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15 octubre 2005

Róger Santiváñez: ‘La única patria es el idioma castellano’

A propósito de muestra de escritores peruanos en Estados Unidos

Eduardo Corrales

 

«Vivo la nostalgia en la poesía», confiesa Róger Santiváñez (Piura, 1956) en esta entrevista hecha a propósito de la reciente aparición en Nueva York del tercer número de la revista Hostos Review titulado «Destellos digitales: escritores peruanos en los Estados Unidos, 1970-2005» que incluye trabajos de 70 poetas, narradores y estudiosos y en cuya preparación le cupo la función de Guest Editor.

«Cuando escribo un nuevo poema me doy cuenta de que en algún verso se me ha filtrado algo que tiene una referencia directa a mi vida en el Perú, pero es una imagen, el chispazo coruscante de la ingrávida memoria sutil», da cuenta de su propia experiencia el autor de Symbol  y actualmente candidato a doctor en la Universidad Temple en Filadelfia.

Santiváñez percibe que en la producción literaria de los creadores peruanos en Estados Unidos se refleja la vida en este país. «Para empezar, se te escapan por allí algunos vocablos en inglés» anota.

Como colocando cada cosa en su lugar, puntualiza que de hecho la poesía no tiene límites fronterizos, sino que se trata de una voz universal. «Hay marcas lingüísticas o étnicas pero es una expresión humana; en todo caso la única patria de un poeta es su lengua y en este caso es el idioma castellano», acota.

¿Literatura de la diáspora? «No creo todavía que pueda hablarse de una. Pienso que esto se daría —si se da y se plantea en esos términos— en la próxima generación», opina.

El poeta se refiere enseguida al caso del narrador Daniel Alarcón (de quien se incluye el cuento «El visitante», traducido al castellano) como un posible «punta de lanza» de esa circunstancia. «Pero, para comenzar, él escribe en inglés aunque su referente parece ser andino y la anécdota histórica», dice.

¿Setenta es mucho o poquito? «Cuando empecé el trabajo no tenía la menor idea de cuántos autores peruanos había por aquí, pero la cifra no me  sorprendió porque ya tenía la sospecha de que no éramos pocos. Hay bastantes más; algunos no están porque no me mandaron nada, aún cuando lo prometieron, otros simplemente hicieron caso omiso a la convocatoria», anota.

Entre las 355 páginas de la muestra, sobresale, en el rubro poético, la interrupción del largo silencio de José Cerna Bazán, puntal en las primeras formaciones horazerianas, de quien se incluye el poema «Tarde la noche». 

«Me gustaron sus poemas desde que los leí en Estos 13, de José Miguel Oviedo, en mi adolescente verano piurano de 1973. Me encantó eso que podríamos llamar su lirismo-urbano que iba al par con el de Enrique Verástegui en esa primavera larga que significó el brote de Hora Zero hacia 1970», comenta Róger.

En cuanto a narrativa, en la compilación destaca la presencia excepcional de Jorge Ninapayta, de quien se incluye el relato «La hermosa Berta», pero además en el rubro Crítica aparece el estudio «Modificación de referentes en el imaginario nacional peruano (dos relatos esperpénticos de Jorge Ninapayta)», firmado por Iván Ruiz-Ayala.

Precisando que el doblete obedece a la pura casualidad («simplemente Ninapayta me mandó su relato y luego Ruiz-Ayala su estudio, independientemente, sin premeditación alguna») Santiváñez sostiene: «Personalmente me gusta el ritmo y la elegancia de la prosa de Ninapayta».

De la emblemática toma de los versos de Vallejo para dar título a la colección, Santiváñez dice chispeante: «En realidad —para mí— la primera visión de los Destellos es el imborrable recuerdo de una canción del grupo del mismo nombre (Los Destellos, de Enrique Delgado) que alumbró las fiestas de mi pubertad en Santa Isabel y la Quinta Cúneo de Piura a principios de los 70».

Agrega que esa experiencia juvenil coincidió con el feliz encuentro del verso vallejiano «en mi diaria relectura del monstruo de Santiago de Chuco y que —sin querer queriendo— alude a una cosa tan actual como la digitación computarizada».

Destellos digitales es una muestra, no una antología, puntualiza Santiváñez. A todas luces ya era hora de emprender una recopilación de esta naturaleza y la que presenta el fundador de «Kloaka», esa voz poética de los 80, comprende a creadores cuya obra se remonta a los años 70 junto a los nuevos y novísimos.

«Quienes ya vienen con un —digamos— pasado literario simplemente lo continúan enriqueciendo su visión con la nueva experiencia que empiezan a vivir», indica.

En cuanto a los que arrancan a escribir aquí, «plantean con su obra una muy interesante pregunta: ¿hasta qué punto es literatura peruana o estadounidense? Teniendo en cuenta que es una interrogante —a lo sumo didáctica o informativa— ya que lo realmente importante es preguntarse si es o no buena literatura, dicho esto último en términos generales».

El poeta acaba de merecer el Premio José María Eguren otorgado por el Instituto Peruano de Cultura de Nueva York por su libro Eucaristía (Buenos Aires, 2004).

A decir de Isaac Goldemberg y Antonio Muñoz Molina, entre otros miembros del jurado, «apuesta a los extremos del lenguaje y sale airoso, dando muestra de la copiosa metáfora de la Poesía, y trae un imaginario que denota riesgo, verbo de adivino, fusión del lenguaje con la vida».

«Estoy en plena composición de un nuevo libro de poesía, al mismo tiempo ya estoy metido en mi tesis para el Ph. D. que será sobre la poesía de mi amigo y gran poeta Enrique Lihn, como un homenaje a su memoria.», informa.

Santiváñez prepara también la edición de un solo volumen que recogerá todos sus libros y plaquettes publicados, además de los poemas dispersos en revistas, desde 1973 hasta la fecha.

En Collingswood, New Jersey, a las orillas del río Cooper, «vivo dedicado al estudio, la creación y la contemplación, bajo el vuelo de los patos silvestres y el canto crepuscular de las gaviotas fugaces».  Salve.

Nueva Jersey, 10 de Octubre del 2005

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© 2005, Eduardo Corrales
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Para citar este documento:
Corrales, Eduardo: «Róger Santiváñez: ‘La única patria es el idioma castellano’», en Ciberayllu [en línea]


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