A la portada de Ciberayllu

19 diciembre 2004

Reencuentro con Montserrat Álvarez en la zona virtual

Miguel Ildefonso


Hace algunos días, vía Internet, se dio este reencuentro con la poeta Montserrat Álvarez. Zona dark es un libro fundamental, y no sólo para lo que significa en la poesía peruana de la década del 90.
Montserrat Álvarez destacó en los años iniciales de la década del noventa, justamente con Zona dark. Su imagen iconoclasta se complementaba con su poesía, y era una síntesis de una actitud nueva que en esos años, de incipiente dictadura fujimorista y de decaimiento de la subversión con sus fuertes aletazos, se estaba manifestando. Cierto anarquismo reflexivo, cierto humor y tanatismo, eran las marcas de los jóvenes de entonces. Su poesía demostró desde un comienzo una madurez poco usual. Pero así como su aparición fue intensa, de pronto no se supo más de ella, luego de que dejara el país. Han pasado varios años, hasta que ahora, por medio de esta entrevista, podemos saber de ella.
(Simultáneamente, aparecen en Ciberayllu tres poemas inéditos de la entrevistada.)

Miguel Ildefonso:1) ¿Cómo ves, a más de diez años de publicado, tu primer libro de poemas Zona dark?

Montserrat Álvarez: Lo veo como siempre lo vi. La pregunta parece insinuar que el tiempo pudo haberlo desgastado. Eso sucede con los utensilios, por ejemplo, y en general con las cosas. Pero, que yo sepa, eso no pasa con las obras de arte. Lo que hace que sean «obras», y no meras «cosas», es precisamente esa inagotable reserva de sentido, por así decirlo, que permite que se sustraigan a la acción del tiempo y su efecto de «desgaste». No hay obra de arte digna de tal nombre susceptible de obsolescencia. Lo característico de la estructura cronológica, digámoslo así, de un poema merecedor del título de poema, es su persistente contemporaneidad, su carácter de «cada vez nuevo», que sobrepasa la circunstancia temporal, espacial o de cualquier índole de su factura efectiva, mal que le pese a la «consciencia histórica». Más allá de la simultaneidad fáctica del autor y el lector en el momento preciso —«histórico»—  de la escritura, un auténtico poema no se resigna a nada menos que a la perenne simultaneidad. No ignoro que los malintencionados —que siempre me circundaron—  hablarán, ante esta declaración, de «ingenuidad» y de «falta de autocrítica». Allá ellos, incluso si tienen razón —algo tienen que tener, ya que no poesía—. Hubo, desde el primer momento, poemas (me refiero al caso de «Adveniat» o de «Rey Subterráneo», por ejemplo) que tienen más que ver con la estética satánica del heavy metal que con la «alta literatura», y nunca pretendieron otra cosa. Hay otros —la mayoría, en mi opinión, que creo ecuánime—  que pueden resistir el embate de cualquier pretendido «análisis crítico» y reducirlo a polvo. Esto fue así y lo sigue siendo. No cambiaría ni una línea.

2)¿Cómo ha ido desarrollándose posteriormente tu poesía?

Como siempre, si es que se puede hablar de desarrollo en el terreno de lo imprevisto, de lo intempestivo, de lo ajeno a cualquier posible planificación e incluso a la volición y a la consciencia. Yo no me «dedico» a la poesía, como si ésta fuera un objeto de estudio o una disciplina que se pretende llegar a dominar, ni pretendo que mi poesía siga una línea de desarrollo ascendente, al modo de un «progreso», o que evite una línea descendente, al modo de una «decadencia». Con cada poema que escribo, escribo por primera vez, como si nunca lo hubiera hecho, ni nadie antes que yo. Por ende, no creo conveniente hablar de «desarrollo». Mi escritura es absolutamente irregular y permanentemente inédita. Esto, a mi juicio, excluye la noción de «desarrollo». Si hay cambios, los hubo desde el principio: basta con leer Zona dark, que es un libro radicalmente heterogéneo. Yo hablo por primera vez al decir cada poema.

3)¿Qué relación existe entre poesía y filosofía?

Mi querido amigo, esta pregunta exigiría una respuesta en veinte tomos. Mi capacidad de síntesis de momento flaquea ante las implicaciones de tema tan vasto. Si no te molesta, te adjuntaré como apéndice un artículo que escribí hace unos años a dos manos con mi esposo, el poeta paraguayo Cristino Bogado, y que se publicó en Brasil, en la «Folha de Povo» de Mattogrosso do Sul, tras ser impartido como conferencia en un encuentro internacional de poetas, y que sumariamente aborda la cuestión, sin agotarla, por supuesto.

4)Publicaste también, antes de partir, un libro de relatos, ¿sigues escribiendo narrativa?

