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26 noviembre 2003

Edward Said:
un humanista del siglo XXI
(1935-2003)

Raúl Soto

 

Hace unas semanas leí en The Nation, la revista más antigua de la izquierda norteamericana, un artículo de Edward Said relacionado con Beethoven.  Era una reseña de tres libros que incidían en el Beethoven postrero, el de la Novena Sinfonía, aquel de los aportes musicales solamente comprensibles para las generaciones que vendrían después.  Ahora que Said ha muerto, puedo releer su artículo como una reflexión última que, sin proponérselo, se refiere a la obra misma del pensador de origen palestino.  La vasta y trascendente obra de Said, que abarca desde la teoría literaria innovadora hasta la crítica política del imperialismo contemporáneo, pasando por los estudios culturales; permanecerá «más allá de su propio tiempo».  Said representa al erudito que se resiste a encerrarse en su gabinete, para salir al foro público, en defensa de desposeídos y exiliados del mundo (y si bien esto suena a consigna del siglo pasado, el choque ideológico sigue vigente).

En 1999, Said publica el libro de memorias Out of Place, apremiado por su lucha de varios años contra la leucemia.  El título resume, literalmente, esa sensación vital de Said de existir «fuera de lugar»; aunque el texto primordialmente atañe a la experiencia de millones de personas desplazadas de su lugar de origen.  Este fenómeno ha cambiado la faz de la tierra y está siendo agravado por los efectos de la «globalización» económica y cultural (en otras palabras, el imperialismo del siglo XXI).  El nombre y apellido de Edward Said representan, desde el principio, el conflicto de identidad que marcará su desplazamiento personal; reforzado por el bilingüismo árabe-inglés en el que creció (recordemos que Borges ficcionaliza un dilema existencial similar en «El Sur»)  Said nace en 1935, en la antigua Palestina dominada por los británicos.  Sus padres eran palestinos de origen árabe (pero de religión protestante) que habían emigrado a El Cairo, Egipto.  Said nace en Jerusalén debido a la decisión sentimental de sus padres.  Durante su niñez solía pasar los veranos en Palestina, aunque El Cairo fue su lugar de residencia hasta 1951, año de su viaje a los Estados Unidos.  Se puede decir que Jerusalén y Palestina son lugares irrelevantes en la formación de Said y es paradójico que él se haya convertido en la voz crítica más elocuente a favor de la causa nacional palestina.  La nacionalidad fue otro motivo de confusión.  Su padre, Wadie Ibrahim, había emigrado de su Jerusalén natal a los Estados Unidos en 1911, retornando en 1920 con un nuevo nombre: William Said.  Además, portaba un certificado de naturalización estadounidense y hablaba un inglés norteamericano bastante aceptable.  Edward Said, nacido en Jerusalén y residente de El Cairo, tenía la nacionalidad norteamericana.  Su madre, Hilda Badr, había nacido en Nazaret y era hija de un palestino árabe: el  pastor de la iglesia Bautista local, con estudios bíblicos en Tejas.  Said no recuerda qué lengua aprendió primero: si el árabe o el inglés, pues sus padres eran bilingües.  La lingua franca que se adoptó en el hogar fue el inglés, hablado por nuestro personaje, que era un ciudadano norteamericano residiendo en una colonia inglesa de facto y asistiendo a  escuelas británicas de Egipto.

Edward Said se establece en los Estados Unidos a partir de 1951.  En la primera mitad de los 60, ya era profesor de literatura inglesa en la universidad de Columbia.  Su posición económica privilegiada le permitió acceder a una educación accesible sólo para las élites, adquiriendo un capital cultural considerable en Princeton y Harvard.  Si bien durante sus años de estudiante universitario no adoptó una posición militante, a favor de  la causa palestina, sus viajes anuales al Medio Oriente lo mantenían informado de los avatares del mundo árabe.  La traición británica de 1917, al prometer la independencia a las naciones árabes a cambio de su ayuda para derrotar al imperio otomano, se repitió en 1948 con los palestinos.  El decadente imperio británico accedió a la creación del estado de Israel y desposeyó de todo derecho territorial a los palestinos, sentando las bases para el actual conflicto del Medio Oriente.  La «guerra de los 6 días» de 1967 sirvió de catalizador, para impulsar al profesor Said a la militancia por su tierra ancestral.  La escritura y la participación activa en foros y conferencias internacionales, constituyeron sus primeras armas para presentar la voz subalterna de los vencidos.  Además de la intolerancia que encontró,  tuvo que combatir la imagen de asesino o terrorista —supuestamente inherente a todo palestino— presentada por los medios de comunicación estadounidenses.  El coraje de Said y su posición ética inequívoca le acarrearon amenazas de muerte, insultos y asaltos a su oficina.  Por otro lado, tuvo que soportar la intransigencia de algunas facciones palestinas, incluyendo la del liderazgo de la OLP.  Yaser Arafat se opuso, hasta 1988, a una idea original de Said.  Dicho año, el Consejo Nacional Palestino sanciona en Argelia la moción para dividir el territorio disputado en dos estados: Israel y Palestina.  La moción no prosperó.  En 1993, el liderazgo de la OLP firma unilateralmente el acuerdo de Oslo con Israel.  En su libro The Politics of Dispossession (1994), Said afirma que la declaración de principios de Oslo significó una doble capitulación por parte de Arafat: de la supervivencia palestina y del derecho a un estado para los millones de  palestinos apátridas.  Es paradójico que ninguno de los libros de Said, relacionados con el problema palestino, haya sido traducido a la lengua árabe.  Todo parece indicar que la crítica abierta de Said a los estados dictatoriales árabes y al liderazgo autoritario de Arafat, son barreras infranqueables para la difusión de sus ideas en el Medio Oriente.

