Entrevista a Boris Vallejo, ilustrador fantástico |
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Eduardo Corrales |
La legión de sus fidelísimos seguidores en el mundo lo llama «genio» y coincide en que su obra —de culto— redefinió el fantasy art. Boris Vallejo (Lima 1941) es el ilustrador fantástico por excelencia, así reconocido en todo el globo, excepción hecha del Perú, donde es casi un ilustre desconocido. Triunfador por donde se le mire y sin asomo de amargura, el artista lamenta no ser profeta en su tierra.
Era 1964 y, a punta de latas de jugo de tomate y envases de lava-vajillas esculpidos en madera, Andy Warhol (1928-1987) sacaba (literalmente) de cuadro al mundillo de la plástica neoyorquina, mas ni el ruido ni las nueces del arte pop alcanzaron para desubicar al joven Boris llegado desde Lima a la Gran Manzana.
«Mi idea era trabajar un par de años, regresar al Perú con los conocimientos adquiridos, y abrir una agencia de publicidad», dice el entonces recién egresado de la Escuela de Bellas Artes de Lima y ahora superestrella del fantasy art, ese prodigioso universo visual de hembras fuertazas, hombres macetas, bestias mitológicas y atmósferas imposibles.
«Bellas Artes era un centro de estudios muy académico, privilegiaba el entrenamiento clásico, europeo. La instrucción que recibí allí fue muy importante en relación con el trabajo de la figura, la base real para mi arte», reconoce.
De seguro esos fundamentos lo previnieron del potente magnetismo ejercido por gurú del pop art, librándolo además del esnobismo del ambiente. La sonrisa inmarcesible, y en naranja, de Marilyn Monroe no bastó para ablandar al artista, menos Jackie y su fresca viudez kennedyana en azul.
«El trabajo de Warhol se dirigía a atraer al publico, sin sustancia; su técnica no era, de ninguna manera, algo que hubiera querido emular: no me interesó en absoluto», sostiene categórico.
Es que para este Vallejo (descendiente de —palabras mayores— César Abraham: «Era primo de mi papá») con eso no se juega: «No es lo mas importante en la pintura pero hay que tener control de la técnica de ejecución antes de poder realmente hacer lo que se quiere», enfatiza.
¿Cuál es la definición que él tiene para el fantasy art y cómo así este talento nacido en el céntrico jirón Cailloma y criado entre el Callao y La Punta se sumerge en esa corriente hasta situarse, paradójicamente y por efectos de la magia de su arte, en el nivel más alto del género?
«El arte de fantasía es contar algo que no existe sino en la imaginación», resume. «El propósito de lo que hago es crear realmente nuevos mundos; los personajes son reconocibles pero las situaciones y los escenarios son fantásticos», abunda.
Admirador de los pintores surrealistas, de Rene Magritte y, muy especialmente, Salvador Dalí, en la década de los 70, Vallejo quedó impresionado por el trabajo de Frank Frazzeta (Brooklyn 1928). «Sus figuras tan dinámicas, esos personajes realmente musculosos, las mujeres voluptuosas; toda esa energía me abrió los ojos para el tipo de ilustración que yo iba a desarrollar».
Vallejo estaba entonces muy interesado (aún lo está) en el fíisicoculturismo y el fantasy art le ofrecía la oportunidad de trabajar con la figura humana: «Mi pasión artística», asegura.
Su dominio sobre ella es cabal pues el estudio de la anatomía es lo que el artista rescata de los dos años de Medicina que cursó en Lima antes de ingresar a Bellas Artes.
«Por supuesto que lo esencial es el dibujo, pero si trabajas haciendo figuras, lo mas importante es el conocimiento profundo de la anatomía, especialmente cuando hay que crear cosas que no existen», comenta.
Otra influencia: aún antes de dejar el Perú, Vallejo ya había podido apreciar la propuesta de Chesley Bonestell (1888-1986), ilustrador californiano que tan bien se las arreglaba para plasmar esos paisajes espaciales que tan decisivamente impactaron sobre en el joven artista. «Sus trabajos me ofrecieron la primera visión del arte fantástico».
Cuatro décadas vividas en los Estados Unidos dan cuenta de la impronta del inglés de cada día sobre su español mother tongue, si bien cuando llegó, sin dominar el idioma, provisto de una exigua bolsa de viaje y un cargamento de talento, no tenía planeado quedarse tanto tiempo, así fue.
«Mi primera intención fue conseguir trabajo haciendo arte, cualquier tipo de arte, porque entonces en Bellas Artes uno no se especializaba. Cuando lo hice, mi siguiente paso fue tratar de hacer ilustración y después que lo logré fui hacia la ilustración fantástica», relata la secuencia.
Marvel Comics, Paramount Pictures, Ford Motor Company, Sony, Nike, Vintage Books figuran en su larga lista de clientes y a su pincel se deben, por ejemplo las sorprendentes tapas de varios álbumes de Molly Hatchet, mítica banda de rock sureño.
No existe actualmente editorial que se respete y tenga una línea de ciencia ficción que no demande el trabajo de Vallejo para ilustrar las portadas de los libros, pero también hay tapas de discos y carteles de películas.
Ha ilustrado unos cuatrocientos libros y recuerda muy especialmente los de Tarzán, de Edgard Rice Burroughs, porque fue uno de los héroes de su infancia. Ha publicado también 24 libros propios («estamos trabajando el que se publicará el próximo año»), y en el 2006 saldrá el calendario número 27 de la serie iniciada en 1980.
En relación al séptimo arte ha hecho cosas con Dino de Laurentis e ilustrado carteles para películas de George Romero, como Knightriders (1981), aunque considera que es difícil trabajar con la gente del cine.
Vallejo agrega que, luego del primer año de ausencia, retornó al Perú para visitar a su familia y en ese momento se dio cuenta de que ya no iba a regresar. «Por supuesto que soy peruano, nunca lo olvido, pero en Nueva York empecé a experimentar el éxito, así que en muchos sentidos pienso en la ciudad casi como mi segundo sitio de nacimiento.»
Allí vivió 17 años, luego se mudó a Maplewood, Nueva Jersey, donde permaneció 6 años, hasta fijar su residencia, en 1989, en Allentown, Pensilvania, donde ahora habita una gran casa con amplios jardines y dos estudios, junto a su esposa Julie Bell, también artista y modelo favorita de Boris.
«Desgraciadamente no tengo mucha relación con el Perú, casi no tengo contacto. No soy profeta en mi tierra y eso es algo que me da mucha pena», admite y comenta que de la vasta correspondencia que recibe de todo el mundo la proveniente de su país natal llega cuando mucho al 3 por ciento.
El artista viaja por todo el mundo, convocado para ofrecer conferencias o exhibiciones. «Nunca he tenido una invitación del Perú», asevera. «Por supuesto que mi éxito se concretó en los Estados Unidos, pero cómo me gustaría experimentar una reacción más calida desde mi país», revela.
© 2005, Eduardo Corrales
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Corrales, Eduardo: «Entrevista a Boris Vallejo, ilustrador fantástico», en Ciberayllu [en línea]
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