No lo publiqué antes de partir, sino después, aquí, en Asunción. Cuentos clásicos, fantásticos o de misterio, como quieras llamarles, de factura aristotélica: exposición, nudo y desenlace. Cierta aversión momentánea por la literatura «experimental» (¿qué literatura no lo es?), o más bien por los esnobismos de su enrarecido entorno, me llevó a abrazar la digna tradición del apólogo occidental tal como la «desarrollaron» Chéjov, Poe o Maupassant, por ejemplo. Sí, sigo escribiendo narrativa. Por mi inveterada pereza, aún no he concluido una novela corta que empecé hace un año y abandoné a los pocos meses, pero que espero retomar: Cosmos 19. La idea es por demás simple: aparece un anuncio en el diario, en la sección de «Clasificados», algo así como: «Si la vida ha perdido todo encanto, sentido y finalidad para ti, y si estás absolutamente desesperado, y sólo si realmente lo estás, ven a verme. Soy la última puerta que tendrás que tocar. Edificio Cosmos, piso 19, tal dirección, tal día, tal hora de la noche. Pregunta en portería por el señor Lukaziewicz». Es la historia de los singulares personajes que se reúnen en ese piso aquella noche, esperando a un Lukaziewicz que por momentos tiene las trazas de un Godot —excepto porque termina acudiendo a la cita—. Y, por supuesto, están dos viejos proyectos míos: las Fábulas inmorales —llegué a escribir dos o tres, con sus correspondientes «inmoralejas»—  y La casa sobre el acantilado y otros cuentos del ciclo mítico de Cthulhu.

5)¿Por qué te fuiste del Perú? ¿Nos podrías contar de tu vida actualmente?

Me fui de Perú porque mi familia vino a vivir a Paraguay y en aquella época yo no tenía medios de subsistencia propios, pero, sobre todo, no poseía el mínimo sentido de la realidad preciso para sobrevivir o para saber cómo atarme los cordones de los zapatos, dicho sea esto sin ningún ánimo de exagerar. No puedes imaginarte lo despistada que era —y que soy—  para las cosas más elementales, hasta caer francamente en lo patológico. Bueno, eso ha cambiado actualmente: me valgo de mis propias garras para ir tirando, y no lo hago tan mal. Tengo alguna cátedra en la facultad, algún seminario por aquí y por allá —ahora estoy terminando uno sobre estética y hermenéutica en el centro cultural de España (pagan bastante bien)—  y otras chambitas (o, como se dice en Paraguay, changuitas), sin contar con los ingresillos de mi esposo, que trabaja en cuestiones editoriales (ahora está inaugurando su propio sello, Jakembó Editores1), y, en fin, que el cuero da para correrse unas cuantas juergas. Estoy llamando «esposo» a Cristino porque a mí me apetece hacerlo así, ya que formalmente no hemos pasado por ceremonia alguna —pedir permiso a la iglesia (ceremonia religiosa) o al estado (ceremonia civil) para hacer lo que yo quiera me parece una humillación intolerable y nunca podría someterme a ello—. Mis padres siguen en Asunción, pero yo ya no vivo con ellos, sino con Cristino en un departamento del barrio Sajonia, barrio antiguo y pintoresco. He viajado bastante en estos años, por invitaciones a congresos en Chile, Argentina (en este caso, con mi esposo, que también estaba invitado), Washington, Venezuela y una serie de lugares entre los que lamentablemente sólo una vez —en el 97—  se contó Perú. He publicado, después de Zona dark, Doce esbozoshaitianos yun cuento andino (los apólogos clásicos arriba mencionados, en coautoría con mi padre, Félix Azofra) en el 94, Espero mi turno (novela corta de terror, muy lovecraftiana, aunque con reminiscencias de la casa de Usher de Poe, un verdadero pastiche posmoderno, si se quiere) en el 96, ElPoema del Vampiro (libro agenérico, por así decirlo, mezcla de filosofía, narrativa de ficción y poesía que Cristino calificó en su momento como un «diálogo platónico gótico») en el 99 y, por último, en diciembre del 2000, un segundo libro de poesía llamado Underground.; los dos últimos títulos  con la editorial Arandura , Asunción,  Paraguay2. Ahora estoy preparando —calculo que para el primer semestre del 2005— un ensayo de mediana extensión, básicamente reflexiones sobre la experiencia estética, y más específicamente sobre la artística, desde la filosofía. Más novedades: en los primeros meses del 2005 saldrá un CD-Rom de poesía peruana actual en Buenos Aires; ahí leo algunos inéditos en voz alta3. Mi última aparición pública en Asunción fue el viernes pasado (26 de noviembre), pero no como poeta sino como dibujante (dibujé, para la carátula de un libro de Cristino, un mítico naipe número XXIII de un mítico tarot —el tarot hasta ahora conocido, entre arcanos mayores y menores, tiene sólo XXII cartas—).

1Para cualquier contacto con él con miras a publicar: [email protected].

2Lo pueden chequear y, acaso, pedir que se lo envíen, en la página de la editorial que es: http://arandura.pyglobal.com y el correo del mismo es: [email protected].

3La página de la editorial es www.simehiereunrayo.com.ar.

* * *


© 2004, Miguel Ildefonso
Escriba al autor: [email protected]
Comente en la Plaza de Ciberayllu.
Escriba a la redacción de Ciberayllu

Más crónicas en Ciberayllu.


Para citar este documento:
Ildefonso, Miguel: «Reencuentro con Montserrat Álvarez en la zona virtual», en Ciberayllu [en línea]


538/041219