SITIO DE LA POESÍA EN EL MUNDO ACTUAL

[Ciberayllu]

Ketty Alejandrina Lis

 

La reivindicación poética implica la reivindicación del hombre.
Juan L. Ortiz

El cono de sombra que se proyecta sobre todos nosotros como amenaza cada vez más cierta y cercana nos va convirtiendo en parias. La televisación de guerras zonales mostrando niños malheridos; el morboso detenimiento de las cámaras de video sobre seres humanos que están muriendo literalmente de hambre —o de enfermedades que son su consecuencia—; la vista detallada de extensas áreas marginales de países empobrecidos, todo ello mezclado sin el menor pudor con los discursos salvajemente hipócritas de los que nos debieran dirigir mejor y nos maltratan peor, no sólo se muestra por televisión como información de rutina, sino que, sin que nos demos cuenta, estamos ofreciendo gratuitamente nuestra complicidad a este estado de cosas al mirar tamaña deshumanización.

¿Y cómo dejar de ser cómplices? El siguiente planteo es sencillo de enunciar aunque muy difícil de llevar a la práctica: Si nos negáramos a mirar los informativos, ninguna empresas gastaría un solo centavo en anuncios comerciales que no les rindieran los beneficios que esperan obtener y, por lo tanto, sin el dinero de las propagandas no habría informativo. Esto es aplicable a la inmensa mayoría de los programas que nos condenan al embrutecimiento, el que ha llegado a un grado tal que, desde el control remoto, podemos desdeñar una programación cultural —que las hay, y muy buenas—, porque las consideramos aburridas.

Pero seguimos mirando los informativos, las telenovelas, los programas basados en la distribución de premios. Entonces, ¿a qué clase de seres humanos pretendemos pertenecer si no advertimos que vamos perdiendo el sentido de pertenencia? ¿Se puede hablar seriamente de pertenencia cuando padecemos de anestesia afectiva o nos invade la parálisis, aunque sepamos que las ventas de armas enriquecen a unos pocos y asesinan a cientos de miles; cuando el tráfico de estupefacientes está organizado por criminales, organización que no hubiese sido tal si muchos altos funcionarios, entre cuyas obligaciones, de un modo u otro, está el resguardar la integridad de los ciudadanos, hubiesen obrado con un mínimo de decencia; cuando la corrupción, el egoísmo y la indiferencia demencial tanto de los que tienen el poder como los que aspiran a él es cada vez mayor, cuando nos ofrecen el consumo en reemplazo de los sentimientos más elementales de solidaridad, cuando nos adormecen los ideales desde el omnipresente mercado? Esto es lo que desfila alegremente delante de nuestros ojos y seguimos sin hacer nada. Nos van convirtiendo en parias pero, aún más grave, se los estamos permitiendo. Los parias de la India, personas de «clase inferior" que por ser tan «inferiores" los han privado de todo derecho religioso y social, casta cuya denominación viene del sánscrito paráyatta y significa «sometido a la voluntad de otro" son, en cierto sentido, la metáfora que nos va nombrando aunque tengamos la reacción del avestruz y nos dejemos engañar o nos engañemos sin ayuda ajena, suponiendo lo contrario.

Tenemos el problema delante de nuestras narices y nos negamos a verlo quizá porque, en el lugar más cenagoso de nuestra propia interioridad, sentimos que nuestra preciosa piel vale más que la de un niño de Sarajevo y los manteles de nuestras mesas no se tienden en Ruanda. Sin ir tan lejos, salvo excepciones, no levantamos un dedo por los chicos de la calle ni nos preocupa la pobreza extrema de familias enteras, quizá porque no nos ha tocado en desgracia habitar las casas más que precarias de las villas «miseria" que rodean nuestras progresistas ciudades.

Alejandra Pizarnik, que algo supo de sufrimientos límites, habló de la palabra que salva para luego corregirse en «En esta noche, en este mundo", ese bellísimo y estremecedor poema: «si digo agua ¿beberé? / si digo pan ¿comeré?". La palabra desprovista de contenido ni salva ni tan siquiera sirve de nada: Sin sentimientos tiene la vida efímera de una flor, sin acción es un odre vacío, sin ética es un insulto, sin ideas y al servicio de las ideologías, sean ellas las que fueren, se pone escandalosamente al servicio del panfleto.

¿Qué lugar, entonces, puede ocupar la Poesía en el mundo actual? El de resistencia, sin dudas. Resistir aunque nos lean unos pocos, resistir hasta convertirnos en célula primordial, si fuese necesario. Resistir aunque los demás no comprendan el por qué ni el para qué. Resistir para aferrarnos a lo poco de condición humana que aún nos queda. Esta es nuestra obligación como poetas. Y nuestro derecho para no caminar junto a los parias del mundo. Porque, a pesar de todo, no queremos perder la esperanza —utópica más bien— de convertirnos alguna vez en ese espejo donde jamás se reflejen las mentiras de un mercado todopoderoso que atonta, donde jamás se refleje la crueldad infinita de creer en la necesidad de las guerras, donde jamás se refleje la estupidez de pensar que el dolor del otro no es nuestro dolor.

Para los que mandan, los poetas somos esos extraños seres que se empecinan en publicar libros con ese «producto indigerible" al que damos el nombre de poema, libros con los que nunca alcanzaremos riqueza ni poder, ese par de dioses a cuyo altar se someten. A ellos le es más provechoso masificar y manejar el mundo a través de las bebidas colas, los vaqueros de determinadas marcas o los mensajes «tranquilizantes" que prometen un mundo mejor a pesar de los cada vez más altos índices de desocupación, la educación cada vez más privada y costosa, los hospitales cada vez menos gratuitos y la seguridad cada vez más agujereada por la inseguridad.

Para los que mandan, los poetas somos seres casi marginales : No nos consideran un escollo para sus fines. Pues que lo sigan pensando. Algún día el todopoderoso mercado estallará porque su corazón y su cabeza están carcomidos por la podredumbre. Caerá como han caído otros imperios igualmente disolutos e, incluso, otras culturas cuando olvidaron que los absolutismos llevan el germen de la destrucción en sí mismos.

Desgraciadamente, caerá luego de haber infectado gravemente el cuerpo social, después de haber causado todo el daño posible. Y cuando esto suceda allí seguirá estando la Poesía, esa lámpara incorruptible, para decirnos lo mismo de siempre: Si te sabes mirar por dentro serás un individuo pero también una parte del todo; si hurgas en tu interior, aunque no existan las palabras que definan con exactitud ese oscuro laberinto, verás tu propia ciénaga y, al verla, tu soberbia se verá seriamente comprometida y te será posible acercarte al dolor de tu hermano; si quieres ser un ser humano no tienes más opción que asumir el sufrimiento pues no hay otro camino para, al menos, intentar suavizarlo. Si quieres emprender la maravillosa aventura de conocerte, ahí, en el mismo sitio donde ni la Filosofía ni la Psicología consiguieron demasiado, está la Poesía.

© Ketty Alejandrina Lis, 1998, [email protected]
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