Tropicalizations: Transcultural representations of latinidad, eds. Frances R. Aparicio y Susana Chávez-Silverman (Hanover y Londres: University Press of New England, 1997), pp. 1-17.

© Juan Zevallos-Aguilar, [email protected], 1999
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