En 1978, Edward Said publica Orientalism, texto fundador de lo que después se denominará teoría literaria poscolonialista.  El título se refiere a todo el aparato ideológico eurocentrista, creado para designar y dominar a una entidad geográfica ficticia llamada Oriente; sin tener en consideración las diferencias étnicas, lingüísticas o culturales de las naciones colonizadas de Asia y del norte de África.  Es decir, el término orientalismo no sólo se refiere a una disciplina académica, con una terminología específica y  muchas veces degradante, sino también  a  toda una nueva realidad creada por los textos de los colonizadores (lo que Said llama un «sistema de representaciones»)  Dicha realidad ficticia fue la que se impuso y con el paso del tiempo sus discursos implícitos reemplazaron a la verdadera realidad de los pueblos subyugados.  El poder ideológico del orientalismo se deja sentir hasta hoy, ya que siguen vigentes los estereotipos culturales sobre la idiosincrasia de los árabes y de los asiáticos.  Said sostiene que toda la producción discursiva orientalista tiene una forma perfectamente acabada, cerrada, que es casi imposible de romper.  El discurso del orientalismo europeo no sólo se limita a la literatura y la filosofía, sino que abarca el arte, la antropología y la biología, entre otras disciplinas.  Said centra su análisis en los pueblos árabes colonizados por Francia e Inglaterra, para desentrañar la ideología hegemónica de textos producidos por Víctor Hugo, Goethe, Nerval, Flaubert, Conrad y Kipling.  Marx, señala Said, tampoco escapa de la mentalidad orientalista europea, al considerar que el «primitivismo» asiático era una traba para la revolución del proletariado.

Culture and Imperialism (1993) reconoce las limitaciones del texto fundador de los estudios poscoloniales, que incidía en los efectos de la masacre cultural llevada a cabo por el colonialismo imperial.  El texto ulterior, por el contrario, tiene en consideración la visión de «el otro» y de su resistencia contra la ideología eurocentrista.  Said afirma que su obra ha recibido la enorme influencia de marxistas (como Gramsci, Fanon y Lukacs, sin dejar de lado a Marx), pero no del marxismo como doctrina.  Dos conceptos atraviesan la crítica literaria y cultural del pensador estadounidense: el imperialismo y el papel revolucionario del intelectual.  El imperialismo no sólo abarca las esferas económicas y políticas.  Said hace la conexión entre la cultura de los colonizados con la estructura del poder imperial y revela los mecanismos ideológicos que perpetúan una imagen falsa del otro.  El dogma dominante occidental se ha establecido por oposición a un discurso ficticio del mundo oriental, creado por los textos eurocentristas.  En este sentido, el imperialismo del siglo XXI o la llamada globalización política, económica y cultural, presenta nuevos retos al intelectual preocupado por crear un mundo más justo.  Said afirma que no puede existir justicia, ni paz mundial, sin alcanzar la igualdad de las clases subalternas.  La producción de discursos de resistencia, alternativos a las historias oficiales, es una tarea que requiere el trabajo de equipo de pensadores, escritores y artistas.  Este es un compromiso ineludible del intelectual contemporáneo, para lograr utopías alcanzables. 

Edward Said, pensador radical, ha sentado las bases para un humanismo multicultural del siglo XXI.

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© 2003, Raúl Soto
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Para citar este documento:
Soto, Raúl: «Edward Said: un humanista del siglo XXI», en Ciberayllu [en línea]


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